DemocracyEnrique Espinoza

Repertorio Elmericano Tomo XXXIX SEMANARIO DECULTURA HISPANICA San José, Costa Rica 1942 Sábado 15 de Agosto Año XXIII No. 945 No. 17 Sumario: Sánchez Trincado Lorenzo Vives Ysola Gómez Sanin Cano Salomón de la Selva Enrique Espinoza José Pijoán Calibán Mariano Fiallos Glosa Rodó De la Muerte Cipo Noticia de libros Afroquinina Simbad Cuatro sonetos y un bosquejo Este cuento Adiós, don Pedro Recado sobre don Juan Antonio Ríos Dos hombres y una enseñanza El ideal bolivariano Homenaje a Stefan Zweig Democracia no es parlamentarismo Uno de los muertos de esta guerra Cabos sueltos Párrafos de una charla por radio Para qué sirve la filosofia Cuatro poemas sin título Ante la invasión de la India Claudia Lars Garcia Monge Humberto Diaz Casanueva Gabriela Mistral Victor Lorz Viera Altamirano Mario Hernández Luis de Zulueta Glosa a Rodó (En el Rep. Amer. su a Forzar los limites decir respecto de Rodó como si mismos y de su propio sentimienfuera todavía un combatiente de to de angustia delante de estas sus las nuevas batallas, todo lo que fronteras, así como del deseo de sin desvalorarle, le empeorara. Pe ampliarlas o forzarias. La muerte ro hoy, al cuarto de siglo de no es un punto, sino que es lo condesaparición, cuarto de siglo que cavo de esa curva que se cierra en tiempo histórico y con unidades sobre sí misma, de la cual la vida antiguas cabría considerar como un es lo convexo. Se trata de seguir cuarto de milenio, José Enrique Ro esa curva con alegría responsable.
do debe ser ya considerado como Sed seriamente alegres. ha cho un clásico. Por su genialidad, por don Miguel. Con la fruición y la su arte, por su pureza.
prisa ejemplar de Aquiles, con doCumplió Rodó las consignas que minio de sí mismo. Las reglas del él mismo tacitamente expidió en deporte en esta carrera deben ser defensa de un ideal de vida agóni respetadas: la ley, el deber, el co. Una consigna trazada a los agó amor. Rodó estuvo como pensaba nicos es la de que deberán forzar que estuviera Goethe: tomado a sus propios límites. Para ello, ad. brazo partido con el tiempo para quirirán conciencia de sus límites forzarle a dar capacidad a cuanMemes José Enrique Rodó fué el último escritor del siglo diez y nueve.
El novecientos le sorprendió cuando andaba va cerca de los treinta años. Desde la última noche del siglo anterior, Eurogermania, la Euroamérica inglesa y, en parte, la Euroamérica latina, habían encendido ya sus fraguas, pero el autor de Ariel no lo advirtió. Hizo bien, oportunamente, en morirse, casi a la misma edad en que Bolívar, pero siendo ya para entonces Rodó mucho más viejo: hizo bien Dios en llevárselo, de pronto, como hace morir piadosamente a los que han hecho de su vida entera una pura agonía, a los que quisieron en todo instante de su vida forzar sus propios límites, en mayo del año 1917. Rodó habría fracasado COmo pensador del novecientos: había fracasado ya, desde el día primero de agosto del año catorce. La guerra le había hecho fracasar. Es maravillosamente paradójica esta sordera de algunos espíritus selectos que se dedican a diagnosticar los males de su propio tiempo, historiadores del presente, para las cosas ruidosas que ocurren ante sus propios oídos. Como toda situación de la vida de un grande hombre puede obtener valor simbólico a la luz de su completa biografía y de las circunstancias que van explicando sus capítulos y escenas, la muerte de Rodó, para quien el Mediterráneo se prolongaba hasta el Plata, en una cama alquilada (de un hospital de una fonda, o de ambos lugares sucesivamente) en un rinción de la propia Italia, exilado del reino de la Libertad de la Paz con que él soñaba y en que vivia, exilado de su edad de oro en una edad de hie.
rro, oyendo ya crujir los tanques camino el Partenon, la muerte de Rodó completa con una escena dramática, dramática no por la muerte de su cuerpo sino por la de su fe, una vida empleada en soñar generosamente, en poner fuego en la punta de sus flechas para contagiar sus entusiasmos, en adoctrinar con palabras doradas, en agitar los espíritus, apaciguándolos.
Los hombres de la postguerra, debían discutirle y le discutieron y la generación de 1925 había de tos propósitos acumula y concierta.
Forzar los límites quiere decir hacer la curva de la vida mayor a fuerza de buen tino y de velocidad, rodear un territorio feraz en qué sembrar, cultivar y producir.
Calcular que vivimos y morimos a plazo fijo: valorar el tiempo. tiempo. palabra mágica para Rodo. Forzar los límites quiere decir me.
jorar nuestra circunstancia, corregir nuestras fronteras, arrastrar los otros en la velocidad de nuestra curva. Un hombre está limitado por lo que no es, por lo que no vale, por lo que no sabe. Rodó hizo siempre por valer más indefinidamente, por ser mejor, por dominar su congoja, por tener lo justo, por desafiar los límites con la prisa.
el acierto y el cálculo dei corazón. Agónico es aquel que está creciendo hasta el instante de morir. Las prendas del espíritu joven el entusiasmo y la esperan2a corresponden en las armonías de la historia la naturaleza al movimiento y a la luz. ha escrito en Ariel, Rodó. Agónico es el que conserva el movimiento esperanzado el entusiasmo luminoso hasta un segundo antes de morir, el que es joven y creador, edificador de sí mismo como Sócrates y de los otros como Goethe hasta el instante de la muerte. El que muere en su biblioteca o en su andamio, el que se recuesta en su propia obra para dormir definitivamente.
Quiso Rodó forzar los límites que toda patria se levanta en torno y quiso vos en toda frontera natural o política, terrestre o marítima, lo que une y no lo que separa. Muralas para la defensa bélica, bien están: brechas para la comunica.
sión de la cultura están mejor. Rodó pensó en una patria continental, como una nación mayor, como un cuerpo gigante para un corazón delicado. América, coraza para guardar las complicadas vísceras esenciales: Uruguay, Argentina. contemplando que no hubo nunca una sola Europa sino al menos cinco, pensó apropiarse para América, tierra históricogeográficamente más sólida, dos de ellas, la Europa inglesa y la Europa latina. Rodó se sintió entonces ciudadano de estas dos Euroaméricas. BAIXENCH José Enrique Rodó (Por Menéndez Came. Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica