254 REPERTORIO AMERICANO Poemas de Alejandro Peralta (Selección y envío de Vladimiro Bermejo. De su libro el kollao. Lima, 1934. Pedro Humpiri Juana Aurora La noche anda mareada por las afueras basural de sombras esta calle te ha visto quemar tus bengalas chispas Pongo mi corazón a tu sombra Juan Aurora Amada entristecida Un grito a tus hijos fué la señal de la muerte de amor volando sobre la paja del techo Temías por ellos porque sabías que vivíamos acechados como viven todos los que se defienden trabajando poco de tu muerte los hombres cebaron en mi sus odios nuestro pueblo se puso inconociblemente triste Orkopata nos franqueó su cobijo su pan duro nuestros chicos lo adornaron con siempre vivas En la panadería el brazo fornido la boca triste Pedro Humpiri es domingo tienes flamante camisa de tocuyo el sombrero te muerde la ceja ardida junto a tu phasña en la tapia te olvidas de tu charango que te cuesta días noches de fuego Qué cuesta un charango si desde llokolla has cargado como tu padre en las minas tu padre fué un mitayo tú mismo eres un mitayo Tu charango sabe llorar como un hombre las herramientas indios de los surcos truncados alegría idiota de sumo de coca están mascando el yerro viejo del yugo Orkopata ya ha dejado de ser la casita de cuatro piedras para ser sustancia de espíritu que alimenta a los hombres hoi está en la manigua al pie de Tiawanaku como está en el aliento fatigado de estos tiempos Qué fuerte nos sentíamos sabiéndonos del Kollao vientos crispados del inkario hombres despojados de su terrazgo rocas sol rebeldes eso es nuestra altipampa Aqui plasmamos nuestro destino Brazos filudos agitan el horno mañana debe salit temprano el pan.
Pedro Humpiri a fuera pata de bestia en el barro a cargar el sol sobre los lomos.
Erasmo Gabriela Magda tres niños pobres dignificaron tu feruor por tu escuela del pueblo pero pronto comprendimos que la vida que vivíamos tenía dueños entonces todo fué forcejear hacia la muerte El indio Pako Nunca podré olvidarlo Así como cayeras para no levantarte sangre de troglodita un rábula funcionario en tu ramo te mandó dejar el lecho para eso se te pagaba eras maestra Después no pudiste más te acabaste a los treinta años Erasmo sus hermanitas no saben nada de esto sólo crecen sus ropitas raidas les dan el frío que viene de su muerte La prisión le ha comido la carne al indio Pako sólo le queda el pómulo filudo en el regazo de un cerro va a pasar la noche allí le tocó hacer frente a las balas cada peñasco era una máquina de fuego él sabe bien que murieron a miles de ninguno pierde la cuenta. sufrimos como los hombres de nuestros cerros agazapados para el asalto ALEJANDRO PERALTA Cuzco. Perú.
Charango maloliente y sombra detenida la cárcel le dió un rincón a su consciencia y se pasó los años olfateando su pensamiento.
El poema No. Siente la noche a bocanadas sabe que en el galpón no queda nadie. De España, aparta de mi este cáliz. Editorial Séneca. México, Pero aquí está el indio Pako y su nombre es alcohol para la indiada.
Todos lo han visto bajo el látigo veinte días uno tras otro.
resoplar y apretar los dientes los ojos acezando en un lago de sangre.
Los mendigos pelean por España, mendigando en París, en Roma, en Praga y refrendando así, con mano gótica, rogante, los pies de los Apóstoles, en Londres, en New York, en México, Los pordioseros luchan suplicando infernalmente a Dios por Santander, la lid en que ya nadie es derrotado.
Al sufrimiento antiguo danse, encarnizanse en llorar plomo social al pie del individuo, y atacan a gemidos, los mendigos, matando con tan sólo ser mendigos.
Para qué hablar y hablar para que arrastrarse detrás de la justicia.
Han barrido con todo ¿Acaso alguien lo ignora?
Antes para los blancos era toda su rabia pero hoy ya entiende que no sólo los indios se mueren a miles sino también los obreros y los campesinos.
Hombre de piedra refugiado en sus llagas.
Indios y ganados cuentan millones de cabezas los cerros para cubrirse del hielo los desperdicios para saciar el hambre.
Toda la tierra es del patrón al pudridero el que se oponga.
Ruegos de infantería, en que el arma ruega del metal para arriba, y ruega la ira, más acá de la pólvora iracunda.
Tácitos escuadrones que disparan con cadencia mortal, su mansedumbre, desde un umbral, desde sí mismos. ay. desde sí mismos.
Potenciales guerreros sin calcetines al calzar el trueno, satánicos, numéricos, arrastrando sus títulos de fuerza, migaja al cinto, fusil doble calibre: sangre y sangre. El poeta saluda al sufrimiento armado!
CÉSAR VALLEJO ¿Quién defiende a los indios, indio Pako?
La cara del indio Pako pesa como un peñón sobre la pampa. Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica