REPERTORIO AMERICANO 137 Simbad y ese considaración en casa de su mecenas. Sobre su mesa se veían a Homero, Virgilio, Jenofonte y el Nuevo Testamento.
Si llegamos a conocer el gusto dominante, o, como suele decirse, la pasión de un hombre, así conocemos su carácter, por lo menos en cierta medida. Hobbes es, con seguridad, un tipo de rasgos firmes, rotundos: trabajador, prudente, reflexivo; sin pretensiones en cuanto a la vida externa, incansablemente entregado a la perfección de su saber; fiel a sus deberes, de tacto exquisito, resignado, con vocación para dirigir e instruit a los hombres; buscador de la justicia como una parte de la verdad; de sensibilidad exigente, de manera de ser sencilla y natural; amante de la paz, y, sin embargo, fácil a la polémica por defender sus ideas; irritable, impaciente con la ignorancia atrevida; tenaz y obstinado en sus opiniones ya adquiridas, aunque sean erróneas; con tendencia a la totalidad, a la consecuencia, a lo imponente, sin olvidar, no obstante, que la medida es la razón del arte y el secreto de la natutaleza. Así se nos presenta este gigante del espíritu, en medio de una época critica: época, al decir de Goethe, la más característica de la Historia; demasiado fuerte y ruda para poder comprenderlo todo; un profeta en sentido distinto a lo creído por él; entregado con toda su alma al movimiento científico de su tiempo, su última esperanza, y contento de poder esparcir unas cuantas semillas de donde brote verdadera y pura filosofía.
Un pensador severo y varonil, lo llama el historiador más joven de Inglaterra y de la Revolución. Fernando Tonnies, Vida doctrina de Tomás Hobbes. Revista de Occidente. Madrid. 1932. Varios Gómez de la Serna. Libres del hohorror de un Calderón, principe del falsete, que es el no sentir, y este es todo el mal gusto, de un Góngora, a veces de los estos Fabio, ay dolor. tendríamos tres Heines del sarcasmo y las tristezas, o Annunzios de la poetización sin límites de la pasión. Tendríamos felizmente sólo un primer acto del Fausto y, en compensación, varios Poe, varias Bovary con su triste dolor de apetitos sin amor, desdeñable y cruento, otro absurdo lacerante: la lírica de do lor de Hamlet que convence y contagiz simpatía, pese a la falsa psicologia de su causa. Libres del realismo cientifico del insignificante Ibsen, víctima de Zola, y este magnífico artista a su vez desman.
telado por sociologia y teoría de herencia y patología, en lugar de la docena de obras maestras poseeríamos cien, de verdad, de arte, intrinseca, no de copia de realidad. típicamente literarias, de Prosa, no de didáctica, ni de palabra musicada (metro, rima, sonoridad) ni de pintura escrita, descripciones. Macedonio Fernández Una novela que comienza. Ediciones Ercilla. Santiago de Chile. 1941. Tomás Hobbes en 0A pesar de su alejamiento del mundo, Hobbes sigue siendo una figura histórica de inagotable interés. Cambian los hombres y las cosas; los pensamientos, bablades o escritos, pueden, por encima de esos cambios, influir sobre las más lejanas épocas. Ranke: Historia de Inglaterra, libro 15, cap. 12. OUn gigante del espíritu Hobbes confiesa a menudo que no le preocupan lo más mínimo ni el dinero ni los bienes, y que tanto más le preocupa la ciencia. Cree que, por regla general, estas dos preocupaciones están en relación inversa, poniendo a la codicia en la misma línea que la pasión dominante de los animales de presa. No hay malvado que no sea codicioso, no hay codicioso que haya realizado una acción noble. Cuando oigo que alguien, con motivo de un conocimiento o de un invento nuevos e ingeniosos, pregunta seriamente, es decir, ironicamente: Bueno; pero ¿para qué sirve esto. entiendo con esta pregunta el dinero que puede producir (a pesar de que tampoco sabe él para qué le sirve tener más dinero a uno que tiene bastante. pienso entonces que el tal no está muy lejos de la brutalidad.
Pregona a menudo que sólo animi causa, por amor al arte, se dedica a la Filosofía; que casi no ha hecho otra cosa ni ha tenido otro quehacer en su vida que el meditar sobre el conocimiento y la voluntad humanos y sobre otras cuestiones de las ciencias naturales, y con un sentido platónico piensa en el inextinguible deseo que incita al alma a ponerse en relación con el magnifico Cosmos. Ya hemos visto, en declaraciones más confidenciales, la autenticidad de este entusiasmo. Estima en mucho más la sabiduría que la erudición, llegando a decir que si hubiese leido tanto como algunos, se hubiese quedado tan ignorante como ellos. Tuvo a mano bibliotecas de El consagrado futuro literato que no cree en, ni estima, otra posteridad que la noche para cada día, no habrá sentido la urgencia que padecían antes los autores de escribir pronto para tener pronto posteridad juzgante: con la velocidad alcanzada hoy por la posteridad el artista le sobrevive y al día siguiente sabe si debe escribir o no escribir mejor o si ya lo ha hecho tan bien que debe contenerse en la perfección de escribir. si ya no le queda más carrera literaria que la más difícil, la del lector. La facilidad actual de escribir hace la escasez de lo leíble y hasta ha suprimido la injuriosa necesidad de que haya lectores: se escribe por fruición de arte y a lo sumo pa.
ra conocer la opinión de la crítica. Sinceramente, es hermoso este cambio, es arte por el arte y arte para la crítica, que es nuevamente arte por el arte. El horrible arte y las acumulaciones de gloria del pasado, que existirán siempre, se deben; al sonido de los idiomas y a la existencia del público; sin ese sonido quedará el solo camino de pensar y crear; sin público la calamidad recitadora no ahogará el arte. La literatura tendría sólo arte, y mucha más obra bella: tres o cuatro Cervantes, Quijote puramente, sia los cuentos, Quevedo humorista y poeta de la pasión sin la oratoria moralista, Sacamos esta página del interesante y útil libro Historia de la Libertad de Pensamiento, por Bury, Prof. de la Universidad de Cambridge. En las ediciones del Fondo de Cultura Económica, México, 1941.
El progreso de la civilización, si bien en parte condicionado por circunstancias más allá del control del hombre, depende más, y en medida creciente, de cosas que están dentro de su propio poder. Entre éstas se destacan, el avance del conocimiento y la adaptación deliberada de sus hábitos e instituciones a las condiciones nuevas. Para que el conocimiento avance y para corregir errores, se necesita una libertad de discusión sin restricciones. La Historia nos muestra que en Grecia aumentó el saber cuando la especulación fué perfectamente libre, y que en los tiempos modernos, desde que se han removido por entero las restricciones a la investigación, ésta ha avanzado con una velocidad que hubiera parecido diabólica a los esclavos de la iglesia medieval. Es, por lo tanto, obvio, que, a fin de reajustar las costumbres sociales, las instituciones y los métodos a las nuevas necesidades y circunstancias, tiene que haber una libertad ilimitada para analizarlas y criticarlas, y para expresar las opiniones más impopulares, por ofensivas que puedan ser al sentimiento que prevalczca. Si la historia de la civilización tiene alguna lección que enseñarnos, es ésta: hay una condición suprema del progreso intelectual y moral que está por completo dentro del poder del hombre el poder asegurar, y ésta es la perfecta libertad de pensamiento y discusión. El establecimiento de dicha libertad puede ser considerado el logro más valioso de la civilización moderna, debiendo considerarse como una condición fundamental del progreso social.
Las consideraciones de utilidad permanente sobre que descansa, deben pesar más que cualquier cálculo de la conveniencia actual que, en cualquier momento, pueda pensarse que exige su violación.
Es evidente que todo este razonamiento se basa en el supuesto de que el progreso de la especie, su desarrollo intelectual y moral, son. Gardiner. History of the Commonwealth, II. Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica