Repertorio Americano Tomo XXXIX SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA San José, Costa Rica 1942 Sábado 17 de Enero Año XXIII No. 929 No. Sumario: José Pereira Rodriguez Alfonso Reyes Colección Ariel Escolios a una apasionada revisión de Rodó Diálogo de América Testimonios La guerra y nuestra educación Un gesto muy colombiano Hudson y Thoreau Rubén Darío y la cultura de Nicaragua Geopolitica en Alemania y en Argentina Carta a Pablo Neruda Un bijo y un padre Sonetos del Arcángel Claudia Lars en Guatemala Simbad Antonio Gallo Juan Ramón Jiménez Gonzalo Dobles Claudia Lars Antonio Zamora Baier Luis Franco Edelberto Torres Homenaje a Alberto Masferrer Humberto Dias Casanueva Los Trabajos y los Días El diálogo de América Por ALFONSO REYES (Es un recorte. Envío del autor. De El Nacional. México, 22 IV 41. Las quejas sobre la incomunicación de América pueden llenar libros; los libros, llenar bibliotecas. La fuerza colonizadora daba араriencia de unidad a un Continente despedazado en secciones. La unidad sólo se realizaba, simbólicamente, en la referencia a la metrópoli. Al sobrevenir la independencia, aunque las primeras proclamas de los caudillos, desde México hasta Buenos Aires, se dirigían en general a los americanos. esto sólo era una manera de hablar.
La independencia tuvo que fundarse sobre la realidad de nuestras unidades geográficas y políticas, determinar el fraccionamieato en varios Estados de la multitud América. como podemos decir en términos escolásticos. En el orden material, los mismos obstáculos a la comunicación parecían emblemas de nuestra grandeza y proporcionaban engañosos argumentos a nuestro orgullo. Lo que se ha dicho a este respecto sobre México podría aplicarse a toda nuestra América: Nuestras montañas no se juzgaban tremendos obstáculos para el tráfico, sino depósitos inagotables de plata y oro. Nuestras enormes distancias, aunque sin caminos ni poblados, probaban nuestra grandeza. Nuestras selvas vírgenes de la tierra caliente no se consideraban pobladas de las dificultades que encierra una naturaleza inexplorada e inculta que, como una fiera, no se deja domesticar sino devorando a los primeros que se le acercan: Eran fragmentos de paraíso terrenal, en donde no había más que recoger en abundancia, y sin capital mi trabajo, maderas preciosas, frutos tropicales de alto precio y tesoros de toda especie. La falta de ríos navegables, y aun de lluvias, nada significaba como elementos adversos; nuestra ignorancia, nuestra falta de capitales y la concentración en pocas manos de los que había; la abyección del indio; el exiguo desarrollo, por no decir la absoluta carencia de instintos sociales, vínculos impalpables cuya existencia es indispensable para constituir un sólido organismo político: nada de esto se tomaba en cuenta.
Lo único que estorbaba nuestra felicidad era el español, y ése estaba ya vencido. No nos quedaba más que gozar sin trabajo, sin capital, sin vías de comunicación, sin ciencia, sin moralidad, sin respeto al derecho ajeno, de las inmensas riquezas con que la naturaleza nos había dotado pródiga y generosa. Estas palabras irónicas denuncian aquel estado de ensimismamiento que nos hacía imaginarnos grandes por la grandeza de nuestros accidentes geográficos, y sublimes porque en nuestras tierras hay volcanes sublimes. esta dolencia imaginativa podemos llamarle la falacia volcánica. Quién es el joven, imbuído de espíritu renovador, que con tanta sinceridad y bravura descubre así nuestra mentira? Es un anciano que se llamaba Pablo Macedo, y escribía en las postrimerías del régimen porfiriano, allá por 1904 (La Evolución Mercantil. Una es la incomunicación material; otra, la espiritual. aunque las cosas hayan mejorado un tanto, justo es declarar que el mayor esfuerzo se debe, no a los llamados hombres prácticos, sino a los llamados teóricos. Por una parte, los políticos tienden a operar sobre las emergencias cotidianas y se distraen en las cuestiones inmediatas del campo nacional; los agentes del comercio lo reducen todo, naturalmente, a sus preocupaciones lucrativas, y se dejan fuera cuanto afecta a la simpatía y el conocimiento entre los pueblos. Por otra parte, las escasas conquistas logradas en el orden político y en el comercial no admiten siquiera comparación con las conquistas aunque todavía modestas alcanzadas en el orden teórico por las clases intelectuales de América. El mutuo conocimiento entre nuestros pueblos ha sido fomentado, sobre todo, por los poetas, únicos capaces de expresar y confrontar los fenónemos de la sensibilidad nacional. Las informaciones de las Cancillerías y los directorios de las Cámaras de Comercio resbalan sobre la superficie de las realidades americanas. Pero el ya manifiesto interés de lectores y escritores, tan desarrollado en los últimos años entre unas y otras repúblicas, ése sí que entra en lo profundo de las conciencias, ése sí que crea verdaderos lazos inquebrantables. América, que tuvo desde su nacimiento un sentido poético, por cuanto fertilizó los impulsos utópicos de la mente europea, ofreciéndolé un Continente para el sueño y el despliegue de nuevas experiencias, sigue siendo alimentada por la poesía, en el proceso trabajoso hacia la conciencia de su verdadera unidad. Por donde resulta, una vez más, que la teoría es, en el mundo humano, el motor de la práctica; el pensamiento, de la materia; el logos. de la acción. Repitamos para nuestra América, aquellas razones con que Pericles explicaba la superioridad de Atenas. No creemos que el discurso dañe a la acción.
pensamos, al contrario, que lo peor es ignorar las palabras antes de ejecutar los actos.
Quisiera señalar al lector una singular y recientísima manifestación de la inteligencia americana, que merece considerarse como un acontecimiento social. Trátase precisamente del orden teórico por excelencia: de la filosofía.
Los nuevos grupos filosóficos de México y de Buenos Aires trabajan en estos días con una ejemplar solidaridad. Al núcleo argentino, representado en la persona de Francisco Romero, en sus amigos, colaboradores y discípulos, responde en México el Centro de Estudios Filosóificos, recién creado en nuestra Facultad de Filosofía y Letras. El hecho no es sólo expresivo por la intensidad del diálogo entablado, sino por la misma circunstancia de que existan ya interlocutores para el diálogo.
La filosofía en nuestras repúblicas ha sido. El 10 de mayo próximo se cumplen los 25 años de haberse muerto el insigne José Enrique Rodó. Es un caso parecido al de Rubén Darío, que se fue un año antes que él. la memoria de Rubén Darío dedicamos el volumen anterior. la de Rodó, dedicaremos el XXXIX que hoy principia.
Quedan invitados, los que puedan hacerlo, a decit de Rodo lo que sientan y piensen: recuerdos, su ejemplo, su presencia espiritual, su voz monitora en estos dias indecisos, y decisivos, de su América; su obra, revisión de la misma; qué opinan de Rodó los jóvenes preocupados. buscan sus libros, lo leen. asi otros asuntos interesantes.
Dentro del ejemplo que Rodó nos dejó, bien caben, al juzgarlo, simpatias y diferencias. Suya es la expresión memorable:. un adversario no quiere decir un enemigo. Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica