REPERTORIO AMERICANO 107 00 00 En pasta 00 00 En pasta 00 75 Compañía General Editora, Apartado 8626. México, México)
Algunas de sus ediciones: Laura, por el Conde Alfred de Pasta Vigny.
Rústica En rústica 75 Dr. Ismael Cosío Villegas. 50 Los abscesos del pulmón Ricardo Palma: La monja de la llave Pasta En rústica 00 Rústica 50 Rudolf Stammler: Doctrinas La insuficiencia cardiaca. Por el Dr. Crismodernas sobre el Derecho tián Cortés Lladó.
y el Estado En rústica 00 Antonio Caso: Positivismo, En pasta 00 neopositivismo y fenomeTirso de Molina: Los tres malogia ridos burlados 40. 75 Naojiro Sugiyama, GuH. Heine: El rabino de Batterigde, Frantisek Weyr y charach 40. 75 Georges Cornil: Concepto y Margarita Urueta: El mar la métodos del Derecho Compadistraía. 75 rado Dr. Ruiz Castañeda: ProJoseph Conrad: El Conde.
filaxis especifica del tifo En rústica exantemático Empastado Pasta 00 Augusto Pi Suñer: La sensibiRústica 00 lidad trófica.
José María Roa Bárcena: NoEn rústica che al Raso (Cuentos)
Empastado Empastado 00 Dr. Carlos Enrique Paz SolEn rústica 00 dán: La introducción de la Anna Katharina Green: EL quina en terapéutica.
Doctor, su esposa y el reloj 75 En rústica Conde León Tolstoi: Sergio, Empastado el anacoreta 75 Eduardo García Maynez: LiDr. Juan Cuatrecasas: Psicobertad, como derecho y cobiologia del lenguaje.
mo poder Con el Admor. del Rep. Amer.
Calcule el dólar a 5. 00. 75 00 91. 90 00 90 00 ces se quitó el sombrero de palma en el que tenía una cruz de alfileres con una medida de Nuestro Amo de Esquipulas; lo puso boca arriba en el suelo y junto a él la cruceta desenvainada y con la punta hacia la dirección en que había oído el llanto. Siguió su camino y a poco ya oyó el llanto en un lugar. esto, claro está, fue por haber puesto el sombrero boca arriba y la cruceta deshojada. Bajo unas parras de bejuco de casa y de raspa huacal vio al niño pero como muerto en el suelo; también al asomarse por las charramascas, vio la sombra de un mono negro y horrible que huía. Levantó al niño, lo palpó y se dio cuenta de que sólo estaba dormido. El llanto que había oído lo simulaba el mono, o sea el duende que tomó esta forma. El ruido que la viejita oyó en el maizal, lo formaron otros duendes para distraerla y poder robarse al chiquito.
Un rato después el niño empezó a despertar y decía. Huy. huy! me come el animal. Este relato lo escuchamos en la Playa de Palos Secos. a algunos kilómetros al Sur de Morro Hermoso. No obstante la distancia, la curva casi imperceptible de la costa, nos permite ver el cerro impacible, que parece apuntalarse del fondo del mar; y a sabiendas de lo que de él se cuenta en sus vecindades, se muestra altivo, orgulloso, podría decirse que tiene conciencia de que es poderoso y de que le temen.
ІІ Es Marzo, la luna en su plenitud nos envuelte con su claridad mágica; podría decirse que se nos adentra para darnos la sensación aquí junto al mar y junto a los bosques de que somos, pobres humanos, ínfimas particulas del gran todo universal. Tal la majestad de la naturaleza en este paraje costero en esta hora lunar.
Estamos en Palos Secos, bellísima playa que dista unas seis leguas de la ciudad de Sta. Cruz, al Oeste. Se extiende casi en linea recta de Norte a Sur. Morro Hermoso al Norte, es ahora, a la luz de la luna, sólo un girón de sombra, parece un gran gigante cuya cabeza descansara en el mar.
Aquí en Palos Secos no hay rocas, la arena es limpia, hay muchas y variadas formas de conchas. El oleaje que sigue la dirección de la costa, describe líneas rectas de gran longitud y regular altura que se desvanecen en la playa, cuyo nivel es tan parejo que aleja el peligro de caer en lo profundo.
Pueden los bañistas internarse en el mar a unos cien metros y más de la orilla sin que la profundidad del agua sea mayor de un mesalvo cuando hay pleamar, en cuyo caso por prudencia nadie se baña, pues las fieras marinas andan muy cerca de la orila cazando.
La vegetación de la costa la constituyen maderos, cuyo tamaño va gradualmente desde unas pocas pulgadas de los que reciben el salpique de las olas, hasta unos cuantos metros de altura de los que están a unos cien y más metros de la orilla. Es curioso: en Marzo no tienen hojas y el color gris oscuro de sus ramas y tronco les da la apariencia de estar secos. Varios kilómetros de costa están cubiertos únicamente de esta clase de vegetación y por su aspecto seco, lleva la playa el nombre de. Palos Secos. Vista la costa desde una barca a unas cuantas brazas más allá de donde revientan las olas, parece un anfiteatro.
Este lugar puede decirse, es el de rústico veraneo de los pueblos del Cantón de Santa Cruz. digo rústico porque es pleno campo, lleno de bosques sin viviendas humanas. Bosque y mar, eso es todo.
Esta vez la concurrencia es numerosísima. 50 tro; compuesta en su mayor parte de familias humildes que pasan el año en inquietas labores hogareñas y vienen a darse un corto descanso de dos o tres días, aunque hay quien permanezca la semana.
Treinta carretas llegaron en la noche con familias. Se han improvisado viviendas, pinrescas ranchitos a la manera del Robinson; el bosque es inagotable y da sus ramas para que se protejan los humanos, del sol costero tan ardoroso. Algunos se han instalado bajo los árbles de aceitunas silvestres en plena cosecha, un poco alejados de la orilla del mar.
Hay gran animación en la playa. Las muchachas se preocupan de su traje limpio y aplanchado como en días de fiesta; los niños juegan y ruedan en la arena; los jóvenes también juegan al boxeo o a las carreras a lo largo de la acogedora playa; las viejeditas hacen la comida, las comadres hablan sobre los chismes del barrio. Alguien ha traído una guitarra y por la noche confunde sus notas con el ruido del mar.
Como a un kilómetro antes de llegar al mar, hay una parte de terreno muy bajo en donde se desborda el estero de Tamarindo en las grandes mareas, se le llama las Playitas. Cuando baja la marea queda el agua estancada el sol va poco a poco evaporándola, quedando una buena capa de sal que cubre el suelo como blanquísima nieve; es la albina. que recogen los muchachos de Sta.
Rosa, Matapalo, Huacas, etc. distritos costeros, de Sta. Cruz) para hacer la sal que consume el Cantón de Sta. Cruz y algunos pueblos circunvecinos; a veces de Puntarenas solicitan sal de esta región.
Junto al estero están las pailas. cuántas son? Seis u ocho esta vez; cada una corresponde a un dueño, es decir, a una familia de la cual se ha trasladado buena parte a vivir unos meses a la intemperie, aquí junto al estero, en lucha abierta con los zancudos, pero alentados con la esperanza de vender toda la sal que puedan hacer. Toda esta gente es pobre y humilde.
Estas son, pues, las salinas de Palos Secos del cantón de Sta. Cruz. Esta vez se pinta en los rostros de los salineros la gran confianza en el triunfo de su durísima labor, porque han hecho mucha sal y porque los visitantes son muchos también. La vida en la playa y en las salinas buye alegre, feliz como pocas veces; en la primera por el descanso que toman los paseantes, y en las segundas porque como este año secaron pronto las Playitas, hubo tiempo de empezar temprano la labor. Hay muchos peones ganándose el pan; los beye.
ros acarrean leña para las hornillas, otros traen arena para las canoas en donde se destila el agua sal de la albina.
En el concepto de los destazadores y de los consumidores en general, es ésta la mejo.
sal; no se deslíe con la humedad del aire, el grano es fuerte y de sales concentradas, porque con muy poca cantidad se conservan las carnes.
Es de advertir que el principal objeto de los paseantes no es bañarse en el mar, puesto que para eso hay otras playas más cercanas; a este lugar los trae el deseo de llevar la sal del año por sus buenas cualidades y por ser barata. Cada familia se llevará unas cuantas cajuelas o quintales, comprados o cambiados Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica