REPERTORIO AMERICANO 271 Cuatro poemas sin título (En el Rep. Amer. Esta poesia fue escrita al recibirse de Inglaterra la penosa noticia de haber muerto en algún lugar. luchando por las libertades del mundo, el joven Harold Bellwood. Vivió él en Costa Rica por unos meses, y partió poco antes de estallar la actual conflagración. Se hizo querer de cuantos lo trataron por su sencillez y por la bondad de su corazón, unidas a un talento no común. del El tictac. vida. vida. el tictac se ahonda y muere tero vuelve a nacer sus cenizas.
Cada uno pareciera ser el último, y cuando pasa sólo fue el primero de una nueva cadena.
Cada uno es el eco del anterior.
Todos tienen dos caras: primero. último.
último. primero. se repiten hasta el infinito.
Español de niño; sonrisas.
Fresas con natilla; vida.
Hoy muerte. Muerte!
Te han muerto, Harold.
Tu florescencia ha sido tempranera y violenta.
No probaste las frutas que soñara tu mente.
No fecundaste en carne, la carne de tu novia.
Tu carne destrozada, tu carne de muchacho de veinte años apenas se pudre hoy en la tumba.
Te han muerto los salvajes.
Su impulso está en sí mismo, De mi no necesita, y cuando parta un dia brotando en otra vida, seguirá repitiéndose el tictac como un dedo que señala hacia arriba.
Mayo de 1942. Mas no importa!
De tu sangre estrujada, de la sangre estrujada de todos los que han muerto, ha de brotar de nuevo la libertad del mundo. aunque hoy tu madre llora, estoy seguro, Harold, de que allá en las alturas sonríes con tu risa, con tu risa de niño, con tu risa de niño con alma de centauro, y tus manos quisieran tomar las manos viejas, y dándoles un beso, elevar sus pulgares hacia el cielo.
Ante el papel en blanco, frente a la noche negra el poeta se quejaba: me siento estéril, yermo, con los ojos resecos y la boca salada, y una amargura inmensa que me apretuja el alma y no tiene el consuelo de poder convertirse en una lágrima.
30 XI 41.
La amargura Es extraño.
Yo era una canción.
Es extraño.
Yo era un espejo encantado. ahora soy una cuerda rota y en mí no se reflejan futuro ni pasado.
se me ha ido adentrando; es el dolor eterno de saber que soy carne y de sentirme al tiempo profundamente humano.
Quisiera ser un círculo para tener un número infinito de lados; ser und curva suave y sencilla que tuviera en misma su principio y su fin, y un centro equidistante de todas las distancias impregnado en perfumes que fueran diluyéndose para todas las cosas por igual.
Agotarme, exprimirme, quemarme en una hoguera suave y pura de luces, con chispazos serenos, para que al apagarme entrara dulcemente al reino de lo eterno. Oh angustias infinitas de ansias insatisfechas. Oh qué limitaciones las de la carne humana!
Sentir los ojos secos y la boca salada, y sentir que algo vibra más allá de la tierra. El tronco añoso y seco, producirá retoños. Florecerán un dia sus yemas agotadas. La savia riente clara correrá por sus venas?
Vivo el presente, y es un presente estático donde el sol ni despierta ni se pone.
Donde no brillan las estrellas, y la luna ni es menguante ni es llena, veces me pregunto si mi sombra soy yo Calló el poeta.
o mi yo está en mi sombra. Me sigo a todas partes y no me encuentro. El silencio vibró al són de sus lamentos, y entonces. oh milagro. sintió que en lo profundo una voz le gritaba desde el tiempo infinito. Te quejas, y estás creando. grito, grito, grito! mi voz en el viento vuelve en ancas del eco gritando: la has perdido!
MARIO HERNÁNDEZ Costa Rica, junio de 1941.
Mayo de 1942. Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica