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38 REPERTORIO AMERICANO En el artículo Los periodistas (en La Prensa Bs. Aires, de marzo de 1941, dice Azorín: La retórica ha sido abominada. Contra la retórica hemos protestado muchos. No hay joven escritor que no se afane en desdeñar la retórica. No hay poeta principiante que no crea que la retórica empece al estro. la retórica vive! La retórica es inmortal. Lo que se quiere condenar con las improperaciones y anatemas es la retórica infecunda. No se puede escribir sin gramática y no se puede escribir sin retórica. La retórica manda, en este caso, en el periodismo, como en el caso del orador, que todo escrito tenga ineludiblemente tres partes: exposición, demostración y peroración. En una columna, a veces en un cuarto de columna, ahí han de estar, en el artículo, esos tres miembros esenciales. Exponer, demostrar, sacar las consecuencias. Todo lo que no sea csto es confusión.
un hombre que reparte lo mayor y mejor de su actividad en el refinamiento constante de sus ideas, pero se distingue especialmente por su apostolado perenne e indirecto, escribiendo libros, organizando academias, entrando en las polémicas ideológicas, contestando a las enquetes de los periódicos, viviendo una vida que, ayudada quizás por un poco de exhibicionismo, trasciende a la conciencia pública y contribuye a su más recta dirección. Lo que aquí llamamos intelectual seguramente por causas económicas en gran parte es la mitad trillante de un abogado o un médico que de vez en cuando tiene tiempo de leer un volumen y pierde de leer cuarenta que esperan en vano en su biblioteca: la nostalgia de un profesional que anda siempre a pleito con las horas de su reloj, sin que ninguna le quede para vivir espi.
ritualmente un poco con su pueblo; pálido cuarto menguante de una luna que no tarda mucho en desaparecer. Comprendido como en otros países el concepto, hay que convenir en que Cuba no posee intelectuales; sólo hay hombres inteligentes.
Para pasar de este al otro grado, hay que admitir una dedicación normal a cierta clase de trabajos de esos que, sin propaganda sectaria, relevan a una sociedad de su esclavitud moral a un principio o a una ley. hay que sentir la obligación política que implica la fortuna del talento y cómo a la sociedad pertenece, en la justa proporción en que los dones han sido repartidos y lo mismo que los músculos del gañán y que el valor del héroe, la cantera de pensamientos en embrión que la casualidad puso bajo su cráneo y que es un deber pulir y pulir siempre, como un diamante que da luz y raya al vidrio.
La renuncia del Rector (Es un editorial de El Tiempo, Bogotá, octubre 12 de 1941. La lección de Nieto Caballero, su caso.
es ejemplar; meditese. Ahora el Dr. Nieto Caballero es embajador de Colombia en Chile; presentó sus credenciales el 14 de enero pasado. no El libro La reforma del Código Civil Argentino, de don Angel Ossorio (Editor Aniceto López. Bs. Aires. 1941. cstá lleno de saludables advertencias. Cojamos una de tantas, en la pág. 47, por ejemplo: El gasto es la natural aplicación del dinero pero no hay que confundir el gasto con la dilapidación insensata.
Defender a la esposa y a los hijos contra esos extravíos del padre, es de elemental necesidad. Lo es en todas partes pero de üo modo particular en repúblicas como la Argentina donde el juego es un verdadero cáncer social.
El europeo que contempla el frenesí por las carreras de caballos, no sale de su asombro.
Ricos y pobres, desocupados y trabajadores, sin excluir a los obreros más humildes, viven soñando con las carreras de caballos. Los periódicos las dedican gran parte de sus páginas con informaciones, estadísticas, ilustraciones, y toda clase de elementos llamatives. La individualidad más popularizada en la Argentina, no es el estadista, ni el artista, ni el profesor, ni el guerrero, sino el caballo. La hazaña más sonada de un Presidente popularisimo fue suprimir las carreras de los jueves.
Todo esto no es una hipérbole humorística sino una realidad que nadie negara. Los casos de quiebras y bancarrotas, de quebrantamientos de depósitos, de abusos de confianza, de otros mil delitos para sostener el juego en las carreras, los conocemos todos porque los presenciamos todos los días. No se trata del extravío de algunos sujetos sino de una verdadera dolencia nacional. Cuando el mal ha tomado tan inmensas proporciones, sería muy conveniente buscar un amparo a sus víctimas mediante el reconocimiento de la prodigalidad que para supuestos menos graves tienen establecida otros países.
Debo señalar que el código más reciente, el italiano, sigue incluyendo la prodigalidad entre los casos de incapacitación.
más grave, El consejo directivo de la Universidad Nacional, teniendo en cuenta su carácter de irrevocable, aceptó la renuncia que de la rectoría de aquel alto instituto presentó el doctor Agustin Nieto Caballero.
