254 REPERTORIO AMERICANO Oda a Rabindranath Tagore (Envío del autor)
Vaed ja de los principes, el del bar bado rostro, verbo de tempestades y corazón de llama; ante tu majestad hierática me postro, biznieto preferido del blanco padre Brahma.
Moisés de nuestros días!
Oyó tu pueblo, triste, mordido por las dudas, tu sabia voz profética como la de Isaías; y las dolientes almas, por el dolor desnudas, tuvieron lenitivo para sus agonías: el bálsamo que brindan los Cristos y los Budas y los fraternos dioses de las mitologias.
Los idolos de antaño temblaron en sus urnas cuando tú, gran vidente de las resurrecciones, dudaste de sus mansas pupilas taciturnas, de sus mutismos trágicos y sus meditaciones.
Hubo en el cielo un vasto rumor de encantamiento cuando cayó el antiguo ritual de aquellos dioses.
Yo he visto, en los fakires, el estremecimiento que puso entre sus carnes el ansia de otros goces.
Yo vi sobre los templos, en la alborada roja, cien trompas arcangélicas aclarinar el viento, y los derruidos dioses llorando de congoja junto al altar votivo que alzó tu pensamiento Yo vi los pebeteros itguiendo sus columnas de perfumadas nubes, en actitud ex raña; oi cantar de gozo los Ganges y los Sumnas, allá en el solitario nidal de la montaña.
He visto aletargarse la mística Serpiente: y al fin, el sacro fuego, que purifica y salva, incineró el pasado. y silenciosam nte arder sobre la pira lo vio la luz del alba.
El Tagore (Talla en madera de Teodorico Quirós. Padre Tagore, un día, para bañarse en lumbres, mis líricas alondras, volaron a las cumbres del Himalaya. En vano fatigaron el ala porque encontraron muerta la luz de tu Bengala.
Ay, Zamba Caderona. Del Folk lore panameño. En el Rep. Amer. En los celestes prados ya encantaba tu oido la divina armonía, y el canto melancólico de los cisnes sagrados que mueren en las aguas rimando su agonía.
Oh, bienaventurado cantor de los hindúes, las dulces bayaderas de tus nativos lares no danzan ya sus lanzas ni agitan sus collares, al són de finas flautas de armónicos bambúes.
Los pájaros rituales, henchidos de amargura, silenciaron sus trinos hasta el alba futura.
y los viejos brahmines, melancólicamente, por todos los caminos ambulan sin oriente.
Las ninfas de la selva. desde que tú partisteciñen guirnaldas muertas sobre su frente triste.
Ay, Zamba Caderona!
menea tu cadera iajé. Sus ojos electrizados eran como dos hogueras, que en la cumbia refulgian, aquella noche de fiesta; y sus senos apuntaban dos botones de madera, que indicaban al deseo, aquella noche de fiesta.
En la danza iba agitando remolinos de caderas, temblores de seno virgen, carnes de aceituna fresca.
Ay, Zamba Caderona!
menea tu cadera iajé!
Ritmo de su tallo núbil fragilidad de culebraera el ritmo del deseo aquella noche de fiesta.
Insinuaciones tenían sus senos y sus caderas y sus ojos encendidos, aquella noche de fiesta.
Como era la despedida de su noche de doncella, se hacían promesas sus senos y resabios sus caderas, cuando de la cumbia alegre iba ritmando la rueda.
Ay, Zamba Caderona!
menea tu cadera iajé!
Juan la esperaría en la tranca, a la orilla de la cerca, su potro bien ensillado, luciendo mantilla nueva, freno de blanco metal, de cuero blando las riendas y colocado el galápago en el anca de la bestia.
En el arzon fina daga y al cinturón de correa colgando fiero revólver, lleno de cápsulas nuevas, pues era cuestión de macho la aventura de su espera. Juan la esperaría en la tranca a la madrugada fresca, cuando la perdiz pitara su prolongada sirena y desataran los gallos sus clarines y trompetas.
Ay, Zamba Caderona!
menea tu cadera ajé! pensando en esa fuga. fuga de doncella trémulaLos sátiros cabríos en los bosques eternos no tocan la siringa ni mueven ya los cuernos; y los centauros pasan con la humana cabeza como rendida al peso de una amarga tristeza.
Rabindranath, profeta de un siglo moribundo, has ahondado el enigna de los reinos ignotos, pero vive tu espíritu que flota sobre el mundo, como en sagrados ríos el alma de los lotos.
FERNANDO CENTENO GÜELL Costa Rica.