Hitler

REPERTORIO AMERICANO 243 dial: satisfacer al acreedor político, al pariente desafortunado, comprar el silencio de una contratación mal pacida, a expensas del Estado.
De allí procede el decaimiento moral de tantos artistas y de tantos escritores que se sitúan en el rango de los plebeyos cazadores de granjerías; de los que dedican piezas musicales, artículos encomiásticos, menos con espíritu de admiración sincera, que con el de la lisonja mendicante.
El político asi lisonjeado por artistas, por escritores, por ciudadanos que deberían estimarse más a sí mismos, continúa afectando su actitud desdeñosa hacia esos tales, y también hacia las Artes, y las Ciencias, y las Letras, y hacia los hombres que las cultivan.
Beba cervera SELECTA VIII De malta y lúpulo.
y es Al político, ya en el poder, suele ocurrirle una transformación extraña: se le llenan de sabiduría todas sus decisiones, se untan de ingenio sus palabras, y destilan fosforecencia sus dictámenes. Tórnansele admiradores sus consejeros, y ya no volverá a escuchar en torno suyo otra verdad que la que a él se le derrama luminosa cuando habla. Porque es en adelante su funesto destino hacer verdad cuanto cruza por su esclarecido entendimiento. Con él ya no hay debate. Su parecer es una esfera de cristal, por lo rotundo y lo transparente.
En bastidores, sin embargo, espera el mago hacedor de políticos de poca monta: el periodista. Mago que presta al político las varias máscaras con que éste se presenta al público: economista, sociologo, polemista, orador. menudo el político se pierde en polémicas insulsas, arrastrando a choteo la situación de un adversario, sin percatarse de que con ello no se crece jamás, ni de que si alguna talla antes tenía, la disminuye. Casi siempre es un periodista amigo quien le salva de si mismo. si un periodista no se lo hace, jamás o rara vez, encara los grandes problemas nacionales, desde un soberano punto de vista.
Porque, para él, las más de las veces la política es un simple juego de prendas en torno de la mesa del comedor de la mansión presidencial.
Para él, Política es nudo y enredo de cosas pequeñas, musarañas y bagatelas, murmuraciones y conjeturas, detracciones y lisonjas. Para qué la filosofía política, o el estudio de las cuestiones sociales, o la visión filosófica de la historia de su patria, o de su época?
El político es siempre un realista para quien las ciencias nada tienen que ver con él ni con lo suyo. En caso de urgente necesidad, allí está el saxofón del periodista que interpretará su pensamiento sin que él sepa darle la partitura.
Mas no hacen bien los periodistas que no cobran por su labor de redacción de discursos y de reportajes, cuando el político los llama para extraer del fuego sus castañas. Distinga el periodista la noticia de lo que no es otra cosa que tañer de cimbalos a las puertas del alcázar donde escondida nora la Opinión Pública. Cóbrales el impresor por su trabajo técnico en servicio del político. por qué no, el que tanto contribuye a mantener el buen nombre del politico, exhibiéndolo honorablemente ante el público. Político hay que sólo ha sido hechura del periodista. Páguele aquél, por lo que no siendo, es. Haga honestamente el periodista su casa con los relieves del banquete político.
Pago Dionisio el Joven, tirano de Siracusa, con el destierro sus estrecheces las crueldades que infligió a sus amigos y a sus adversarios. cuando alguna vez el músico Aristoxeno le preguntara en qué forma le había ofendido Platón para que lo despidiese de sí tan indignamente como lo hizo, le replicó Dionisio que de los muchos males que van aparejados al poder, es la mayor infelicidad la de que ninguno de los que se dan por amigos del poderoso se aventura decirle llanamente la verdad, y que a causa de ellos se había visto privado de las excelencias de Platón.
Una forma de la ceguedad del político es la de no poder ver amigos en quienes le dicen llanamente la verdad, como ellos la miran y comprenden.
a Costa Rica, setiembre, 1941. BRENES MESEN.
Mayo, 1940 (En el Rep. Amer. El 22 de Mayo de 1940, a las dos y media de la madrugada un pequeño grupo de escritores e investigadores latino americanos que regresábamos de una fatigante jornada de fiestas en la Feria Mundial de New York, nos despedíamos camino de los hoteles y las rutas más distintas en la tumultuosa estación de Times Square cuyos relojes marcan siempre la última más acelerada hora del mundo. pesar de la madrugada que parece filtrarse con su humedad y su luz verdosa de los subterráneos neoyorquinos, que viene del río, de los pies de New York que equivalen en su mojada y áspera profundidad a la altura de sus torres; a pesar de la niebla negra en que se funden la lluvia, el carbón y el cansancio nocturno de la tremenda metrópoli, las gentes a esa hora estaban comprando periódicos y avanzaban con sus reflexiones solitarias caras tristes por el dédalo de pasillos y escaleras de la gigantesca estación. Al salir a la calle, a los enormes navios de las casas, las estrellas que también se ven a esta hora en New York, el feo edificio del Times proyectaba sin tregua como un film anaranjado e interminable, la ancha cinta de sus noticias.
Las últimas tropas de Francia se rendían; averiguábase por las divisiones inglesas detenidas en Dunkerque, y en un blindado tren fronterizo decorado de águilas oscuras, Herr Hitler recibía como el Dios Thor de una edad mecánica, la humillación de los mariscales franceses. Llegaba hasta nosotros al través del Océano y la distancia una como ráfaga de la helada estupefacción que en ese momento estaba envolviendo a la lejana humanidad europea. El día nacía en New York y ese día envuelto en la gris placenta de la madrugada, era acaso decisivo en la nueva Historia del mundo.
Por contraste, nosotros habíamos gozado durante las dos últimas semanas, del escenario de una civilización pacífica y madura, prodigada en bienes materiales, en abundancia, en espectáculos. Nos había rodeado con su aliento trepidante, lo que un hombre moderno puede llamar la Poesia de la vida norteamericana.
No dudéis, románticos de Sur América, que existe una Poesía de otra especie que la de vuestras nocturnas vidalitas, en el estilo yanqui de vivir. Hecho a una Naturaleza más ancha y generosa que la de la circundada Europa estos norteamericanos se construyeron una Arquitectura y un idioma que era precisamente el que les hacía falta. desde una pequeña eminencia del Parque Central, New York de noche con el prodigio de sus luces y de sus rascacielos, avanza como una enorme flota futurista; domina los vientos atlánticos y tiende por la tierra, el agua y el aire, el tremendo rodaje de sus comunicaciones. Se adorna con las flores boreales del Canadá y con las orquídeas de Cuba. Registra con la misma precisión informativa el último ciclón, el último juego de bolsa, el último verso hermoso que se ha compuesto en el mundo. Ha creado su idioma, el neoyorquino, que ya no es el académico y suave Inglés de Oxford sino otro lleno de flexibilidad y contracciones, rápido y nervioso, en que el arte de pensar y de decir se simplifica casi como en una fórmula algebraica.
País enriquecido con el tributo de sus 47 estados, con el petróleo de Oklahoma y el trigo de sus gigantescas llanuras centrales, fundiendo el inglés con el piel roja, el irlandés el judío, enorme olla de la humanidad, es el escenario de mayor dimensión, más pululante y audaz, que haya conocido el mundo moderno.
Ahora puede recibir como para que den nuevas germinaciones la ciencia y el arte de la muriente Europa. conversar de temas pacificos Cultura, Educación, Servicio Socialnos habían convidado nuestros amigos norteamericanos en los floridos campos de sus Universidades, en sus enormes halls de conferencias, en los sanos banquetes de sus escritores y catedráticos platonicamente abastesus a