Liberalism

REPERTORIO AMERICANO 229 El Político (En e Rep. Amer. Véanse en las dos entregas anteriores las partes a III)
IV obras de belleza, sino para consolidar una posición social de estratégica valía. para aprovecharse en mayor escala de los privilegios y favores que el poder político suele conferir a quienes se desalan en demanda de ellos. Tal es el camino de la corrupción política. El, a su vez, puede, mediante su dinero, prestar grandes servicios al poderoso.
Fué un rico banquero de la casa de los Fugger, Jacobo, segundo de ese nombre, quien compró para Carlos la dignidad del Santo Imperio Romano. Los Fugger, a su vez, recibieron del Emperador desusados privilegios que, sin aquel oportunísimo servicio, no habrían alcanzado.
Esa sed de riqueza corrompe al político de menguado corazón, cuya aspiración primera no es consagrarse a labrar la prosperidad de su patria, sino satisfacer su ambición de fortuna.
Hacia este político se dirigen cuantos tienen negocitos limpios tenebrosos que proponer a los dudosos funcionarios del Estado. Las gentes lo miran enriquecerse más aun, sin darse cuenta exacta de las actividades de su industria. Se le ve ahora figurar en los movimientos importantes de la política. Se hace consejero de todos los consejos, como padrino de todas las bodas y promotor de las nuevas industrias. No por la sabiduría de su consejo, o la munificencia de sus regalos, o por su fértil inventiva, sino porque su nombre ya tiene lustre. Lustre engañoso de pirita en la piedra, que los no entendidos juzgan ser de oro.
La asociación del crimen y de la política se ha hecho manifiesta en todas partes. El crimen requiere la protección del político, y éste recibe de aquél oro empañado de sangre, o tembloroso de asalto.
VI Cualquiera que sea la forma de gobierno que se haya dado un pueblo, no ha podido nunca desentrañarla de las finanzas o de la economía indispensables para sufragar los gastos del Estado. Esto es, la ciencia de la recaudación de las contribuciones es una rama de la Política.
De alli que haya también una política de las contribuciones, con la cual el politico en el poder puede amenazar toda la economía de un pueblo. Desde fines del siglo diecisiete hasta principios del diecinueve, cuando el liberalismo económico gradualmente se desenvolvía, esa política de las contribuciones afectaba, en Europa, directamente al soberano. En nuestro tiempo, esa política afecta el conjunto de la estructura de los negocios en general, facilita o dificulta las condiciones de vida de la Comunidad. expresándolo de otra suerte, habría de decirse que la política abarca toda la economía de la nación, así como sus finanzas.
Ha comenzado, pues, el político de nuestros días a trastornar las empresas y los negocios, porque a causa del carácter económico de éstos, el político puede llegar a tenerlos a su alcance. Sin la buena voluntad del gobernante no prosperan las empresas. Hay licencias, impuestos, competencias favorecidas, protección, monopolios para los suyos, para sus amigos, para sus socios en sus propias empresas.
En otras palabras, se ha hecho carrera de obstáculos el libre curso de las leyes económicas de otros días. De allí la intervención del comercio, las industrias y las finanzas en las agitaciones de la política; del modo mismo que esta interviene en las finanzas, las industrias y el comercio. Cesación de su independencia, por la intromisión del político.
Esta es práctica antigua. Sólo que en nuestro tiempo ha dejado caer la máscara de vergüenza tras la cual antes se encubría.
Se enriquece hoy el político afortunado, porque a la zaga de sus triunfos viajan las proposiciones de nuevos fáciles y honestos negocios, de compras de ocasión, de sociedades en la que por lo menos uno de sus miembros alza bandera de escrúpulos para guardarse de la corsaria calumnia. como las manos del triunfo saben abrir puertas de crédito, paga con promesas el político la realidad de sus tierras y de sus ganados y de sus industrias y de sus almacenes y de sus casas.
El político deviene propietario terrateniente, o banquero, o industrial.
En el político de la hora presente está disfrazado el tratante de negocios fáciles, el especulador en tierras, el inversionista en industrias, el jugador a la Bolsa. Para todo lo cual se aprovecha de las informaciones confidenciales que le bajan de las alturas o le suben del mundo de las necesidades y de las apreturas.
Sin embargo, no lucha como el hombre de negocios, no se aventura como el hombre de empresa no juega ni especula con su propio ingenio. Su buen éxito es tributo a su posición política. Cuenta, por otra parte, con la silenciosa colaboración de otros que, como él, codean por enriquecerse. éstos queda confiado el trabajo. Para el político, honra y provecho. Porque él es la egida que ampara; el sésamo pronunciado a la sordina que abre los zagueros postigos de los buenos negocios.
No es su camino el paciente trabajar, la lenta acumulación de ahorros que comporta privaciones. El posee la asegurada premonición de que los negocios llamarán a su despacho, o a su mesita de cocktails.
Una sobremesa puede valer de mil a cien mil duros bananeros.
Los cambios de pareceres no extrañan en el hombre de estudio y de reflexión, ni en las naturalezas ricas de emotividad y de generosos y repentinos impulsos; mas en el político profesional, si joven, los cambios se producen porque todavía es gallo de campanario al viento. Ya en la edad provecta esa desigualdad de pareceres adquiere el desabrimiento de cierto cínico desdén de la opinión ajena. Le place el asombro de la multitud plebeya, aunque se discierna menosprecio en el asombro.
Toda lisonja le viene a la medida, como hecha para su talle. ninguna censura le alcanza, si bien sale a la defensa con lanza enristrada, estoque y carabina. Es preciso probar que él siempre tuvo razón. Allí está su memorioso archivo que le suministra la evidencia.
Si error hubo, culpables fueron sus servidores infieles, o sus amigos desertores. él no le fallaron ni el buen juicio ni el corazón. ΕΙ siempre adivinó las justas soluciones. Por eso cuando alguna ajena solución atraviesa por su camino con algún lejos o algún cerca de la suya, hosacnando exclama: Pues no andaba yo tan errado entonces. Político, por sobre todo, jamás se siente señor de sí; necesita el sufragio amigo que le confiere el señorío que a él le falta.
De la misma suerte que para el político la verdad es tan preciosa como el error, la virtud le es tan amada como el vicio, si bien se le encuentra más amenudo del brazo del vicio que en conversación con la virtud. es que el vicio es más útil; porque entra en todos los lugares, aun allí donde mora la virtud, porque entonces se disfraza de tentación.
No tiene premio ni gratitud para el hombre de virtud y de talento que ennoblece una campaña política en su servicio, porque sabe que este hombre digno sabrá callar su reclamo de justicia. Se dará la palma a quien está pronto a sacudir fangosas aguas de escándalo. Y no se busca la riqueza para promover la investigación de la verdad, o para la ejecución del bien, o para crear o ayudar a crear BRENES MESÉN FAXON Co.
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