Las deplorables ocurrencias que motivaron la resolución del ilustre ex rector hacen su actitud doblemente respetable. Ha renunciado el doctor Nieto Caballero, fiel a su generosa tradición de maestro y al ejercicio nobilísimo de toda su vida, por defender a un estudiante sobre quien, en un momento dado de ofuscación y de amargura, se quiso hacer caer todo el peso de una disciplina inflexible, desmesurada en proporción a la falta que se sancionaba.
El retiro de Agustín Nieto en estas circunstancias constituye indudablemente su mejor triunfo, y su renuncia resulta acaso la más alta y ejemplar lección de su fervoroso magisterio. Es posible que en el fondo de su corazón, y llevado por su vehemente amor por los estudiantes, haya él considerado necesario precipitar la solución del conflicto, cada instante por medio de una renuncia que enaltecerá los muchos méritos que bien ganados tiene ya para la imperecedera gratitud de las nuevas generaciones de su patria.
Se retira el doctor Nieto Caballero, para liquidar un injusto y desorientado movimiento.
Contra él se ha lanzado la inconsciente y desorbitada pasión de algunos estudiantes que no entendieron, porque no la quisieron entender, la admirable obra cumplida por él en la Universidad. Quizás los mismos que ayer vociferaban contra su nombre por las calles de Bogotá, los mismos que levantaron como bandera la de su innecesario sacrificio, mañana, cuando la serenidad vuelva a sus perturbados espíritus y la madurez de la inteligencia les haga ver con mayor claridad y justicia el pasado de sus equivocaciones, reconozcan con honestidad la excelsitud de luna tarea que se realizó con amor, se coronó con eficacia y se pagó con ingratitud abominable.
Seguramente cuando recorran las avenidas de la ciudad universitaria en donde ya se levanta la hermosa fábrica que ha de servir de asilo espiritual a los hombres del porvenir y contemplen las residencias estudiantiles que transfor.
maron para el muchacho de aulas la miserable vida de las sucias buhardillas de antaño por algo más confortable y más humano; cuando admiren la espléndida realidad de los nuevos edificios de las escuelas de derecho y de arquitectura, de veterinaria e ingeniería, y vean cómo lo que fue proyecto de algunos, él Agustín Nieto Caballero lo convirtió en hecho tangible dándole vida y magnífico impulso, podrán menos de recordar con emoción su nombre y de sentir cómo en el corazón, el remordimiento condena su insólita conducta de estos días, oscuros para el gallardo prestigio de las muchachadas estudiantiles.
No es improbable que mientras nosotros escribimos, los estudiantes celebren en este carnaval, que ha sido su huelga inopinada, el retiro de Agustín Nieto Caballero de la rectoría de la Universidad. Quizás festejen como una victoria de su desatentada actitud lo que en verdad no ha sido más como ayer lo dijimosque un extravagante y paradójico triunfo contra sí mismos. Todo esto puede ser cierto. Pero el país, que conoce y admira la fecunda labor de este abnegado servidor de su cultura, lo acompañará siempre con su adhesión irrestricta y con el perentorio reconocimiento de que en el tiene la patria uno de sus hijos mejores Corresponde ahora a decanos y profesores, y aun a los estudiantes, defender a la Universidad. El conflicto no puede ir más allá de donde ya ha ido. Si el doctor Nieto Caballero, en un gesto que tánto lo ennoblece, consideró conveniente presentar su renuncia irrevocable, y el autónomo consejo directivo de la Universidad creyó prudente aceptársela, ello está indicando que con mucho acierto ha predominado el criterio de que el problema no debía dejarse llevar a más graves extremos, sobre todo, cuando están por terminarse las tareas universitarias en el presente año. La clausura de la Escuela de Medicina, única situación a que se hubiera llegado de prosperar el conflicto, habría sido un absurdo y un auténtico atentado contra los intereses de los estudiantes que a la postre hubiesen resultado como únicos damnificados de estas incidencias. Es verdad que la responsabilidad correspondía en primer término a ellos mismos, pero las autoridades universitarias, que tienen una obligación más ponderosa, no podrían permitir que la desbordada locura de los alumnos les causara tan evidente daño. Dicho en otros términos: los estudiantes podían equivocarse y cometer los errores que han cometido, pero el deber imperativo de los directores de la Universidad era el de evitar que esos errores se prolongaran en perjuicio de la propia organización universitaria.
En el folleto Rodó y su Proteo. Habana, 1910, dice Jesús Castellanos: es que de todas maneras, señores, y aún cuando seamos pequeños los que levantaniss la voz, es hora ya de que se toque a la puerta de nuestros intelectuales y se les exija el cumplimiento de su misión social de enseñar y aún de padecer en la enseñanza. Como nos hemos propuesto tener por única arma la sinceridad, permitidme que advierta la notoria impropiedad con que en Cuba se emplea esta preclara denominación de intelectual. El intelectual de los grandes centros de población, es Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica