CapitalismCommunismHitlerMarxismNazismSocialismURSSViolence

REPERTORIO AMERICANO 23 los hombres separados por características intelectuales infranqueables.
Parece mentira que los capitalistas de los países que luchan contra la Alemania nacional socialista no se hayan dado cuenta de que lo que quiere Hitler es someter toda la economía del mundo a su absoluto dominio. El nazismo desea estructurar las riquezas naturales, la producción y la venta, con arreglo a normas que conviertan a todas las naciones en sus esclavas. La única justificación de sus megalomanos designios es la pretendida superioridad de su raza aria.
La Alemania nazi ha embaucado a quienes el fantasma del comunismo llena de pavor, porque temen la pérdida de sus privilegios, ocultando bajo su ficticio pabellón antimarxista sus locos designios de dominación económica mundial. Desde luego desea la esclavitud del pueblo productor, pero quiere también establecer una nueva casta que someta a su yugo al capitalismo extranjero.
Para lograr la esclavitud de todos los hombres el hitlerismo necesita destruir el poder del capital en las naciones poderosas, pero quiere también acabar con las organizaciones marxistas, uno de sus mayores enemigos por haber encontrado un sistema económico capaz de proporcionar el bienestar al pueblo. La experiencia de la Unión Soviética, que ahora empiezan muchos a conocer, demuestra que posible rodear de comodidades cada vez mayores a la Humanidad, gracias a un desenvolvimiento siempre ascendente por estar libre de las graves crisis que azotan a los demás sistemas.
El nacionalismo económico, con la pugna que establece entre las diferentes naciones capitalistas, no parece permitirnos llegar al bienestar que anhelamos. Por ello la Alemania de Hitler piensa que si se quiere mantener la esclavitud de los pueblos, la persistencia de las castas, hay que acabar por la violencia con las fronteras económicas, dar el golpe de gracia a los nacionalismos económicos y entregar a su raza aria el dominio absoluto de la riqueza mundial.
Persiguiendo esta finalidad recurrre en la guerra a la destrucción de ciudades y de industrias. Al utilizar tan bárbaro procedimiento no sólo piensa en atemorizar a las poblaciones y rebajar su moral de lucha, sino que cree haber encontrado una fórmula que permita acabar con la potencialidad de sus enemigos, para imponer más fácilmente sus productos cuando termine la contienda. Estudiando a fondo los actuales momentos comprendemos que el período de guerras de luchas en que vivimos desde 1914 tiene su origen en las deficiencias de las organizaciones económicas. Teniendo esto en cuenta debemos pensar en que si persisten los motivos provocadores de nuevas y terribles contiendas seguiremos viviendo un período lleno de in certidumbres.
Los desequilibrios del cuerpo, como los de la sociedad, se deben a causa patológica, que hay que diagnosticar para aplicar el debido remedio. La guerra es como la fiebre que que ma nuestro cuerpo en las enfermedades. Como en ellas habrá que buscar su foco, su verdadera esencia, para emplear el tratamiento más apropiado. El final de la actual contienda no representará más que un compás de espera si no curamos a los pueblos de los males que los afligen. Puede resolver el hitlerismo las dificultades del porvenir? La supresión de fronteras, y el establecimiento de un sistema intemacional de producción y de consumo, pudiera ser un paliativo. Desgraciadamente en el nazismo persisten los mismos métodos actuales de dominio de una casta. La división en esclavos y señores en que quiere basar su organización mundial, tiene los mismos defectos de origen que el capitalismo reimante, aun más acentuados. Por ello dará lugar fatalmente a iguales desequilibrios económicos.
El trabajador que sólo recibe un salario efímero, no puede ser un buen consumidor por carecer de aptitudes adquisitivas. La industria, cada día más potente, ve llenarse por ello sus depósitos de productos manufacturados que no encuentran salida. El mantenimiento de un sistema colonial basado en el atraso de los pueblos dominados, en una producción muy económica gracias a la explotación de los desheredados, puede facilitar la obtención de primeras materias a bajo precio, pero no lograra nunca aumentar los mercados de consumo para los materiales elaborados por la industria.
Llegamos así a la conclusión de que la superproducción industrial sólo hallará una calida si sirve para mejorar el nivel de vida de toda la Humanidad, sin excepciones de ninguna clase. Pero ello tendría el capitalismo que reunciar a sus privilegios y propugnar por el establecimiento de una sociedad sin castas.
Mientras existan pobres y ricos la capacidad de asimilación de los productos industriales no podrá alcanzar el enorme desenvolvimiento que permiten los progresos técnicos y no será po sible evitar nuevas crisis de reajuste, con sus hondas repercusiones sociales y políticas.
Resulta pues imposible, a causa de su propia esencia, que el nazismo defienda un sistema de igualdad. Perdería su carácter si en lugar de pensar en el enriquecimiento de las castas dominantes, propugnara la misma felicidad material y moral de todos los ciudadanos. Es natural que al hitlersimo brutal no se le haya pasado por la mente la idea de una posible igualdad humana. Por el contrario, fundamenta su política en el aumento de las diferencias entre los hombres. Quiere ser una minoría dominante y lucha contra todo lo que pueda oponerse a este designio. Lucha contra los demás países capitalistas porque quiere acabar con su potencia económica y convertirlos en territorios semi coloniales. Lucha contra el comunismo porque teme que sus crecientes éxitos de organización industrial y de producción socialista enseñen al resto de la Humanidad el camino para conseguir el bienestar y la tranquilidad que tanto anhela. Pero lucha también dentro de su propia casa contra todos los poderes que pudieran levantarse frente a él y oponerse a su dominio. Así vemos que combate a la Iglesia, a las organizaciones políticas, al capital que no se somete, a las razas que poseen un espíritu de libertad y de internacionalismo. Al propio tiempo quiere de tener la elevación social y cultural del pueblo, cuyos ojos necesita que permanezcan cerrados a la verdad Aunque la organización mundial que desea instaurar el nazismo ofreciera ciertas probabilidades de perdurar. podrían conformarse las naciones en ser dominadas y los ciudadanos en ser esclavos de sus nuevos amos sanguinarios y brutales. Aumentarían los focos de rebelión en todos los países hollados por las botas de la Germania victoriosa y se crearía in ambiente de revancha que nos conduciría a una nueva hecatombe. Para evitarlo Hitler y su Gestapo extremarían las medidas de rex presión. La Tierra se convertiría en un vasto campo de verdugos y de víctimas, en un marde sangre que ahogaría a la Humanidad.
Los problemas que señalmos tienen tanto interés en estos momentos que bien merecen se les dedique la mayor atención posible. Pero debemos hacer punto final y reservar para un próximo artículo la continuación de nuestro estudio.
San José, Costa Rica, noviembre 1941.
es Levadura de gloria Por GRACIANY MIRANDA ARCHILLA (De Alma Latina, San Juan de Puerto Rica, 10. enero, 1942. Conmueve a la par que inflaman las hondas y puras palabras del Presidente Roosevelt, dirigidas a los defensores del Archipiélago Filipino. Yo doy al pueblo de Filipinas mi solemne promesa de que su libertad será salvada, y su independencia establecida y protegida.
Estas palabras conmueven por una razón: Los defensores filipinos se enfrentan a un enemigo numéricamente superior. El rasgo heroico parece ser el sello distintivo de la fisonomía filipina. Ante los defensores filipinos no importa la metralla, y es el sacrificio sólo un deber sagrado que se cumple. Es verdad que han debido abandonar algunos pedazos de patria, pero la patria crece en ellos a medida que la bautizan con su sangre. Es una odisea conmovedora capaz de hacer nacer, a pujo de centella y terremoto, la sonrisa de una nueva estrella en el cielo de Washington y Lincoln: en el cielo de Old Glory.
Estas palabras inflaman por otra razón: El Presidente Franklin Roosevelt, cuyo corazón está a la altura de este momento trágico, no avizora, desde las cumbres gloriosas de su Nación, a un puñado de hombres que pelean porque la Vida es lucha sin cuartel. Ahonda más el Presidente Roosevelt. El Presidente Roosevelt siente, en hondón de conciencia, la llamarada de un pueblo que no quiere morir, que desea estampar su garra en las páginas de la historia humana, que se conserva siendo fiel a la tradición de escupir toda tiranía.
No olvida Franklin Roosevelt cuánta virtud entraña el resistir, en nombre de las instituciones americanas, la embestida de la barbarie japonesa. No olvida Franklin Roosevelt que las Filipinas son, en esta encrucijada de la historia del mundo, frente y vanguardia de las Américas. Sin embargo, hay algo mucho más profundo: existe una devoción, centellea una consagración sin paralelo: la defensa de la propia tierra, el placer de morir por lo que se ama, el amor de servir a una causa con más alma porque más espíritu demanda la calentura divina de la tierra. Pasa a la pág. 26. Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica