HitlerViolence

1Repertorio Americano E MA NARIO DE CULTURA HISPANICA San José, Costa Rica 1942 Sábado 20 de Junio Tomo XXXIX No. 12 Año XXIII No. 940 Sumario: Gabriela Mistral César Andrade y Cordero Carios Jinesta Un recado de nuestro Stefan Zweig Hitler almuerza Unas palabras en México Noticia de libros norteamericanos Entrevista relámpago con uis Alberto Sánchez Simbad Poemas nuevos El fundamento de la paz Retrato de Winston Churchill De Clemenceau a Churchill De la Vida y de la Muerte (IX)
Proyectando la paz futura Desastre aministrativo del Gobierno de Honduras La voz monitora de Rodo Hilda Chen Apuy Henry Wallace Julia Garcia Games José de Benito Lorenzo Vives Luis Alberto Sánchez Héctor Medina Planas José Castro Amalia de Sotela Armando Zegri Alicia Prado Sacasa y ClariLel Alegria Un recado de nuestro Stefan Zweig (De La Nación. Bs. Aires, marzo, 1942. Envio de Gris. La dramática carta de Gabriela Mistral que más de sonámbulos que hacen cosas absurdas: saabajo publicamos reveis detalles particulares, conberles muertos, no era posible para nosotros, y movedores y profundos sobre la muerte de Stemuertos por suicidio, menos. La pequeña casa fan Zweig, cerca de quien la gran poetisa chilena estuvo con de columnetas, a media colina, a cuya puertan devota frecuencia durante los últimos meses en la villa brasileña de Pe ta nos esperaba siempre, subiendo lentamentrópolis. La belleza de estas palabras desgarra te las escaleras, estaba guardada por la podas hace de ellas la mejor despedida que una de licia. Arriba hallamos al doctor de Souza y a las naturalezas poéticas más altas de América su buena mujer, al Presidente de la Academia podía tributar a esta naturaleza caída.
de Petrópolis, a un grupo de hebreos, al editor Eduardo Mallea: van adjuntas unas letras brasileño de Zweig y a los consabidos corresde hace días, donde hallará usted un recado ponsales de la prensa nacional y extranjera.
de nuestro Stefan Zweig. Yo no podía manNosotros seguíamos hablando y oyéndolo todo dárselas hoy, 24 de febrero, sin añadirles unas como sonámbulos.
palabras sobre el horrible día 23. Salí hacia Al fin entré en el dormitorio y estuve allí no Petrópolis a las once y media; mi bus ha desé cuánto tiempo sin levantar la cabeza. Yo no bido pasar por la casa de nuestro amigo a mepodia o no quería ver. En dos pequeños lechos diodía: a esa hora él y su mujer agonizaban, juntos estaba el maestro, con su hermosa caallí, solos, sin que nadie supiese esa agonía.
beza solamente alterada por la palidez. La La criada tenía costumbre de que sus patromuerte violenta, no le dejó violencia alguna.
nes durmiesen hasta las 10; no le extrañó muDormía sin su eterna sonrisa, pero con una cho, al acercarse a la puerta hacia las 12, oír dulzura grande y una serenidad mayor toda la respiración del señor Zweig. Pero la pobre vía. Parece que el murió antes que ella. Su mujer solamente a las cuatro se decidió a abrir mujer, que había visto ese acabamiento, le rela puerta. Avisó a la policia; andaba tan trastenía la cabeza con el brazo derecho, y toda tornada que al recibir a un arquitecto francés su cara estaba echada sobre la suya. Al ser que venía de visita, le contestó: Sí, allí esseparada de su cuerpo, ella quedó con brazo tán; pero están muertos. La policía llamó al y mano torcidos y rígidos, y habrá que desgopresidente del Pen Club, Dr. de Souza, a quien bernar el pobrecito cuerpo al ponerla en el estaba dirigida la carta del maestro para sus ataúd. El rostro de ella estaba muy parecido.
Stefan Zweig amigos y que tal vez usted ya ha leído. El doc No habrá nada que me disuelva esta visión.
tor fué a comunicar personalmente la tragedia Tenía él 61 años; ella, 33. El decía siempre: al presidente quien ordenó hacer las exequias En años, soy más que su padre. Ella supo nida de Waldo (Frank, anunciada en la carta por cuenta del Estado y avisó a la prensa de irse con él, dejando detrás la vida entera. La suya, y le participé mi proposición de que el Rio. Nosotros supimos la desventura por un miré mucho rato en el ademán y en el prodi amigo viniese a casa, a Petrópolis, para escatelefonazo de Dominique Braga, a las nuegioso enflaquecimiento del veneno o de la an par del calor. Entonces ambos me dijeron que ve de la noche. Yo estaba recogida y oía sin gustia de la última hora: la de verlo muerto a compartiríamos a Frank, quien podía pasar días entender este diálogo: No puedo oírle, señor su lado. Mantengo todo mi concepto cristiano con ellos, días conmigo. Así lo convinimos.
Braga; hable usted más alto. El teléfono está sobre el suicidio, amigo mío, pero creo que él Contó riendo que él había dispuesto un almal. No le oigo todavía. No le puedo oír. no me prohibe sentir este desgarramiento por muerzo austriaco, desde la sopa hasta el posdespués. Qué cosa tan horrible! el llan el amor de esa mujer hacia un hombre viejo tre. él lo sirvió, con su linda manera, que to no dejaba hablar a Connie, lo mismo que a a quien quiso de pasión y de amistad, y de her nunca se sabía si era de uno muy viejo o muy Braga. Crei que se tratase de un accidente mandad racial. Lo cuidaba con un celo tal, que niño. Habló un poco de Bélgica con Da. Horde auto y busqué entre mis amigos de Petróno estaba lejos de él diez minutos: del aire tensia, residente de media vida en ese país.
polis. cualquiera hallaba menos a ellos. Porfrío, del mucho escribir, del mucho andar que Luego salimos hacia la terraza, donde él gus.
que hacían la vida más quieta del mundo, y la era su vicio único del desaliento: de todo taba de trabajar, pero me detuvo al pasar por más dulce en la apariencia y la más linda de lo guardaba. En mi país yo hubiese rogado que su escritorio para leerme una preciosa carta ver. Tenía tanto miedo de saber, amigo mio, los sepultasen juntos, como a los Berthelot. de Martín du Gard, el novelista. Leía y repetanto temor, que no quería preguntar. Connie Zweig dormía sin sueños, aliviado para siem tía frases y frases, haciéndome sentir el persubió llorando como un niño. Aquí los tres tepre del tiempo y el mundo vergunzosos que fecto, el hermoso estado do espíritu de níamos, más que el cariño, la ternura de ese fueron la ración de su vejez.
otra alma en prueba. Salimos a la terraza hahombre llano como una criatura, tierno en la Mi asombro y el de cuantos le tratamos aquí blando de las gentes que están viviendo su amistad como no sé decirlo, y realmente adora es inmenso. Hoy sólo puedo contarle nuestro tragedia sin la pérdida de una pizca de decoro ble. Usted sabe con cuánta frecuencia nos veía penúltimo encuentro. Nos invitó a almorzar, y de elegancia en la conducta. Entonces me mos. ay! con menos de la necesaria para ha añadiendo a nosotros tres a Da. Hortensia Río dijo, mirándome de un modo particular y reber sabido el secreto de ellos y haberlos ayu Branco, que estaba en casa. Lo encontré un calcándome las palabras: Habría que decir dado, si dable era ayudarles. Dios mío! poco desmejorado, pero en un ánimo más ale lo peligroso que es en América comenzar una Salimos hacia Petrópolis con una sensación gre que otras veces. Le di la noticia de la ve persecución de los alemanes; sé que hay al Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica