REPERTORIO AMERICANO 323 Beba cervera SELECTA De malta y lúpulo.
es un cronista elegante, que un rapsoda de amenidades sociales o una planidera de difuntos distinguidos. Don Pío fué un escritor de raza y por lo tanto mal podía resignarse a consumir toda su tinta en frívolos devancos o en cosas de interés puramente local y temporal.
El Heraldo, cuando se le revisa despacio, da fe de un espíritu atento a las cuestiones más importantes de la comunidad, un espíritu precupado por el deseo de que los costarricenses fuéramos redimiéndonos cada día más de las estrecheces del criterio tradicionalista, de la intolerancia que parece venirnos en nuestra sangre española, de la modalidad fanática gazmoña que aquí afecta el fervor religioso, del poco caso que hacemos de las cosas del espíritu, de nuestro apego a la politiquilla de chismes y enredos, de la complacencia lugareña con que vemos lo propio y del odio mezquino con que criticamos lo ajeno, en fin, de tantos otros vicios nacionales que no quiero citar.
Don Pío peleó la buena batalla de la cultura contra la ignorancia, de la indulgencia en costumbres e ideas contra el fanatismo y la gazmoñería, de la sonrisa alegre contra el ceño adusto, del cordial apretón de manos contra el gesto receloso, de la franqueza contra el disimulo hipócrita, de la bondad, aunque sea en traza desenvuelta y en tono de chanza, contra la malignidad vestida de virtud y enjoyada de prendas falsas. La peleó a su modo, sin ademanes truculentos, sin palabrotas altisonantes, sin recriminaciones grandilocuentes y sin envarada seriedad. Don Pío no daba mandobles, mas en cambio era gran maestro er ese arte del alfilerazo ironico. alfilerazos acometía, pues, contra todas las mezquindades y ñoñeces de nuestro incipiente medio. Por todo lo anterior, creo que Julio Sanfuentes, o sea don Roberto Brenes Mesén, fué injusto con él cuando en una de sus cartas cuenta lo siguiente: Durante tres tardes integras estuve revisando El Heraldo. Qué ¡encanto. Qué desencanto! Hallé un artista, pero no hallé un hombre de carácter. Sus cronicas revelan un gusto delicado, una mirada fina que sospecha las puntadas largas en los pliegues de los trajes de las damas. veces parece que hubiera escrito sobre pétalos de azucena pensamientos transparentes como aguas cristalinas: es dulce, sentido, tiene arranques de poeta. En ocasiones me vino a la memoria el nombre de aquel bardo que tú trataste en la calle de Plateros de Méjico: Gutiérrez Nájera. Las crónicas de ambos tienen algo de primas hermanas: eran temperamentos semejantes. Oh! Pero si tú vieras las cóleras de Víquez: parecen infantiles; nubes de estío. El florete que esgrime para sus venganzas tiene a un tiempo mismo punta penetrante y botón ancho: punzan, pero no hieren a fondo. Sus odios de hoy son sus amores de ayer y serán un sus amores de mañana. Son raros los juicios que se han mantenido idénticos por espacio de dos semanas continuas: a cada momento aparece un mentís de lo que se afirmó la víspera.
Es un escéptico incurable: la política no le merece estudio serio. Pocos hombres he visto que escriban tan hermosos párrafos sin decir nada. Lo cual, por supuesto, no es un elogio.
Víquez, a mi entender, se reía de todas las leyes de imprenta; aún se burlaba de los tribunales de censura cada vez que se establecían.
Con mayor energia de carácter y menos indolencia, Pío Víquez habría sido incuestionablemente el primer periodista de Centro América. Hoy, sólo figura entre los más sobresalientes, lo que no es poco.
Cierto, muy cierto que Don Pío era escéptico en el sentido que su pensamiento no estaba gobernado por dogmas inflexibles ni aspiraba a fabricar sistemas de rigurosa lógica.
El principio filosófico que repunta en todo lo suyo lo expresó él mismo de un modo que no por ligero y chancista, acusa menos la raíz profunda con que ese principio estaba agarrado a su mente: todo evoluciona, a pesar de los espíritus que se empeñan en que reine por los siglos de los siglos un mismo Credo y una misma Ave María. De tejas abajo Don Pío, es cierto también, que no tenía ideas muy firmes sobre nada. Sin embargo, creía en el bien y en la belleza, y llevado de su instinto artístico y de su ingénita bondad, ya que no de convicciones profundas, abogaba siempre por que los hombres cordializáramos en vez de odiarnos, por que tratáramos de embellecer nuestra existencia en lugar de afearla con prejuicios y recelos, por que rindiéramos culto a esos dos dioses que, según Anatole France, deben presidir el destino de los hombres: la Piedad y la Ironía. Don Pío fué leal toda su vida a ésta su única filosofía. Nunca fué maligno, nunca quiso hacer deliberadamente el mal, fué siempre generoso y sus pullas irónicas no dejaban veneno.
Dice Sanfuentes que la política no le me.
recía estudio serio. Verdad. Pero. de quién era la culpa? Creemos que no era de Don Pío sino de la política, entiéndase bien, de nuestra política, que no puede merecer estudio serio por la sencilla razón de que no es ninguna cosa seria. Víquez la trataba en brocon la familiaridad y el desenfado que engendra un intimo conocimiento. Pero aunque sus críticas y comentarios políticos estuvieran escritos en un estilo burlesco y a veces francamente guasón, no por eso era menos proCompañía General Editora, Apartado 8626. México, México)
Algunas de sus ediciones: Mark Twain: La celebrada rana sal Laura, por el Conde Alfred de tarina. 75.
Vigny.
Dr. Cristian Cortés Llado: La insufiEn rústica 75 ciencia cardiaca. 50 En rústica: 00.
Tirso de Molina: Los tres maEn pasta: 00.
ridos burlados 75 Schlumberger: La paternidad in Dr. Carlos Enrique Paz Solquieta: Trad. de José Carner.
dán: La introducción de la En rústica: 50.
quina en terapéutica.
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En rústica 90 Empastado 00 Longo: Dafnis y Cloe. Traducción de Juan Valera. Heine: El rabino de BaEn rústica: 00.
charach 40. 75 En pasta: 00.
Margarita Urueta: El mar la distraia Hoffman: La olla de oro. 75 Traducción directa del alemán. Por Ma José María Roa Bárcena: Noría Teresa Pujol y Ferrán de Pol.
che al Raso (Cuentos)
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Empastado 00 En pasta: 00.
En rústica 00 Dr. Ruiz Castañeda: Profilaxis esAnna Katharina Green: EL pecífica del tifo exantemático.
Doctor, su esposa y el reloj 75 En rústica: 00.
Conde León Tolstoi: Sergio, En pasta: 00.
el anacoreta 75 Con el Admor. del Rep. Amer.
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