116 REPERTORIO AMERICANO gencia es como una flecha: una vez que se aleja del arco ya no la gobierna nadie. Su vuelo depende de tu fuerza pero también del viento y ¿por qué no decirlo. del destino que camina detrás de ella.
JOHN KEITH, Canek dijo. Nunca tengas miedo de tus lágrimas.
Ningún cobarde llora. Sólo los hombres lloran. Además, hijo, las lágrimas siempre caen de rodillas.
Canek dijo. para qué quieren libertad si no saben ser libres? La libertad no es gracia que se recibe ni derecho que se conquista. La libertad es un recóndito estadio del espíritu.
Cuando se posee entonces se es libre aunque se carezca de libertad. Los hierros y las cárceles no impiden que un hombre sea libre, al contrario: hacen que lo sea más en la entraña de su ser. La libertad de los hombres no es como la libertad de los pájaros, que se satisface en el vaivén de una rama. La libertad del hombre se cumple en su conciencia.
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Los esbirros llegaron al rancho de San José. Las casas estaban desiertas; por las calles vagaban, aullando, los perros que perdieron a sus dueños. Los esbirros untaron de brea los techos de las casas. Cuando amaneció sólo humeaban las ruinas. Un vaho de agua quemada, agria, verde y gruesa, se sentía en el aire. Después talaron los puntales, arrancaron los cimientos, derramaron sal en los montes, cegaron los pozos y mataron las palomas que regresaban a sus nidos.
Los jueces acordaron cortar una mano a Canché. El verdugo, acostumbrado a matar por la espalda a los indios, en presencia de Canché tuvo miedo. De las manos se le cayó ei machete. Lo recogió la víctima y, de un tajo, se cercenó la mano. Luego se la entregó al verdugo.
Para que el alma de Balam llegara pronto al infierno, el verdugo lo ahorcó con un cordel humedecido con aceite. Como no había aceite en el cuartel, usó el aceite del altar. En el silencio de la tarde el cuerpo de Balam olía a incienso. Una paloma durmió en el hueco de sus hombros.
El alcalde del lugar comunicó a quien debía que la rebelión de los indios fué cruel y que sus jefes despreciaron, llevados de sus instintos animales, la fe, la razón y las costumbres cristianas; y que por esto y, como escarmiento, aconsejado por la prudencia, se procedió a castigar a los promotores con energia acorde con la caridad.
Los hijos del nuevo amo celebraban el engrandecimiento de sus tierras y el aumento de sus esclavos. Discutían con sus jetas y se meaban en la plaza: En el recodo de un camino Canek y el nino Guy se encontraron. Delante iba Exa. Ni sus pisadas hacían ruido ni los pájaros huían delante de ellos. Sus cuerpos eran claros como clara luz encendida en la luz. Siguieron caminando y cuando llegaron al horizonte empezaron a ascender.
En el rancho de San Lucas, antes de incendiarlo, un capitán quiso dejar salir a los indios que no pudieron huir. Pero otro capitán dijo. Déjalos dentro. El indio quemado hace buen abono.
El padre Matías fué bueno con Canek. Le visitó en la cárcel y le hizo quitar los grillos.
Mientras Canek recordaba al niño Guy, el padre Matías lloraba de rodillas.
Washington, 1949.
Del rancho de San Joaquín regresaron los esbirros que perseguían a Canek. Un capitán dijo. Traigo un hato de cincuenta bestias.
Otro capitán dijo. Sólo cuento veinte.
Otro capitán dijo. El número se completa con indios.
HISTORIA DEL LIBRO CANEK En la sabana Sibac no hay piedras para levantar una trinchera. En el horizonte se adivina la presencia de los esbirros, Canek, desnudo, con los pies clavados en el suelo, se dispone a resistir.
Uno de los esbirros ató las manos de Canek. Capitán dijo Canek le va a faltar cordel.
El capitán torció el nudo. Es inútil capitán, añadió Canekle va a faltar cordel para atar las manos de todo el pueblo.
Canek lo escribi por 1939. El manuscrito se lo régalé a Silvestre Revueltas. La copia en máquina, con correcciones, se la regalé a Daniel Castañeda. La primera edición de 1940 la publicó José Muñoz Cota.
En el mismo año ya se había agotado y en la imprenta de Vargas Rea se empezó una segunda edición. Sólo se imprimieron unos pliegos. Los primeros que, amablemente, llamaron la atención sobre mi libro, fueron: Efrain Huerta y Luis Cardoza y Aragón. José Carnero lo quiso incluir en Héroes Mayas (1942. Las mejores páginas acerca de mi libro se deben a Andrés Henestrosa, Ludwig Renn, Raúl Rogers, José Luis Martinez y Andrés Iduarte. Ludwig Renn lo tradujo al alemán (Berlin, 1948) y William Bull al inglés. Esta edición se publica ahora en New York por Occidental Book Club. El música Hively Wells ha compuesto una ópera, en acto, sobre su tema. Para celebrar mis cincuenta años, mi amigo Manuel Zorrilla Rivera encargó al poeta Manuel Altolaguirre una edición limitada de 100 ejemplares (1944. La presente versión está corregida y condensada de acuerdo con la edición que publica, con fines escolares, la editorial American Book, de New York.
Los esbirros regresaron cantando canciones devotas, que, en sus bocas, parecían blasfemias.
Detrás de ellos, atados, cubiertos de polvo y de sangre, caminaba un hato de indios. Delante de ellos Canek parecía un escudo.
Los indios prisioneros fueron azotados en la cárcel. Los soldados que custodiaban a Canek dejaron de hablar: en las espaldas del héroe aparecieron las estrías de los cintarazos. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica