IndividualismViolence

REPERTORIO AMERICANO 259 De la Vida y de la Muerte (En el Rep. Amer. XI De la Muerte Cipo (En el Rep. Amer. Porfirio Barba Jacob Ya fué tu vida un engranaje en ruedas; una sal con dos crismas.
en la inversa caricia del amor y el dolor.
Un vaivén transformado de rutas en problemas que doblaron tu espacio de potencia, en crisol.
Fué tu vida una entraña de intenciones sagradas; raro cóndor que en vuelo nadie supo vencer.
Un inquieto en la rica variedad desgranada, que en extraño sendero de la fuerza escondida paró en astro de un ciclo que hoy empieza a volver.
Fué tu vida una fruta de sabor, perfumada.
Entre esa hermosa casta que es ocal en tu tumba salió un fulgor del vaso que calcinó tu ser arraigado en los días, reproduce tu altura que da auroras radiosas, sobre fibras de ayer.
La vida es la manifestación de la existencia perdurable del Universo. Nacer y morir son como dos polos de la vida individual. Pero mientras el primero aparece con regocijo, el segundo despierta, casi siempre, la idea de pérdida irreparable. Sin embargo, si el vivir necesita del nacer, también le es necesario el morir. Sin este ocaso, el amanecer resultaría imposible. Si no fuera el miedo a la pedantería, recordaríamos lo de la crisálida y la mariposa.
Tampoco creo que sería exagerar si afirmáramos que la muerte es una etapa de la vida. De considerar el nacimiento y la muerte como extremos de una recta o curva abierta, nace el miedo a la segunda, y el miedo siempre implica desconocimiento. Yo me obstino en pensar que son puntos más o menos distantes de una curva cerrada. Esta línea, con su regularidad o disimetría, sería la vida. Si lográramos acostumbrarnos a esta consideración, acabaríamos por tomar los dos hechos antinómicos con serenidad.
Claro que la muerte, a pesar de todo, siempre intimidará, pues supone un comienzo en un más allá desconocido en donde la Justicia ha de obrar. Pero, los limpios de intenciones perversas, continuarian serenos. Religiosos hay que tiemblan al saber que han de morir en cuerpo, no en espíritu, y no podemos comprender como esto puede ocurrir.
Lo repito: morir es el término de acá; nacer es el de allá: entre ambos está la vida. Esta ha sido y es y, ante la infinitud del Cosmos, la razón nos dice que persiste con él eternamente. El cuerpo es el vehículo del espíritu. Como ser finito, ha de empezar en el nacer. aunque tampoco empieza, pues sus elementos constitutivos existen desde el principio) y terminar en el morir. De modo que el nacimiento y la muerte sólo a él atañen.
Un hiperestesiado espiritualismo produce la anormalidad, y ésta.
sea del orden que sea, es siempre mala. Los místicos y los ascetas desprecian al cuerpo hasta tal punto, que como Plotino, se avergüenzan de tenerlo.
El cuerpo es la plasmación de nuestra personalidad. Es el sujeto del dolor; pero también del placer, y, ambos son la sal de la vida.
Los estetas que no son narcisistas tontos cultivan su cuerpo por respeto a su espíritu. Del equilibrio entre la salud la belleza nace el placer espiritual que muchos no conocen.
Para pocos, el cuerpo es la caída del espíritu. Aunque así pensara no podría menos de rendirle culto como fervoroso amante de la belleza que soy. Pues. hay algo más perfecto que el cuerpo humano? Es preciso que se llegue al sentido humanista del arte para que sea tomado como motivo óptimo de belleza. sin velos, con todo el triángulo del sexo, pues no está el pecado en la expresión de lo que Dios hizo, sino en la intención que se pone al mirar.
Yo no creo que es por miedo a la aniquilación que el hombre actual matiene, todavía, la costumbre de los entierros. Por dignidad y consideración a nosotros mismos deberíamos afanarnos por implantar la cremación, y no para que nuestros deudos guarden las cenizas, sino paar que éstas fueran aventadas desde un lugar elevado. Hay muchas cosas que han de desaparecer y una de ellas son los cementerios, provocadores de vanidades a deshora y del concepto macabro de la muerte. Cuando dejen de existir, el esqueleto con la guadaña será arrojado del campo de la imaginación por la radiante figura del ángel que nos libera.
En todo caso, el columbario romano podría adaptarse a las exigencias actuales. El arte daría a ese palacio de la muerte, la apariencia voluptuosa de la vida. Quizás la muerte acabaría por dejar de inspirar el terror de ahora, muchas veces debido a un fanatismo religioso nacido de una aberración teológica. La religión fría y positiva, la que practicaba y recomendaba la flagelación y recurría a la sensualidad refinada de los autos de fe, tiene que ser reemplazada por otra más divina enemiga de esa práctica poco adaptada a la idiosincrasia del hombre occidental. El pensamiento loyolano, muy español por cierto, de refinar el ascetismo para hacer realzar el espíritu.
incluso en esta vida, lo considero antihumano, y, si se me permite, poco espiritualista, pues quitándole al cuerpo los vehículos de verdadera vida, la personalidad queda tan seca de visión universal, que el catolicismo que propone defender se convierte en un individualismo sordo a toda aspiración noble. La muerte, pues, ha dado lugar a varios delitos de lesa vida. Aquí, hay que darle al cuerpo lo que YSOLA GÓMEZ Costa Rica, julio de 1942.
suyo es, y ojalá el culto helénico clásico reviviera para que con su influencia evitara hasta la mutilación en la muerte.
Por otra parte, me atrevo a afirmar que la muerte es la gran depuradora. Los seres adquieren, por ella, cualidades que antes eran desconocidas o atenuadas. Basta que ella haya alcanzado a un ser querido, para que éste quede formando parte de una categoría superior intocable. Un tabú que nos inspira un sentimiento difícil de describir lo rodea.
La eutanasia, podría ser tolerada y reglamentada en una edad próxima, cuando aquella aberración aludida sea imposible. Repudio el suicida por dos razones: por el sentido de deserción que me representa y por la violencia que entraña. En cambio, si la ley, en vez de ser excluidora se hiciera acogedora, evitaríamos esas mutilaciones horrorosas realizadas con las muertes violentas. Podría haber como ya hay quien lo prevé casas supervigiladas en donde los cansados, los desahuciados o desengañados pudieran dar fin a la vida del cuerpo de la manera más serena y placentera.
Ya se ve, pues, que la idea espiritualista no priva la libertad al cuerpo, antes al contrario, quiere para él todo honor y respeto de que sea merecedor, no ya como representante de nuestra personalidad, sino como acabada obra de arte. Si nunca has pensado introspectivamente, hazlo, y verás las maravillas inexplicables que se esconden en tu in terior. Después de filosofar intimamente, sí, puedes elevar los ojos al cielo, pero sin extrañarte de no poder descifrar sus misterios.
Precisamente ante tanta interrogación, no has de sentirte extraviado; al contrario, sereno ante el enigma de la muerte, pues quizás por ella lo misterioso dejará de serlo.
LORENZO VIVES Hacienda San Lorenzo. Alajuela, Costa Rica, julio de 1942. Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica