202 REPERTORIO AMERICANO Los primeros años (Fragmento de un poema)
Por Juan Antonio CORRETJER La mía la primera. dijo, y se lanzó a la calle con su hijo.
Al compás de ese árbol que se inclina en presencia del aire, y al murmullo de ese río que pasa y nunca pasa, quiere esta tarde, madre, el hijo tuyo, evocar esa imagen que traspasa su corazón, y mira en cada onda cordial multiplicados el pecho que suspira, los ojos negros de criolla calma, la mano que la lira enseñóle a pulsar y la bandera a sostener en lucha a toda alma: la frente que cruzara en pensamiento antes de ser, y el seno y el aliento donde pasara todas las edades de sigilosa evolución, en rumbo al haz de las primeras claridades y del deber y el sacrificio al mundo.
al recitar Don Enrique Zorrilla.
Mas, la propicia vecindad hacía, para la educación que era mi puerto, la tertulia de versos y concierto diaria a casa del genial pianista.
Alli aprendí de Mislán violinista.
y de Carmelo, el cornetín de fama, y de Esteves esa poesía exquisitalo que ha de saber toda fuerza si ama. Que el arte puro como Cristo exclama: Ego sum lux et veritas et vita.
Hubo un año de engaños como ahora que ha habido muchos cuando yo era niño. una tarde. Domingo: era las tres la hora.
entró al pueblo al galope un mozalbete gritando que a balazos y al machete en La Pesa dos bandas se batian.
Eran republicanos, unionistas: los dos grupos que habían creado los yanquis, los divisionistas del país desangrado, embravecido.
Me tomaste en la falda y me has leído entonces, con intimo recato. Borinquen, nombre al pensamiento grato como el recuerdo de un amor profundo. esos versos que quiero, moribundo, musitar, hasta irme de este mundo.
Muy pequeño era Ciales todavía.
El Ciales que fundara gente mía que tú me diste. era caudaloso, sin trampas ni represas, el Río Grande, que en la luna de agosto borrascoso la Vega de Pintueles tumultuoso en yertas aguas turbias ancho expande.
Bajo ruedas de coches y herraduras rechinaba la calle de guijarros. la mucha riqueza iba en los carros de mulas, con la mucha gritería de hombres robustos, de palabra impia y almas simples y buenas. Se decía. Jesús. al oír pasar la algarabía. La tierra era una madre prodigiosa que a todos daba, rica y generosa. cada quien sentíase orgulloso de ser lo que era: agricultor, tendero, pilador de café, cura o barbero.
Así, alumbrado con mechero humoso, era Ciales humilde y era hermoso.
Por la razón de amor que de ti llega, oculto manantial que el alma riega.
sol enterrado bajo losa fría, ahora despierta en la memoria mía esa zona en que afinca todavía la madera de ensueño en que me hiciste.
Por la palabra, madre, que dijiste, por el fanal eterno que encendiste, por la canción de cuna que cantaste y la pródiga tierra que sembraste, en perenne vigilia iré soñando, tierra en la boca y seguiré clamando.
noche y tiniebla y estaré alumbrando.
mudo el piano y vibraré cantando, seca la tierra y seguiré sembrando. al rescatar la estrella de entre el lodo te volveré a decir: Gracias por todo!
Empezaban los bailes con lanceros en el Casino, con la gran orquesta capitalina, y era ya la fiesta hasta temblar los últimos luceros.
Había también holgorios familiares cuando, al rasgar guitarras y violines. La Tempestad cantaba Don Vicente Martínez se invocaba a los patricios lares entre flores, canciones y mantillas, Santa Rosa de Guaynabo.
La sociedad mecanizada Por Arturo MEJIA NIETO (Es un recorte de La Prensa de Buenos Aires del 12 de agosto de 1949. Envío del autor. En el pueblo una antigua casa había con techado de tejas y maderas crujientes, una casa que tenía el patio grande, y en el cual crecía alto ciruelo, hasta el que venía bandada de palomas placenteras. en la casa eras tú, la soñadora que ensoñaba a su hijo sueños grandes, sueños justos y nobles: la creadora no de un cuerpo, de un alma amanecida, para intentar esfuerzos de titanes o renunciar por ellos a la vida.
bor literaria, sin que los años transcurridos desde la publicación de su primer volumen hayan aminorado su fervor inicial LA CONFERENCIA El conferenciante agradeció los conceptos del doctor Marino y seguidamente dió lectura a la disertación: Un cuadro de Campeche era un Dautista con el pascual cordero reclinado en la falda del Santo regalado por su amiga del alma Guillermina Dávila y Náter, hermana del pianista compositor, autor de Alas de Oro. Don Emilio. Le decíamos Titi Mina. He ahí el primer tesoro que me enseñaste a amar. de ahí, por cierto, la causa de por qué siempre he sabido, a través de lo triste y lo sufrido, que he de escuchar con corazón abierto a toda voz que clama en el desierto.
Calificada concurrencia asistió a la sesión pública realizada ayer en el salón de actos de La Prensa por el Instituto Popular de Conferencias. Ocupó la cátedra Arturo Mejía Nieto, quien des arrolló el tema: La sociedad mecaniza.
da.
Presidió la reunión el titular, doctor Gregorio Aráoz Alfaro, y se situaron en el estado y en lugares de preferencia los señores: embajador de Méjico, doctor Juan Alvarez del Castillo; Juan Car.
los Rébora, Arturo Capdevila, Clodomiro Zavalía, Osvaldo Loudet, Luis Podestá Costa, González Arrili, Virgilio Reffino Pereyra, Félix Etchegoyen, Leonardo MacLean, Rafael Cano, Juan Briano y otros.
Presentó al orador el secretario del Instituto, doctor Oscar Merino, quien recordó la carrera diplomática de Mejía Nieto, realizada integramente en la Argentina, donde representa a Honduras como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario, y citó después algunas de sus creaciones literarias, tales como Relatos nativos, Zapatos viejos, El solterón y, especialmente, El perfil americano, premiada por el Pen Club. El doctor Marino expresó más adelante que Mejía Nieto es un verdadero ciudadano del continente, y añadió qu difunde sus ideas sobre el destino de América con tesón infatigable, en la tribuna y en los periódicos, continuando a la vez la laHe de evocar la noche tenebrosa en que Ciales ardió. Por dos esquinas se levantó la lengua cancerosa del incendio voraz. Manos cansadas, sangrantes del esfuerzo doloroso, conducían en baldes desde el río.
el agua que enfrentar al poderío creciente de las llamas. por vencer las flamas que ya un tercio de pueblo devoraron unos hombres pensaron en derribar las casas más cercanas.
Al hablar de la sociedad mecanizada comenzó el disertante corresponde formular una advertencia: la máquina no constituye problema por su origen, que arranca del siglo de nuestra era, sino por su desarrollo a partir de los últimos 150 años. Representaré la personalidad humana con un terreno regado por un río que lo nutre de agua, pero que es alimentado por el aire, el sol, ingredientes químicos y el cuidado inteligente del agricu.
tor. Suponed que tal hilo de agua se hincha.
luego desborda, como torrente caudaloso, des.
pués inunda y finalmente contrarresta las otras nutriciones por su exceso. Idéntico caso ocurre con la máquina. También la personalidad humana, que requiere nutrimentos físicos, morales, estéticos, intelectuales, místicos, empobre.
ce y muere con el caudal excesivo de uno de estos alimentos que aplaca, sin embargo, a cada uno de sus hombres. Ello ocurrió con la razón lógica; en particular el método experimental y las ciencias exactas que fermentaron el advenimiento de la técnica y la sociedad mecanizada Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica