72 REPERTORIO AMERICANO Panoramas éticos Por NAPOLEON VIERĂ ALTAMIRANO (En el Rep. Amer. El mito del Destino un BAIXENCH Napoleón Viera Altamirano (En 1939)
Admitimos que la vida del hombre está en función con el medio, y que el medio nos rodea como una masa a la vez líquida y que nos penetrase por doquiera y que no nos dejara mover. Esa compenetración cabal y esa rigidez, es lo que podría llamarse destino, entidad fuera de deliberación, más allá de nuestro pobre arbitrio.
Pero he aquí que la experiencia nos ha enseñado que si en verdad el medio nos compenetra, que su compenetración es casi perfecta, su rigidez, su dureza, no es constante, y muchas veces falla, y las fuerzas de nuestro propio ser interior son lo bastante intensas como para abrirse una brecha.
El destino deja a todos los hombres sus salidas. Es buen estratega y sabe que al adversario, por mínimo que sea, no se le debe acorralar, cercar, encerrar.
Hemos dicho también que el destino es una fuerza fluctuante: no mantiene una actitud igual una tensión igual. cuando el hombre sí sabe mantener una voluntad pareja, llega a un instante en que el hombre se sale de las manos del destino, y lo vence. todo esto hemos de agregar otro elemento favorable para la libertad humana, y consiste en que el destino no es uno solo. Hay muchos destinos. Podríamos volver a una noción gráfica para ver con mayor claridad este hecho, y diríamos que el destino es como un océano, a la vez penetrante y rígido, pero que existen, dentro de ese mismo océano, corrientes múltiples que arrastran, y zonas de interferencia en que ni una ni otra corriente tienen fuerzas bastante para arrastrar y en donde las situacioes más adversas y contradictorias se suceden con rapidez que causa vértigo. así podríamos decir que hay muchos destinos, y que el hombre inteligente puede abrir brechas entre ellos, si sabe mantener su fuerza espiritual y aprovechar los instantes en que el destino es inferior a su fe; y que puede aventurarse en pleno mar de fatalidad, y escoger su corriente, y salir de entre ella y poner encima la nave y ser entonces el hombre como el navegante que sabe a dónde lo lleva la corriente, pero que mantiene la cabeza fuera del agua, y puede ver hacia el cielo, sentirse libre, sentirse ya lograda la más radiante liberación, y ejercer sobre el destino un relativo señorío.
Todo ello depende de la fe. El hombre con hormonas espirituales abundantes, copiosas, sabe conservar la llama de su fe, muy viva: sus reservas de animación muy intactas. El hombre con hormonas abundantes sabe levantarse con más posibilidades de triunfo después de cada caída. Amanece más niño en su fantasía y más viejo en sus aciertos.
oídos de una princesa y que su belleza maravillosa cautivó el capricho de quien podía torcer los destinos de un Faraón. toda la vida de Moisés fué eso: una pelea contra le destino, aun cuando se le veía ir como por encima de sus crestas de fuego. La columna incendiada del Sinaí no era sino la manifestación exterior de la columna de su fe deslumbrante, de la luz cegadora de su fe interior. como ellos, no otra cosa que un triunfador del destino fué el Hijo del Carpintero, el Rey de Reyes, cuando el tenue resplandor de una estrella se coloca entre su carne tierna y la cuchilla de Herodes, sediento de sangre, se había dejado poseer del Demonio, y desafiaba al destino matando niños, para que no naciese una boca que dijera una sola verdad. Pero algo más Alto había hecho nacer a aquel niño en el Establo.
Todo hombre grande o chico, todo dios o semidiós, todo genio o todo aladid, en las categorías todas, nos invitan a advertir ese hecho evidente a los ojos que se han acostumbrado a ver al sol frente a frente: de que uno puede escapar de las manos del destino; que puede escoger su propio destino. Entrarse a fuerza de fe interior por entre la apretada maleza de las cosas muertas en pos de las animaciones imperecederas de las cosas vivas.
Porque por encima del Destino hay otra cosa mayor. Por encima del Destino está Dios, y el que levanta la frente, y tiene valentía, logra salirse de las aguas tenebrosas y por un instante calentará sus alas con las luces de arriba. como los pueblos no son sino concursos de hombres, asociaciones de hombres, y el todo viene a ser siempre un traslado feliz de las partes, resulta que también los pueblos tienen un destino, muchos destinos, pero que ellos pueden escoger y ponerse por encima de la corriente de un particular destino y viajar en ella y llegar a situaciones maravillosas, si saben alimentar una fe, conservar una fe, y esperar.
Centro América puede escoger sus destinos, manejar sus destinos, sobreponerse a sus destinos, y esperar. Esperar a que llegue su turno: cuando llega el turno, la hora para un pueblo, todo está a su lado, todo concurre con él, todo se asocia a él, todo viene a él. Dios está en todo con él.
La certeza con que la hora le llega a hombre o a un pueblo, depende de la intensidad de su fe, y no del destino.
Tengamos fe.
El nuevo encantamiento Hasta ayer no más (pues ya empieza a cambiar de rumbo gracias a las místicas de los nuevos dogmas. la filosofia moderna se había empeñado en desbaratar todas las amables creaciones con que la religión y las ciencias cuasireligiosas de la antigüedad habían poblado los ámbitos del panorama universal.
Un pensador ha dicho que allí en donde la ciencia no podía colocar una ley una expresión causa racionalista de un fenómeno la mística situaba un Dios; y en respuesta de ese hecho histórico hubo otro, Max Weber, que dijera que el objetivo esencial del conocimiento era el desencantamiento del Universo.
Ciertamente que en esta lucha entre la fe y la razón, entre la verdad que entra por los ojos y la verdad que sale del corazón; entre lo que es certitud medida y lo que es intuición y relatividad, no podríamos atribuir victoria decisiva a ninguna de las facciones que se adversan y oponen. La ciencia ha ido quitando el misterio, gradualmente. Donde el hombre primitivo puso una deidad enloquecida, iracunda, fulminando con el rayo y ensordeciendo con el tambor mayor de los truenos, la ciencia descubrió una simple rotura de equilibrio de las fuerzas universales. Por encima de los guantes de seda del buen Franklin descendió, manso como una paloma del Arca, lo que fuera cólera de los dioses, y el concierto inaudito de las esferas que llenaba de intima unción a Pitagoras se diluye ahora en una armonía cósmica que las matemáticas saben medir, aunque la huida del espacio y del tiempo cause sus naturales deformaciones al cálculo. Pero, con todo ello, no se puede decir que la ciencia le haya ganado a la fe, ni mucho menos. Lo que ha sucedido es que el mistico se ha batido en retirada. se ha batido en retirada con una ventaja formidable sobre su enemigo, porque a medida que la fe ha situado más allá sus trincheras, el campo que queda en posesión de la ciencia ha ido perdiendo dimensiones, se ha vuelto más pequeño. Es decir, a cada batalla perdida a favor de la ciencia, la fe ha mostrado al hombre una magnitud mayor de misterio, de tierra sin conquistar. La ciencia ha crecido, pero ha crecido más el misterio.
Pero, en fin, esto no nos interesa a nosotros los soñadores y enamorados de la tierra. En buena hora que sigan librándose esas batallas, y que la ciencia haga retroceder a la fe y que la fe se desquite empequeñeciendo los sectores entregados y engrandeciendo lo que todavía queda en su dominio. Nosotros nos vamos a quedar aquí, a la retaguardia, lejos del fuego enemigo de cualquier bando, como pequeños seres liliputienses que se dedican, humildes en su obra, a aprovecharse de los deshechos de esas batallas y construir sus castillos con las ruinas de las arquitecturas derruidas.
Nosotros no pelearemos la verdad absoluta, sino la belleza viviente. Allá ellos que se niegan a tender la alfombra florida de la tolerancia al paso del adversario. Nosotros nos quedamos en otro sector, buscando cómo cambiar la cara a la historia, como variar el ritmo a (Pasa a la pág. 78)
se El príncipe Gautama creía en el destino, en los destinos; pero él escogió el destino que era la corriente impetuosa del amor, y en la gracia de su desprendimiento hizo descansar toda una estructura filosófica y religiosa que iluminó la vida de su pueblo durante muchos siglos. El escogió su destino y le dió un destino a su pueblo.
Moisés el legislador más grande y más alto que han conocido las edades, ya que no dejó nada de la vida de su pueblo que él no metiese dentro de la ley. empezó a desafiar al destino desde el instante en que su grito fresco y musical de niño recién nacido llegó a Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica