REPERTORIO AMERICANO 79 En el 4º aniversario de la muerte de Mariano Silva y Aceves (De El Nacional. México. 25 noviembre, 1941. Sin duda los que habíamos leído a Mariano Silva y Aceves solamente lo conocíamos a medias; nos faltaba completar su conocimiento escuchándole. Ese adentrarnos en su personalidad, ese saber de oídas, en este caso, es una frase cargada de sugerencias y fue el privilegio de quienes lo conocimos y tratamos.
Mariano Silva y Aceves demostró siempre al hombre que llevaba dentro. Por encima de la literatura manifestó hasta dónde las inquietudes de la hora turbaron su conciencia. Siempre que estuvo en la Dirección de algún puesto encauzó el juego de opiniones encontradas, centró el debate a fin de aplacar los ánimos en medio del desasosiego que notaba. Examen ecuánime y objetivo de los hechos, serenidad imperturbable, discreción y tacto para que las personas que discutían lo que el presidía deliberaran con la máxima libertad, energia oportuna, tales fueron las virtudes con que Mariano Silva y Aceves contribuyó a hacer fecunda la labor de su paso por la vida.
En su trato personal no era precisamente Silva y Aceves un causeur, pero tampoco tuvo nada que ver con el charlista, con el divo del belparlante. Estaba lejos de la frivolidad que cultiva el primero y, en cuanto al segundo, se apartaba de su afición al repulgo preciosista, al merengue retórico, a la imaginería vebal recalentada. Si hay algo que rechazó la naturaleza de la vena oral de Mariano Silva y Aceves, fue el profesionalismo y la receta. El causeur, improvisador puro, busca el entretenimiento de su tertulia y una vez que lo consigue, renuncia a logros de mayor aliento. El charlista, guarece las paredes de sus piezas verbales con papeles pintados; se enjoya con baratijas y abalorios; teje sobre el cañamazo de un plan previo una disertación de factura laboriosa, con brillo de mueble cromado, todo ello aparentando espontaneidad. ΕΙ charlista, además, transforma la conversación en espectáculo, en alardes de visualidad a base de pintoresquismo descriptivo, para lo cual aprovecha las sobras del banquete literario; muletillas, trucos y, en fin, el repertorio de lugares comunes que ya fueron expuestos en el mundo de las letras, retirados de la circulación por exceso de uso.
Ni recursos histriónicos, ni siquiera languideces de fugaz efectivismo sorprendieron, en ningún momento, la expresión de Mariano Silva y Aceves. Cumplió el primer precepto del escritor al torcerle el cuello a la declamación y a eso que se entiende por elocuencia. Toda la eficacia de Silva y Aceves se debe a que el acento personal caía sobre la palabra y sólo sobre ella. La palabra adquiriría un prestigio avasallador ensartada en el pensamiento que Silva y Aceves desenvolvía y conducía adonde se proponía, sin violentarlo, con dominio infalible de arquero, con la difícil facilidad del agua que fluye. En su discurso, la palabra era la protagonista exclusiva pues admitía, que le prestase realce ningún elemento de la escena, ninguna luz de candileja, fuera disimulada o no. Sentido e intención se desnudaban en los labios de Silva y Aceves por obra y gracia de la palabra, sin complicidad de tercerías de sorpresa, sin celestinazgos de mímica. Es cierto que el gesto y el ademán revistieron en Silva una intensa vivacidad plástica, un poder sobremanera subyugante, pero uno y otro se retraían pudorosamente cuando hablaba en público. Así, ademán y gesto refundían su impulso en la palabra misma, vigorizando su alcance comunicativo, su magia verbal, su decoro. En todo caso, podría decirse que Silva fue un disertante de cámara: deleito al mismo tiempo que discurrió con una Mariano Silva (Dibujo de Zalcedo)
ΠΟ resmezcla de rigor lógico y de elegancia natural, sin rebuscamiento.
Alguien le pidió delante de mí la fórmula de su arte de hablar y de paso se refirió a la retentiva. No le exijo nada a la memoria, acepto humildemente lo que me da. fue la puesta. la memoria fue pródiga con él agrego yo porque la estimularon un corazón fervoroso, una inteligencia ágil y una sensibilidad que permaneció siempre con los fuegos encendidos.
BLANCA DE LA VEGA.
México, a 24 de noviembre de 1941.
Poema del hijo (En el Rep. Amer. Caballeros: sus vestidos de casimir Tus senos son fecundos. hay esperanza en tus ojos.
Es la nueva palabra con que hablará mañana cuando ya se ha extinguido.
Señoras y Señoritas: El hijo que prometes será exacto.
Es la fuerte promesa realizable en el tiempo.
Como palabra tierna vertida suavemente, sus abrigos a la medida o sus vestidos de estilo sastre, sólo la SASTRERIA LA COLOMBIANA de FRANCISCO GOMEZ e HIJO podrá complacerlos; única especializada en esta clase de trabajos.
HAGA UNA VISITA SERA BIEN ATENDIDO Mujer, mi compañera, la madre de ese hijo que viene galopando entre su sangre: Yo quiero que tu carne resplandezca con el dolor del parto prometido.
Como el viaje perfecto de mi mano en tu cuerpo.
Como el placer precioso producido en espasmos. que de luz se llenen tus entrañas.
Tus senos son fecundos.
Tu cuerpo ya no es cuerpo simplemente.
Tierra fértil, sencilla, fecundada, cuida mucho sus ojos y sus manos.
50 varas al Sur de la Cantina Chelles, Paseo de los Estudiantes TELEFONO 3283 Sucursal en CARTAGO: 50 vs. al Norte del Teatro Apolo. Sucursal en HEREDIA: frente al Teatro ASTRAL: Teléf. 91.
Es la parcela fértil fecundada en caricias.
Mis palabras te riegan y recogen aromas de un fruto que ya es germen.
Forque él viene tan tierno como el agua que contienen las flores que crecen en los campos.
Tus senos son fecundos.
Tu vientre que florece suavemente se semeja a los árboles de mayo.
En la ciudad de México, consigue Ud. este Semanario con Juan Luis Campos Villalobos Correos: partado 10428 LUIS DE LA OSSA TOLEDO Un hijo es en el hombre el anhelo que surge y se realiza México, 1941. Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica