REPERTORIO AMERICANO 99 mopuso muy contenta, le dió las gracias, le regalo fermo de repente y cada día empeoraba. Se al despedirse el abanico de seda y se marchó dirigió entre lágrimas a su mujer.
alegremente. Esto va muy mal dijo. Puedo moDchuang Dsi se fué a su casa y se sentó rir de un momento a otro. Qué lástima que en el jardín. Tenía el abanico en la mano y hayas roto el abanico! Si lo conservases, te se quedó contemplándole. Se sentía triste por serviría para abanicar mi sepultura. La mudentro y suspiraba sin cesar. Su mujer era de jer se echó a llorar a grandes gritos y le juró la familia de los Tien. Procedía de la casta fidelidad eterna. En eso reconozco el cariño principesca de los Tsi. Era joven y hermosa. que me tienes dijo Dchuang Dsi. Bien Era su tercera mujer. La primera había muer que cuando me haya muerto, tendré los ojos to; a la segunda la había repudiado, y lue cerrados. Dicho esto expiró.
go se había casado con ésta.
La mujer encargó el ataúd y se puso vestiElla le pregunto. De dónde has sacado dos de luto. Se pasaba el día y la noche griese abanico y por qué suspiras de ese rando llorando. Así transcurrieron siete días.
do? Entonces Dchuang Dsi le contó la his En esto, apareció de pronto un joven batoria de la viuda joven que había encontrado chiller. Su cara era leche y sangre. Llevaba un al pie de la sepultura. Su mujer se incomodó vestido de seda y zapatos bordados. Era un mucho y dijo. Esa mujer infiel quería ca mancebo extremadamente hermoso. Le acomsarse, cuando ni siquiera se había secado toda pañaba un viejo criado. Decía ser un prínvía la tierra del sepulcro de su marido? Esa cipe de Tchu y que desde hacía años había mujer no tiene vergüenza. Dchuang se puso hecho el propósito de estudiar con Dchuang a cantar en voz baja una canción: Dsi. ahora se encontraba con que, desgraciadamente, el maestro había muerto.
Mientras viven hablan todas de amor.
Se puso de luto, se arrodilló ante el ataúd Pero al muerto le abanican la sepultura. y rezó al espíritu del muerto: El destino me La piel sólo sirve para conocer al tigre. ha negado, oh maestro, el placer de escuchar Del hombre se conoce la cara, pero no el co tus palabras. Pasaré cien días al pie de tu razón. ataúd, para testimoniarte mi veneración.
Cuando hubo terminado de rezar, derramo Esto indignó todavía más a la mujer, que abundantes lágrimas y se puso en pie. Luego escupió en la cara a su marido y dijo: En pidió ser presentado a la viuda. Esta se negó.
el mundo hay muy distintas clases de perso Pero el príncipe dijo: Los amigos, que viven nas. Cómo puedes por una mujer injuriar a juntos, se permiten unos a otros ver a sus mutodo el sexo femenino? No pronuncies pa jeres. Cuanto más a mí, que había convelabras vanas le dijo Dchuang Dsi Su nido con su esposo en ser su discípulo. Por fin ponte que yo tuviese la desgracia de morirme. la viuda le recibió.
No quiero ni pensar en que me guardases fi la primera ojeada se dio cuenta de que delidad eterna. Pero creo que no resistirías ni el príncipe era un señor muy fino y esto le un par de años. Un criado fiel. dijo la movió a sentir compasión por él. Quisiera mujer no puede servir dos que me dejase usted una habitación dijo el mujer buena no se casa por segunda vez. Si príncipe. para pasar en ella el tiempo del alguna vez te alcanzase la desgracia, yo nun luto, que consagre al maestro. Además quica sería de otro. yo no te creo. dijo siera ver los escritos que ha dejado el maesDchuang Dsi. Entonces la mujer se echó a tro, para poder instruirme en ellos.
llorar de rabia. Nosotras las mujeres somos La viuda accedió y le dejó el pabellón del más fieles que vosotros. Un hombre como jardín. Busco también los manuscritos que tú, sin corazón! Se te muere la primera y te había dejado su marido y se los entregó al casas con la segunda. Repudias a la segunda príncipe. ste dió las gracias y se arregló un y me tomas a mí. No te has muerto todavía.
sitio, al lado del ataúd, para poder leer los para hablar así. crees que los demás son lo manuscritos. La viuda iba todos los días a mismo que tú?
llorar ante el ataúd. sucedió que, como era diciendo esto le quitó el abanico de las natural, de cuando en cuando trababa conmanos y lo rompió en cien pedazos. Queri versación con el príncipe. Poco a poco su da mía dijo Dchuang Dsi si realmente tralto se fué haciendo más íntimo y no faltasientes lo que dices, tanto mejor para mí. Por Ton miradas tiernas que delatasen los sentiqué te incomodas?
mientos del corazón. Finalmente la viuda no Así se terminó el coloquio.
pudo resistir más. Llamó a su habitación al Unos días después, Dchuang Dsi se puso en viejo criado; le dió el mejor vino, y le pidió a amos. Una que sirviese de intermediario matrimonial. El viejo regresó con la noticia de que su señor estaba encantado con semejante unión. Sólo le detenía el pensar que el difunto había sido su maestro. Era de temer que esto chocase a la gente. Pero la viuda dijo: No fue más que un acuerdo provisional. En realidad tu señor no ha sido nunca discípulo de mi marido. Yo te suplico que veas de llevar a término la cosa con tu señor. El viejo se fué. Ella aguardó hasta el día siguiente. Como no recibiera contestación, llamó al viajero y le preguntó: El viejo dijo: Mi señor está tan encantado de su hermosura que la relación de maestro y discípulo ya no tiene importancia para él. Pero quedan por resolver tres puntos, que serán difíciles. Primeramente, el ataúd está en la habitación del norte. Celebrar ante él la ceremonia dichosa, ni podría soportarlo mi amo, ni parecería bien. En segundo lugar, usted ha vivido con su difunto esposo en una unión feliz. Pero mi amo no puede compararse con él ni en saber ni en talento, y teme que el nuevo marido no le haga olvidar al antiguo. En tercer lugar, mi señor no tiene un céntimo en el bolsillo, para pagar los regalos de boda y la fiesta. Por esas tres razones es de temer que la cosa no llegue a arteglarse.
La viuda dijo. Si no es más que eso!
En la parte de atrás de la casa hay una habitación vacía; a ella puede llevarse el ataúd.
Por lo que hace al segundo punto, yo fui la tercera mujer de mi difunto marido, Una se murió, la otra fué repudiada por él y todos comentaron su falta de corazón. El rey de Tchu quiso darle un cargo; pero él sabía demasiado que sus conocimientos no eran bastantes para desempeñarlo; por eso huyo aquí, a esconderse. Por consiguiente no puede hablarse de su gran talento. Además su señor es un príncipe y yo soy de sangre real; así que nuestras familias son iguales. Nuestra edad es también proporcionada. En cuanto al tercer punto, todavía es más fácil de resolver. Yo he ahorrado veinte onzas de plata que bastan para pagar los gastos de la ceremonia. Esta tarde es buen tiempo para la boda; cuide de que esté todo dispuesto.
Luego mandó al viejo que buscase gente para trasladar el ataúd. El pabellón del jardin se arreglo para celebrar la boda. Se encendieron cirios y se colgaron magníficas cortinas. La viuda se vistió de brocado y seda y se adorno con gran esmero. Los vestidos de luto ya se se los había quitado antes. El príncipe no tuvo más remedio que ceder. Hizo una reverencia, entró en la cámara nupcial y bebió con la novia el vino del desposorio.
Pero cuando iban a acostarse, el príncipe dió un grito y cayó de la cama. La mujer le abrazo amorosamente y le preguntó qué le pasaba. Pero el príncipe no podía pronunciar palabra, tan vivos eran sus dolores. En su lugar habló el viejo: Mi señor sufre de cuando en cuando palpitaciones. Un médico famoso le ha dado una extraña receta. Para que se alivie hay que mezclar el cerebro de un hombre vivo con vino. Ota vez que le dió el ataque, el rey de Tchu mandó ejecutar a un criminal y se preparó la medicina con su cerebro. Pero ¿cómo encontraremos aquí un cerebro. Se acabó mi señor. Qué hacer. Qué hacer?
La mujer dijo. No sirve el cerebro de un muerto? Si no hace más de cinco semanas que ha muerto respondió el viejo, puede utilizarse. Mi marido no hace quince días que ha muerto. Qué le parece si abriésemos el ataúd y se lo sacásemos? Pero temo que no pueda usted soportarlo replicó el viejo.
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