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258 REPERTORIO AMERICANO El simbolismo fenómeno literario que nos puede servir aquí de ejemplo en cuanto realidad artística había enseñado que ya existía esta amplia y constante comunicación espiritual a ambos lados el Atlántico. Ya no hay Pirineos le había dicho el Borbón galo al Borbón que iba hacia el trono de Madrid. Ya no hoy Océanos. pensaron los hombres de más fina visión histórica en el último tercio del siglo xix, edad de oro de la Libertad. El simbolismo ha insistido en ello ahora Guiliermo de Torre, precisamente hablando de otro gran escritor uruguayo, Julio Herrera Reissig recorrió el trayecto Francia, América, España Para entonces el Océano era ya un mar colonizado por el correo fácil, el urgente trasatlántico el nervioso cable. Iniciado en la poesía francesa, enriquecido en los países de habla española de ambos lados del Atlántico canal tranquilo ya, entre dos mundos de poesia y aado entre todos los poetas latinos como un aporte a la historia uciversal de las letras, el simbolismo es un hecho estético que culminó durante la generación (la inmediatamente anterior por cierto a la de Rodó) de 1880 y que descendió durante la primera decena de años del novecientos. Concurrió a determinadas гаpresentaciones escénicas y a ciertas páginas de libro de versos; habitó en distintos paises cruzó diversos géneros. Valga por vía de ejemplo vivo todavía para los hombres del tiempo de Rodó, la trayectoria del simbolismo. Sin dejar de ser uruguayo, Rodó pensó en América.
Sin dejar de ser americano, Rodó soñó con una Euroamérica latina que puso como fondo de su Ariel.
dría decir arielismo o settembrinismo. Lucidez contra embriaguez, cordura contra pasión, idealismo contra pragmatismo, individualismo contra colectivismo, tiempo lento contra insubordinación.
Creía en la virtud de la palabra bella y la prodigó genialmente. Creía que las bellas palabras tornan buenos a los hombres: amaba la persuasión. Yo creo indudablemente escri be que el que ha aprendido a distinguir lo de.
licado de lo vulgar, lo feo de lo hermoso, lle.
va hecha media jornada para distinguir lo malo de lo bueno. Rodó redescubre la parábola.
Emprende el rodeo de las frases poéticas para llegar a la lección de moral: emplea el TOdeo de la palabra escrita, para no tener que llegar a la predicación y después a la acción.
Dista para las multitudes desde su gabinete, huyéndolas. Enseña sin dar la cara de maestro tímido. Inventa este idioma viejo de las lecciones breves y enjundiosas, cargadas de sabiduría y de belleza como un ruto de jugos y de azúcares. cuando el ruido de las multitudes sube de tono, Rodó con la palabra ahogada por el clamor de las campanas que doblan por las catástrofes crueles e inevitables, mudo, sucumbe de no poder hablar, de no poder tiernamente enseñar. La parábola pidc una latitud de paz. patía humana, de un sentimiento ignorado: penetrar una idea desconocida o enigmática, comprender un carácter divergente del propio: tal es la norma de esta vida. Goethe fue en efecto maestro en la técnica de forzar los límites y por ello se lo propuso como modelo nuestro Rodó y en el arte humano de mostrar señorío.
Ser señor y parecerio mostrar señorío. El señor de sí mismo se impone a los demás. Debedos autocolonizarnos, forzar nuestros límites, autoeducarnos, recomendará siempre Rodó. Alzar nuestra Cartago dentro de límites audaces y crecer hacia arriba y hacia abajo.
Creia el autor de los Motivos de Proteo que cabía injertar en nuestra alma el ala aristocrá.
tica, el ala del espíritu audaz y que esta fuerza misteriosa salvadora se encargase haciéndose una sola sustancia alma y espíritu de elevarnos de un modo intrépido. Creía Rodó en que nuestro aristócrata interior se encargaría de colonizarnos hacia adentro: creía en la autoeducación, si se usaba como motor el espíritu.
Por eso creía en una política aristocrática, en un mandato de los mejores, pero que estos mejores pudieran libremente destacarse en la libre competencia de una democracia y constantemente se volvieran al cuidado de ese vivero de aristócratas que podía ser la escuela la universidad. Creía en una aristocracia que vivificase las posibilidades de crecer del pueblo: en una aristocracia sustituible siempre por promociones de jóvenes cultivados con cuidado y desprendimiento. Creía en un reino ideal donde el poder se entregaba de padres a hijos en una rotación de grupos de aristócratas del espíritu.
La democracia iba a posibilitar el destaque de los bien dotados. La aristocracia consistía en que estos bien dotados en su momento preciso iban a gobernar consultándose solamente a sí mismos.
Dejamos en su gabinete al soñador que diga su palabra idealizadora. En tanto las fraguas del mundo habían sido puestas a caldearse, las fraguas que ahora hierven. La democracia y la ciencia son los dos insustituibles soportes sobre los que nuestra civilización descansa o escribía el idealista. Pero un ligero aumento de la temperatura real del mundo, le mató. Democracia y ciencia, palabras mágicas para Rodó. Rodó tiene como cada idealista sus palabras mágicas y sus palabras malditas. Palabras malditas son desorden. romanticismo. medievalismo. embriaguez. intolerancia. jacobinismo. dognatismo. quietud. prisa. Rodó es racionalista, cientificista, liberal como el Settembrini de la montaña mágica, como, un poco, nuestro Eugenio Ors. Era hijo de esa Euroamérica latina que está más en los cuadros históricos del ayer o del futuro que en los mapas, republicana, idealista, liberal, generosa, humana. Las palabras mágicas de Rodo son tiempo. evolución. elevación. ValNo rectificar Mostrar señorío Hacerse cargo es otra de las frases mágicas de Rodó. Comprenderlo todo, humanamerte, liberalmente compartir ajenos sentimientos, ponerse en el lugar del que se ve obligado a recurrir a tales acciones, discurrir con los pensamientos del sabio y compartir la fe del creyente, disculpar errores y malicias con la mano caballerosa en el propio pecho, para sorprender los latidos delatores de la humana mi.
seria: he aquí la aptitud preconizada por el maestro uruguayo. El nos ha trazado un retrato forjado a su propia imagen y semejanza, de Goethe, mas que como Goethe fuera como Rodó lo deseara, en la cual se nos delata: Retocar los lineamientos de su personalidad, a la manera del descontenta dizo pintor que nunca logra estar en paz con su tela: ganar a cada paso el tiempo, en extensión, en intensidad, en fuerza, en armonía: y para esto, vencer cotidianamente un límite más: verificar una nueva aleccionadora experiencia: participar, ya por directa impresión, ya por imLa vida es irrectificable: inútil gesto el de tratar borrar el pasado. Un agónico como Rodó no lo hará nunca, no se autodestruirá, no tratará de cambiar su ayer en la memoria de las gentes. Se ha castigado a los que vuelven la vista hacia atrás, paralizándolos, convirtiéndoles en estatua de sal. No perder el hilo, el cálculo de nuestra curva veloz. Nuestra historia está aquí con nosotros y todo el mundo puede leérnosla, mirando por encima de nuestros hombros. Inútil tachar palabras, adjetivos, capítulos. Hablar y obrar con la conciencia de la irreparabilidad de cuanto obramos y decimos. No rectificar, es la tercera máxima de los agónicos, de José Enrique Rodo. Sus póstumos Ultimos motivos de Proteo, mensaje impreso en 1932, el año del centenario goethiano, dicho cuando en el subsuelo de Europa los yunques para la guerra sonaban sordamente sin ser oídos por los cándidos, por los literatos, por los estetas, contienen otra vez íntegro a Rodó. Entonces sonaron en oídos cansados, en oídos temerosos, pero todavía estaba caliente en la memoria de las gentes la figura de su autor. Rodó, espíritu polémico, debió suscitar polémicas apasionadas entre sus diversos lectores. La polémica Rodó ha debido sonar mucho tiempo en los libros y papeles impresos de Eureoamérica. Ahora ya José Enrique Rodó es como un clásico distante y valioso, amable y digno de encendida admiración. El mejor homenaje que se le puede hacer ahora es leerle como a un clásico muy distante. Leerle en la lejanía de un ayer que se separa vertiginosamente de nosotros. Rodó no entró nunca en nuestro mundo: los grupos de la postguerra europea y de la segunda guerra mundial no le conocieron ni tuvieron ningún contacto temporal con él. Rodó vino detrtás de la promoción de Martí. Rodó vino con Unamuno.
Martí, Rodó, Unamuno, abuelos, bisabuelos insignes. Para ellos ampliamente, como para tantos otros hombres de su altura y de su tiempo, nuestra veneración y nuestro amor.
ANTONIO URBANO EL GREMIO TELEFONO 2157 APARTADO 480 Almacén de Abarrotes al por Mayor SAN JOSE, COSTA RICA SÁNCHEZ TRINCADO Caracas, julio de 1942. Este documento es propiedad de la Biblioteca electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica