REPERTORIO AMERICANO CUADERNOS DE CULTURA HISPANA Tomo XLVII San José, Costa Rica 1952 Miércoles 15 de Octubre 22.
Afio 33. No. 1143 Un hombre Por Arturo USLAR PIETRI (En El Nacional de Caracas. Abril de 1952. El quinto centenario de Leonardo de Vinci atrae de nuevo la atención del mundo sobre esta figura inagotable, que, acaso como ninguna otra, encarna en plenitud los rasgos de la época del Renacimiento. Es un contemporáneo de Colón y de Vasco de Gama, era de la misma edad y de la misma Florencia de Américo Vespucci de quien hizo un retrato. Convivió con los más sutiles Médicis y los más arrogantes Sforzas, fué jefe de ingenieros militares de César Borgia y pintor de Luis XII de Francia y de Francisco Convivió con los artistas del alto Renacimiento desde Donatello, Uccello, el Verrochio que fué su maestro y Mantegna, hasta Giorgione, Miguel Angel, Rafael y Tiziano.
Era fundamentalmente un florentino pero todo el gran tapiz de caza luminosa de las ciudades italianas y de los castillos del rey de Francia le fueron familiares.
Emprendió las más variadas cosas, una curiosidad insaciable y un deseo de perfección sobrehumano lo hacían lento y discontinuo. Los clérigos y los señores que le encargaban obras terminaban por desesperarse. Recomenzando la cabeza de una madona se estaba años. En veces todo el trabajo se perdía porque se ponía a ensayar nuevos materiales para pintar y toda la obra terminaba por dañarse. Para pintar en una rodela, que su padre quería regalar a un campesino, una figura de terrible dragón, se encerró por meses con toda clase de alimañas y lagartijas en medio de una pestilencia irrespirable. Para pintar el retrato de la Gioconda se estuvo cuatro años, con la modelo sentada en una rica cámara rodeada de músicos, bufones y bailarines, para conservarle en el rostro aquella plácida expresión tan famosa. La razón nos la explica el Vasari con deliciosa gracia:. por ser Mona Lisa muy bella y para quitar de su retrato aquella cierta melancolía que suele dar con frecuencia la pintura a los retratos.
En 1483 empezó a trabajar en el famoso caballo que debía servir para una estatua ecuestre de Francisco Sforza en Milán. Las dimensiones de la estatua iban a ser gigantescas. Leonardo hizo innumerables estudios, dibujos y maquetas. Su maestro Verrochio habría hecho el maravilloso grupo ecuestre del Colleone, pero la que él se proponía hacer iba a ser la más perfecta y extraordinaria de todas las estatuas ecuestres. Siete años después, al comenzar un libro sobre la luz y la sombra, pone esta nota manuscrita: el día 23 de abril de 1490 comencé este libro y recomencé el caballo. En una nota al Duque, de 1497, vuelve a hablar del asunto: del caballo no diré nada, porque conozco los tiempos. CuanLeonardo de Vinci do más tarde los soldados del rey de Fran.
cia entran en Milán tomarán por blanco de sus ballestas la enorme mole de barro fresco que había quedado en el taller del artista.
Fueron dieciséis años dedicados a aquel caballo que no quedó para los hombres. No todo ese tiempo estuvo lleno de la labor material continua de construir aquella imagen. Otras cosas le atraían y le apartaban de esa sola empresa. Durante ese tiempo también pintaba, resolvía arduos problemas de geometría, hacía planos para fortificaciones y canales, estudiaba anatomía en los cadáveres de los hospitales, inventaba aparatos ingeniosos, preparaba fiestas y torneos para los señores, construía maravillosos juguetes, trabajaba como arquitecto para palacios e iglesias, escribía tratados sobre las más variadas materias, improvisaba versos, tañía la lira y escribía de derecha a izquierda, para ser leídas con un espejo, sus notas crípticas. Pero seguramente, durante todo ese largo tiempo volvía sin cesar sobre la perfección de aquella figura de caballo. Observaba las bestias en la calle, dibujaba, modelaba, borraba y deshacía para volver a hacer. Por el mismo Vasari sabemos que a veces se pasaba un día entero siguiendo por toda la ciudad una persona cuyo rostro le había parecido interesante, para poderlo estudiar a su gusto en numerosos apuntes.
Es esta búsqueda inacabable la que le da su rango supremo de artista. Nunca está satisfecho de lo que ha ha! lado. Le parece que podría encontrar y dar más. L11cha constantemente con los problemas tér.
nicos. No se conforma con lo que ha reribido, ni con lo que ha visto. No se conforma con luces y sombras, sino que quiere expresar las luces que hay sobre las luces y las sombras que hay dentro de las sombras. En esa búsqueda crea una nueva perspectiva y todo un nuevo lenguaje representativo para la pintura occidental. la hora de pintar siente la grandeza del pintor, como lo dice claramente en su Tratado: El pintor es arno y señor de todas las cosas que puedan pasar por la imaginación del hombre.
Pero tampoco siente con menor grado de intensidad la imposición de las otras solicitaciones que pueblan su vida. No es con pasión menor como dibuja el proyecto del grande uccello que ha de venir volando desde los montes nevados a regar una lluvia de hielo sobre las ciudades abrasadas por la canícula. Esa misma atracción, tan fuerte y tan varia es la que le impide encerrarse en un oficio. Todo lo atrae y todo guarda para él un maravilloso don de vida más plena.
Para sus contemporáneos era un ser divino. Hermoso, fuerte, elegante, refinado en los usos y en el traje, sabio en todas las cosas, delicioso conversador, poeta fácil, hombre de acción y hombre de pensamiento, interesado por la política y por el arte, por la filosofía y por la hidráulica, creador de obras maestras asombrosas, llegó a parecerles un monstruo. Un ser que era como una suma de seres completos y distintos.
Pero él no lo sentía así. Todo era uno y continuo para él. Todas las artes se prolongaban y se completaban entre sí, poe.
sía y pintura, arquitectura y danza. por otra parte las ciencias, las artes y la filoso fía se integraban en un todo que era el entendimiento del mundo. Es decir, todo aquel! o no era sino el vivir con plenitud y el realizarse como hombre. Ponía, para decirlo con las palabras del Vasari: una gracia más que infinita en cualquiera de sus acciones. y además tanta y tal inteligencia, que dondequiera que volviese el áni.
mo, aun en las cosas más difíciles, con facilidad las tornaba fáciles.
En realidad no era otra cosa sino un hombre logrado. El pleno florecimiento de esa rara maravilla que es un hombre. Nada más y nada menos que un hombre. Lo que tiene de monstruo es precisamente que Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica