Joaquín García Monge

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REPERTORIO AMERICANO La Edad de Oro de José Martí, texto de los niños cubanos Una carta, una coacción cordial y un decreto (En el Rep. Amer. Envío de Fernando Campoamor. Artemisa. Cuba. Mariblanca amiga: me venía tentando una carta, mes sobre mes. éste me deja la alegría de no seguirla pausando. Ya usted sabe mi desvelo, que lo es de muchos hombres. Láncelo por su Atalaya para que lo recoja quien debe el Ministro de Educación, que si esto supera, valdrá para él y para usted que hacen por Cuba.
Mariblanca Sabas Alomá, mujer de inquietudes, escritora, periodista, política, poetisa, luchadora social, en su sección diaria de Avance, recogió el de marzo la carta de Fernando Campoamor, que abajo copiamos, con el título de Una bella iniciativa de Fernando Campoamor, y con éstas palabras de prólogo cordial: Fernando Campoamor, uno de nuestros escritores jóvenes de más talento, de más carácter de más sensible facultad de captación, me ha escrito una carta que recibo como un honor. Ella escoge a mi Atalaya, en verdadero y riguroso espaldarazo que le gana mi profunda gratitud para concederle la prioridad de una iniciativa bellisima. Esta es la carta: Le saluda con viejos afectos, FERNANDO CAMPOAMOR.
Mariblanca Sabas Aloma, en un comentario valiente y decidido, trasladó el mensaje al Dr.
Juan Ramos, llegando en su Atalaya del día siguiente de marzo a precisar al Ministro de Educación de Cuba en estos párrafos: VADRDAMA Mariblanca Sabas Aloma, en La Habana, sue Mart Claro que sus amigos podríamos estimular en el Dr. Ramos su fervor ministerial, planteándole a su alto sentido responsable una especie de cuestión de honor enfocada en los siguientes términos: el legitimo devoto de Martí que no puede, como Ministro de Educación, editar para ilustración de las clases populares, no sólo La edad de oro, sino todas las obras del Maestro, cpara qué quiere continuar al frente de wa posición donde tan digna y hermosa labor no le está permitida. Puesta en mis manos tan noble iniciativa por el destacado intelectual cubano, mi querido amigo y compañero Fernando Campoamor, yo la entrego, como él sugiere, al Dr. Juan Ramos, quien hablará o callará en la justa medida que estime su responsabilidad como Ministro de Educaciću.
Compañera y amiga: Me viene tentando una carta, mes sobre mes, y éste me impide darle otra pausa a mi fervor.
Sepa usted que no debo abrir otra espera a su escritura: En New York, circuído de responsabilidades políticas, la revolución de Cuba crecía en el halo de José Martí. New York, entre otras cosas que ganó al corazón de nuestro líder, cuenta una impar. En su trepidación de gran ciudad, vértigo del aluvión emigratorio, wivía muy lejos del viejo espíritu fundador.
Por sus calles, ganoso de tiempo, caminaba a prisa el último poeta de la libertad americana. la imprenta llevaba, entre asaltos de otros deberes, manuscritos cariñosos que barajaban su suerte con las otras letras de filo y combate que ponía en los manifiestos. Todo fué en 1889 y en julio.
Cuatro veces pudo darse aquella alegría de editar La edad de oro, que llevó su mensaje de paloma a todas las repúblicas de América, donde ya se leía con hervor su acento de insubordiaación política. Son sus frases: Este periodico se publica para conversar una vez al mes, como buenos amigos, con los caballeros de mañana y con las madres de mañana. que si alguna vez nos encuentra algún niño de América por el mundo, nos apriete mucho la mano, como a un amigo viejo, y diga, donde todo el mundo lo oiga: Este hombre de La edad de oro fué mi amigo!
La revista se le marchitó. El discípulo Gonzalo de Quesada nos revela el triste desengaño. En 1905 quiso reivindicar Quesada el recuerdo apasionado de aquella frustración, reeditando la colección completa de La edad de cro. En 1921, cuando los muchachos de mi promoción empezábamos a enterarnos de la vida de Martí, en el aula del pueblo nativo, tuvimos la fortuna de los dos números de El Convivio de los Niños, elaborado en Costa Rica por Joaquín García Monge. Alli leimos por primera vez la sílaba apostólica. Después hemos llegado a amigos del buen Don Joaquín, guía de voluntades en la tierra sagaz y nueva de Costa Rica que Martí hizo suya. aún poste riormente, cursando griego en la Facultad de Filosofía y Letras, constatamos la limpieza y sutilidad de aquella Iliada que hay en La edad de oro, y ésta otra Ilíada ósea que venden los eruditos. nos hemos preguntado por qué la iniciativa oficial de nuestra república no lanza una edición de La edad de oro para todos los niños de Cuba, de las ciudades y de los campos; una edición sobria que inunde la isla hasta las costas. Una editorial cubana la dió en volumen cuidado, con láminas originales y viñetas finas, precedida de una introducción del Doctor Emilio Roig de Leuchsenring. El propio Roig de Leuchsenring patrocinó otra edición, gratuita, bajo el signo de su Oficina del Historiador de la Ciudad. Pero ni la una sujeta a la demanda comercial ni la otra limitada al perímetro de la Capital, como obra de su Municipio cumplen la misión total.
Falta la gran edición el decreto que la lleve, como texto, al semillero de escuelas, para que en La edad de oro, en la letra sanguínea de José Martí, hagan su carácter y panorama los hijos de Cuba, los niños que redimio en primera batalla. En ellos quedará como magisterio de hora mayor, el taller del padrazo de La edad de oro.
En el Suplemento literario que fundamos en Pueblo. al que usted dió más de una colaboración cordial noticiamos con júbilo que en la Argentina se regalaba a la niñez, como mandato arcangélico, una edición de páginas escogidas de José Martí, sujetas a los programas de sus escuelas edición Araujo si no equivovo y decíamos, hasta dónde nos abochornaba que el gobierno de una república del sur, en los bajos paralelos de América, nos tomara vanguardia, llevando a sus aulas la prosa del más puro de la raza. mientras Cuba, su vértice de agonías, su isla de pasión, negaba a los ojos ávidos de las últimas generaciones hechas en su eco la edición profunda, en millares incontables. Ahora decimos más: y el decreto que pregone La edad de oro bajo el último techo rural de una escuela.
Una semana después, el Dr. Octavio Martinez, Jefe de Despacho del Ministerio, trasmite el siguiente telefonema a la escritora entusiasta Mariblanca: La llamo en nombre del Dr.
Ramos. El me encarga que le trasmita tres recados en uno solo: que desea felicitar por medio de su Atalaya a Fernando Campoamor, por la bellísima iniciativa que puso en sus manos; que Ud. y Campoamor se pongan de acuerdo para que le vean en el Ministerio o en su casa, cuando les parezca bien; y que el Ministerio de Educación procederá inmediatamente a editar para el pueblo de Cuba La edad de oro de José Martí. Dice el Dr. Ramos, Mariblanca, que le agradece mucho la justicia que le hizo al suponerlo incapaz de permanecer al frente del Ministerio de Educación si las circunstancias le hubieran impedido acoger como suya la iniciativa de Campoamor. Su respuesta es ésta: La edición de La edad de oro se imprimirá inmediatamente y, además, se declarará obra de texto para todas las escuelas de la República.
Con este motivo honroso, Mariblanca Sabas Alomá, desde su leída Atalaya del diario Avance que llega día a día a sus incontables lectores, el viernes 14, con el título de Júbilo por La edad de oro. cierra su sección con palabras de fe. Tenemos al frente del Ministerio de Educación a cubano responsable. Pronto se editará La edad de oro, pronto llegará a todas las escuelas, a todos los hogares, este libro de maravillas rescatado del olvido oficial por Campoamor, por Ramos y. cómo no decirlo. por mí! Estoy contenta. Es esta una de las bellas compensaciones espirituales que he recibido en mis largas tareas de periodista y luchadora social.