REPERTORIO AMERICANO 307 Beba cervera SELECTA De malta y lúpulo. ad.
El hombre que obedeció que es hoy en día cuando el ensueño está más distante de los que se aferran a la realidad inmediata; cuando se quiere alcanzar con presteza la conquista de lo material, y se desdeñan más acentuadamente los valores perennes, la proyección del espíritu hacia el futuro.
Por eso, aunque se pongan en duda los resultados favorables se tema que muchos estudiantes no sepan apreciar, por impreparados, la exaltación épico lírica que se advierte en la prosa de Rodó, suavizada por la influencia de la prosa francesa en el modernismo un purista se alarmaría con los galicismos que hay en Ariel al pasar de la parte expositiva a la narrativa, de lo didáctico a lo poético; y no obstante que una voz intima afirme que, al contrario, por hallarse mejor preparados, algunos de los jóvenes universitarios sonreirán levemente al encontrar, en Ariel, referencias a Bourget, Marden y otros escritores que ya no les interesan; a pesar de todo eso, hay que esperar el mejor fruto, de esta nueva salida de Ariel, en el momento oportuno en que Hispanoamérica ne entre el juvenil comentario de dos películas ci que los hombres les clavan en su carne, y cesita volver a oír voces de un guía, como Rodó, nematográficas, para que el esfuerzo se justi los barcos surcan el mar contra el viento, la abierto a la esperanza.
fique.
distancia, la carga, los escollos, etcétera.
Aun cuando varios de los estudiantes que Si, además, entre ellos surge uno solo que Pasaron tres días. El sueño se le había han recibido este obsequio de la Universidad mañana se proponga realizar alguno de los no cambiado en insomnio. No comía. Pensaba Nacional Autónoma de México se limiten a ser bles propósitos que animaron al autor de Ariel, pensaba. Es venerable pensar tánto; pero desintermediarios para la difusión del libro útil, que aunque no lo realice, la fe que el maestro uru truye, corroe, dana.
siempre va a las manos que merecen conservar guayo había puesto en todos los jóvenes, pre Aquella noche echó llave a su pieza. Vivía lo, bastará el hecho de que algunos lean Ariel, sentes y futuros, de su América, no quedaría en una fonda mala. Se hundieron sus dedos sepan lo que significa, hablen de Rodó defraudada.
en su pelo enmarañado y en los ojos tenía sembradas las sombras de su lucha interior.
FRANCISCO MONTERDE La sed se pegaba a su garganta, como una yedra. Sentose luego en su escritorio. Se aga rró la cabeza con sus manos amarillentas de tabaco. se durmió a poco. En el Rep. Amer. Sería la medianoche cuando despertó. SúY aquella vez, Ildo Argüello sintió que veía tado a pico. Se vió envuelto en un vértigo bitamente su rostro se tornó brillante, podela luz en su espíritu. Pero era una luz de sin límites, solo, derrotado. Duró aquello no roso, lívido, avasallador. Se crisparon sus mahosca voz de penumbra. Asistía al encuentro nos; abrió su gaveta. Aparecía en ella el foconsigo mismo, y se miró de cuerpo entero: Los amigos no pudieron ver, porque nunca rro de su libro. Hojas Desparramadas. leyó.
no era más que un arbusto pequeño, intras habían escrito, ni esperado nada.
Cerró los ojos; sacudió su cabeza. La cólera cendente, sembrado en la vasta llanura del Argüello cubrió con orgullo el escozor de lo asalto, se le hundió hasta el fondo, lo enmundo. Y, hasta entonces, él había creído su quemada. Volvió a sonreír. Trajo a la fuer rojeció. Iba a abrirlo. Su libro. Lo abriría.
ser un robusto árbol de madera firme y anchas za una alegría fingida, y la mostraba. Sintió una necesidad, un mandato, de leerlo; ramas, aunque nadie supiera de su crecimiento Qué bueno. Está magnífico esto. No lo y ya. Era la salvación para su espíritu. Se escondido.
esperaba.
lo sabía de memoria. Pudiera decir dónde haEn la avenida, la noche extendía una ma Y, de veras, él no se lo esperaba. Estaba bía cambiado una frase y en qué parte aqueno de neblina y los faroles parecían ojos en seguro de algo más, de mucho más. No lo llas hojas, cuando nacieron, habían visto llanfermos de catarata incurable. De vez en cuan había dudado ni un momento. Pero vinieron, to en sus ojos, o resplandor frenético en su do un coche tintineaba en las sombras y se llegaron presurosos con la realidad de golpe, frente, o respiración fatigosa y desbocada en perdia en la espuma oscura de la calle. Los en la palma abierta del periódico.
sus pulmones. Pero lo leería, como quien va transeuntes solitarios hablaban en silencio con Después, sin que nadie lo viera, aún espea descubrir algo o quiere encontrar un casus pasos acompasados.
ranzado, aún casi seguro, se precipito sobre mino perdido y olvidado de pronto. Y: El estaba cabizbajo, sentado en el cordón las ediciones de la tarde, y los diarios de la. No, no. Yo no lo leo! Tengo miedo.
de la acera. De su mano una hoja de perió mañana siguiente.
Es mío, mío. Lo pari con dolor, con un dolor dico se descolgaba blanca y quieta. su co Sólo encontró otro corto plumazo. Aquella horrible, como el de una madre primeriza, de razón crujía bajo el peso que lo oprimía, ca era una limosna. La palmada que da el maestrece años, o como duele el limón en una heyendo a través de sus ojos desde aquella hoja tro rutinario en la espalda del discípulo tonto rida abierta. No, no. Yo respeto eso. Es mío muda, pero clara. Demasiado clara. Decía: para animarlo. El siga adelante sarcástico y de nadie más. Pero no puedo abrirlo. Es Ha aparecido un libro. Lo publica un nom e hipócrita de todos los siglos. Lo que nadie sagrado, sagrado. Lo quiero. Me salió de muy bre hasta ahora desconocido. Hay madera en necesita y todo mundo da.
adentro. Logré publicarlo. Me maté para puél. Ildo Argüello tiene porvenir. nada más. Pensó hasta cansarse: que era envidia.
blicarlo.
Días atrás había leído lo mismo: Ildo Ar No. Sí. Tal vez. Qué va. Al fin lo descar Habíase levantado y estaba erguido. Se güello tiene fibra. Su Hojas Desparramadas to.
echaba hacia atrás, con los dedos en dirección acusa buenas condiciones. Si se empeña lle Que posiblemente se ocuparían próxima opuesta y la mirada pegada al tomo. Tresgará lejos.
mente de su libro con extensión, con cariño, cientas páginas, y sólo unas letras en los peSus amigos le tujeron esos Comentarios. como se lo merecía. Mas se puso lógico, rariódicos. Su vida allí, casi; o más que su Venían alegres, como quien llega a despertar zonó. Es duro razonar, a veces.
vida, porque siempre había pensado que esa un niño en nochebuena para que vea los Que ría a las redacciones de periódicos a taba viviéndola más hondamente que lo hacían regalos que le han dejado los magos. Avido, decir cuatro verdades a los críticos perezosos; los que él tenía por hombres corrientes; le con fiebre ancha fiebre que había guardado a pelear; a explicarles lo atrasados que eran.
arrojaban un desperdicio.
por años, corrió sus ojos sobre el papel. Pero él sabía que no habría de ir, porque lo No. Yo no soy de la manada. Busco las Leyó. Una sonrisa fructificó en sus labios. agarrotaba la sombra de su orgullo profundo. cosas. Me enfrento a los sentimientos. He los amigos no vieron en ella la amargura que Después se encerró consigo mismo. Se dijo andado detrás de los hombres para beberles ocultaba. Ildo Argüello oyó que en su interior que a las rocas no las conmueve la necedad sus movimientos, sus poses, su blanco, su neun mazo inmensurable, de un golpe infinito, milenaria del mar y siguen siendo rectas; los gro, y grabarlos en esas hojas. Soy un dibuabría un abismo y lo situaba frente a él, cor ríos continúan su curso a pesar de los diques jante; siempre quise ser un dibujante de cosupo cuánto. Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica