REPERTORIO AMERICANO 217 Elogio de la Provincia Por Alfredo CARDONA PEÑA (Envío del autor. 2da. y última parte. Véa se la Ira. en el número anterior. Clara varona, reina de las glorias antiguas, oh Provincia de sol, de copal y de olvido, donde el pueblo cincela su dorada eficacia y sangran en la lluvia las espinas devotas.
Gozo puro, elocuente, de arribar a las piedras y asumir la perpetua juventud de las fuentes.
Déjame coronarte con un ramo de auroras y en tus manos arder como un niño de barro Tal un barco, en los muelles largamente sujeto, gozoso del abismo a las aguas se entrega, mi canción abandona territorios lejanos y se lanza a la dulce faena de tus eras.
Mucho tiempo he esperado saludar tu milagro Yo miraba amor, la ventud, el mundo. sin saber que debajo de mis ojos temblabas con una soledad parecida al rocío.
Dame, consierva mía, la riqueza sencilla: un seto con rumores, una prímula verde, la ternura naciente de! establo y las ramas.
Trátame con la voz de un pájaro en exilio.
Flor de mis huesos eres, humedad de mi arcilla apasionada historia de varón y de fuente.
Qué amasada nostalgia. Soy fábula perdida si mis labios no alcanzan el favor de tu lluvia.
Manuel Acuña Retrato de García Cabral ¿Por qué lloran las piedras y sonríen los niños si no por tu memoria de perpetuo lucero. Qué es un árbol, su historia de eficaz em beleso, si no la tierra misma elevada en tu nombre? Tu nombre. Nada más. un pródigo regreso.
Tu rebozo. Tu honor. un lecho de doncellas. De qué le sirve al hombre ganar todos los soles si al final pierde un denso paraíso de sombra?
No terminas, empiezas. Si e: mar es tu guirnalda, la tierra magnífica tu universal presencia.
La tierra, sí, la tierra, su ternura de siglos y tú en ella creciendo incomparable y sola.
Provincia, he sido fiel a todos tus caminos, nada de lo que soy equivoca tu signo: en mi sueño se tiende a dormir una aldea y arden entre mi voz los leños invernales.
Pienso en Mitla y Albán, sus piedras me persiguen como un rayo de luna pertinaz y danzante.
Pienso en Chichén, infancia de las cosas más viejas y en las tumbas que son las moradas del viento.
Voy a ti como el hijo lejano a su creadora, con la misma delicia del agua en los declives, como bebe la tierra su porción de veranos y se juntan las cañas en la cita del viento.
Ciudades tan antiguas como la flor y el humo guardas bajo la nueva Ciudad de la Mañana.
Las raíces despiertan en los túmulos, Madre.
Purifican la voz y en la sangre se bdian.
Eres como tu pueblo, amorosa y bravía, te habitan los rosados arcángeles del alba; pero fundes los lirios, y espadas vengadoras salen de los jardines a combatir la sombra.
Contemplo la absoluta grandeza de las formas, los retablos, el oro, la humedad pensativa.
Veo tus catedrales oh música de piedrasurgiendo de la noche como inmensos navios.
Oh Madre de la espada, del candor y del trigo, que haces la Patria y cuidas su sonrisa: yo te miro y los ojos de los Héroes me miran y te toco y los muros de la sangre me tocan.
Ellas, calladas rosas, flotan entre la sombra suscitan en el tiempo mágicas hiedras vivas y amanecen temblando de candor y rocío con sus viejos silencios anclados en el sol.
Recorro el numeroso caudal de la esperanza, los hierros labrantíos, tú música y las olas.
Voy al sol. Ya recojo sus morenos diamantes y caigo en las gargantas epónimas del día.
No eres la rosa mística, tampoco la suave cuyo amor engañoso vulnera su columna.
Fuerte vives. Naciste para erguir el carácter y en un ramo de afanes conjugas tu verdad.
Voy a la costa en llamas, al país de las bodas en donde las mujeres tienen nombres de barcos, repaso los ardientes collares de la espuma y me lleno los labios de campanas azules.
No terminas, empiezas. Vencen el horizonte tu melodía, el pueblo y su verdad de siempre.
Sobre tu mano crecen los campos de batalla y hay en tu corazón un olor de compota.
Oh ciudades marinas, oh fosfórico hechizo.
Las gaviotas. El mar. Los peces bautismales.
Yo sé que en esta rica sencillez elocuente edificas, Provincia, la verdad de tus lámparas.
Catedral de las venas, capilla de los ojos, manantial de una sangre al olvido naciendo.
Nos proteja la entera verdad de la simiente y en un bosque de abuelos respiremos el mar. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica