318 REPERTORIO AMERICANO y y niñas Rosas y rosas brotaban Ya tengo mi sed calmada.
animal, y grito: sucirenlo. Sus ayudantes le sin que nadie se enterara El azul claro de un dia hicieron caso. El animal comenzó a saltar como que su savia, más que savia, profundo azul de esperanza bola en rebote; ponía las patas a un lado, de era palpitar de lágrimas.
ha llegado a ser. quiero derecha a izquierda, para atrás, para adelante. Pero ha llegado la hora! que siempre bebas de mi agua, pero el viejo Villegas seguía en su puesto, firme, Despertaron las pestañas porque mientras tú la bebes valiente, vencedor.
de la fuente de los sueños se tornan todas mis ansias Hubo un momento en que el animal, cansacon formas dulces y vagas; en plenitud de verano, do, dejó de saltar. El viejo sabanero despegó sus porque he sentido el milagro o en carcajada de lanza, manos del mecate, aflojó las piernas, alzó los de unos labios que mis aguas clavada al fin en el blanco brazos y estrechándose él mismo las manos de han bebido, y ya no lloro. que tanto tiempo añorara.
nuevo empezó a saludar al público que lo vitoreaba. De pronto, ante la espectación general, el Costa Rica, agosto del 42.
MARIO HERNÁNDEZ novillo se alzó de la tierra, tendió su cuerpo en los aires, y el viejo Villegas, sin esperarlo siquiera, cayó pauza abajo. besando el suelo.
La fierra Una nueva griteria inundó el espacio: al zopilote, al zopilote. y el viejo patrón, alzado (En el Rep. Amer. por sus propios sabane os, con al cara cubierta Fue una tarde veranera de un diciembre inol El renco Miranda. uno de los tantos, es el de polvo, fue llevarlo hasta el tronco de un vidable.
primero en lucirse: el novillo pasó junto a él cofrondoso higuerón.
Mucha luz en la pampa. Viento fresco en mo una exhalación y nadie supo explicar si lo que Allá, en la copa del árbol, podrido y hedionlas colinas y mucho pivo en los caminos. vió en el aire fue la cornamenta o el lazo. Lo do, infestaba la atmósfera un ave muerta: era En los corrales de os Villegas había tra cierto es que un seguindo después la cuerda se el zopilote.
jín de fiesta: mujeres olorosas a jabón fino. estiró, el renco Miranda hincó los dedos en la Tres días antes le habían matado y suspencon ramitos de flores en la ondulada cabellera, tierra, y pegó un grito: No escupo al sol por dido en las ramas del árbol. Un niño le cuidaba blusa asedada de manga corta y enaguas engono dejarlos a oscuras.
espantando a los otros zopilotes que trataban de madas. Todas iban y venían saludando con son El cuadrúpedo fue arrimado al bramadero. comerse a su propio congénere.
risa de amiga o miradas de novia a los chalanes allí lo volcaron de un fogón que estaba por Aquel zopilote muerto y pestilente, escondido que se aprestaban jubilosos a la tarea vespertina, fuera del corral trajeron el fierro. rojo como entre las ramas del higuerón, era en aquellos moque ellos adivinaban li na de emociones y pro los celajes de aquella tarde, y sobre una paleta mentos como un Dios del sacrificio, del castigo metedora de triunfos de glorias.
lo dejó pasar pesadamente el viejo Villegas, or o de la censura, entronizado en un altar de corSobre los maderos del corral escogido para la gulloso de estampar sus iniciales en los cuadriles teza, ramas y hojas. Hasta el serían subidos los fierra, maderos que se apiñaban unos a otros de aquel bruto que lo pasearia hasta el dia de la sabaneros bisoños o descuidados que se dejaren formando círculo casi mpenetrable, niños muerte por las pamoas soleadas de aquella ar tirar al suelo por el animal que montfasen. el curiosos se sientan desde temprano a esperar el diente tierra guanacasteca.
viejo Villegas, no por dueño o por patrón, iba comienzo del espectáculo.
Puesto el fierro, el renco Miranda se acercó a escapar del tormento. Alzado en peso, con la No lejos de alli, junto al rancho de guaru al cuadrúpedo, le cruzó el cuerpo con una cuercara cubierta de polvo donde se escondían namo y hojas de caña donde se ha instalado da, por la parte delantera, la ajustó bien, se riz, ojos y boca, fue llevado al altar del sacriprovisionalmente la cocina en la que las mujeres agarró del mecate, pegó un brinco, cayó en los ficio. Lo sentaron en una tablilla amarrada en más viejas preparan las viandas de la cena, una lomos del animal, y grito: suéltenlo. Sus amiel extremo de una cuerda, pasaron ésta por enmarimba, alegrona y bullanguera, suelta a los gos soltaron al bruto. Hombre y animal se viecima de la rama más ce cara al zopilote y comenaires notas de valses y polcas que prenden chispa ron en los aires. un tiempo, la griteria era zaron a tirar del otro extremo hasta hacer pegar de entusiasmo a jóvenes y viejos. Dos guitarras, ensordecedora: téngase duro. cuidado afloja las narices del pobre viejo en el deshecho cuerpo, rasgadas con maestría denuedo la acompañan las piernas. el polvo lo espera. cuidado con hediondo y pestilente, del zopilote entronizado.
con sus acordes sonorcs. Bajo los naranjos del besar la tierra. el animal seguía brincando, Unas gotitas de sangre, rojas como frutilla patio, las parejas danzan acompasadas y sudorode higuerón en cosecha, empezaron a caer de pero aquel hombre, aca renco Miranda, no era un hombre: era parte de aquel animal, era otro lo alto del árbol. Los sabaneros y el público De cuando en cuando la Petra y la Ja fierro en el lomo del semoviente. Por fin, en un que vociferaba en deredor del tronco se dieron coba. cuarentonas de piel tostada, nobles. pero momento de sosiego el renco Miranda se tiró, cuenta bien pronto de que algo grave sucedía muy nobles. porque nunca dicen nó a nada ni de pie en la tierra, con la cabeza erguida, de al viejo patrón, y dieron orden de bajarlo en el a nadie, que nunca faltan en las fiestas y que frente hacia el sol, saludando la acto. Así lo hicieron, y al bajarlo notaron que el sirven para todo, salen del rancho y distribuyen primeros aplausos fueron para él, que había sido viejo Villegas estaba herido en la frente, lo entre músicos y bailarinas sendas jícaras con chi el primero en lazar y en el montar, que era la que nadie notó cuando lo alzaron porque una cheme, chicha o aguardiente, del comprado onde regla: el que amarraba al animal tenía que mongruesa capa de polvo cubría su rostro moreno.
el chino.
tarlo. así fue; Alli terminó la fierra. pero la fiesta siguió, él triunfo.
Un poco más allá, del lado del yurro que Después fue otro, y luego otro, y otro, y mupor muchas horas más; hombres y mujeres se emcorre callado entre el pasto, a la sombra de es chos más. Cada sabanero que lazaba, era saba borracharon, unos de alegria, otros con guaro, pabeles gigantes, se aiza de pronto una polvo nero que montaba, y aquello se fue convirtiendo chicha y chicheme.
reda. Un clamor de güi pi pías llena los aires.
poco a poco en corrida taurina como en el mejor Sólo el viejo Villegas no pudo lagrer el gozo Se cyen también cantos a la fuerza al poder: de los días de fiestas cívicas en nuestros pueblos de aquellas gentes. Baiado no más de adorar al zopilote, pidió que lo llevasen a su cama de ma He coyunda, aqui esti tu sebo. gui pi pía, al alegres.
dera, forrada con cuero de res y protegida con que diga pe le pego y al que lo apaleo. Al final de la tarde, cuando ya sólo un aniSon algunos de los amos de la pampa, son los mal restaba por mar a. el viejo Villegas. el mosquitero de velo vareteado por las suciedades, moscas y zancudos. allí, metido entre las coreyes de la zoga, son los sabaneros de una ha patrón, sintió que lo aguijoneaba el amor probijas, continuó sangrando al mismo tiempo que cienda vecina que vieren a prestar su apoyo a pio; él, que en sus años de mozo fue entre los rumiando estoicamente su dolor.
los compañeros del viejo Villegas. Vienen ve sabaneros el mejor de los mejores, no podia aqueloces, como rayos, sus corceles apenas si tocan el Ila tarde de fiesta resignarse a sólo estampar el suelo, y de pronto, junto al portón, como obefierro en sus animales. Recordó sus años de deciendo a una voz que nadie pronuncia, sien triunfo en la sabana, pidió un manila. entró Han pasado ya varios días desde aquella tarde tan en raya a sus briosas cabalgaduras, de al corral, cuando el novillo pasó junto a él, le de fervor taurino. Amigo que soy del viejo Vipecho ancho y canilla fina.
dejó ir un por debajo clásico, seguro, firme. llegas, me ha parecido de mi deber ir a visitarlo. Los Villegas y sus muchachos salen al La gaza se ajustó de seguido en las astas pun voy a verlo en compañía de otro amigo.
encuentro. La marimba y las guitarran cesan teadas del cuadrúpedo y el viejo Villegas sonrió, Nos recibe en el corredor de su casa, sentade vibrar, y todo mundo se encamina al corral. triunfante, alzó las manos, y con gesto de gladia do, en una poltrona de cuero, y con palabra La fierra va a correr zar. y comienza. dor victorioso saludó al público que lo aplaudia. entrecortada por el cansancio, nos cuenta que en Un muchachito abre la tranquera y salta al Un sabanero suyo puso el fierro, pero él mis el Hospital del puerto le cosieron la herida, redondel un novillo, ágil como un venado, pun mo, al igual que el renco Miranda, ajustó el sin dormirme, porque a mí naide ni nada me teados los cachos, barzino el cuero, blancas las pretal al novillo, se as bien al mecate, brincó amuina.
pezuñas. Los muchachus se aprestan, como el más ágil de los simios, se encaramó al La herida en realidad era grande, y grave: sas.
a gente. Los diga pa Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica