REPERTORIO AMERICANO 25 Don Fernando. Su azúcar y su tabaco un 00 (En el Rep. Amer. Conocí a Fernando Ortiz por el año 28. Yo edad, sino a los que tenemos muchos años meera entonces chofer y sombrerero, y quería esnos. Hace unos días me dijo sin ambajes: UScribir. Miraba, con temor y aspiración, hacia ted es un derrotista. Hablábamos de política los que lo hacían. Me hubiera escondido de y de movimientos sociales. Ortiz tenía razón: ellos, hubiera huido de ellos, por temor a que yo me sentía, en algunos aspectos, más viejo me descubrieran, también a mí, aquel pecado que él. El nunca ha perdido su fe en la marcha de querer escribir. Pero al ver a Ortiz, no tuve progresiva de la humanidad. Ortiz es acaso el miedo. Fué acaso en una librería. Don Ferejemplo más notable de actividad intelectual nando se me presentaba como hombre todo huque haya dado Cuba. Esta actividad no se mamanidad: ancho, aplomado, coloradote, abierto hifiesta simplemente en su ya copiosa biblioy cordial. Enseguida lo slentí, humanamente, grafía. Ella revela, si acaso, la diversidad de ahí, entre los hombres, capaz de sentir con sus inquietudes, pero no la totabilidad de sus ellos. No podia conciliarlo; para mí, un escritrabajos (work in progress. Vivimos en tor (y un gran escritor, como él) era, como un país y en una época en que el estudioso tiene gobernante, algo por encima de nosotros, los que diversificarse y aun disiparse en multitud demás seres, ratoneantes y amontonados. Don de cosas menudas y marginales. El fué jurista, Fernando (siempre le llamamos Don Fernanpolítico, legislador, geógrafo, penalista, psido, con cariño y respeto) era, de cuantos intequiatra, etnógrafo, folklorista, sociólogo, hislectuales venían por allí, el más a mi alcance, toriador, policiológico, lexicógrafo, biógrafo, mucon el que me sentía más tranquilo. Sus palasicólogo, crítico, economista. Los temas se bras, y hasta su voz, me parecían familiares, le agolpaban a la mente. Todo estaba por hacon humor zumbón y cercano. Para él no hacer, o por rehacer. El tiempo de la vida no albía, humanamente, categorías; no me hablaba canza para tanto. Ortiz leía sigue leyendoa mí de modo distinto a uno de sus iguales, sin cesar, toda clase de libros, toda clase de Lo primero que le cobré a Ortiz fue, pues, revistas, en todos los grandes idiomas. veces cariño. Yo creo que esto es lo que ocurre a cuanse olvidaba de que se había ido la noche y de tos lo tratan de cerca. Primero, estimación, apreque ya asomaba el día, hundido entre sus pacio, respeto y admiración por la persona; luego, CARAVA peles. Lo miraba todo; lo examinaba, lo comentusiasmo por su obra. Pero obra y autor se paparaba. De esta comparación, parte la flexibili.
Fernando Ortiz recen y entreven. Ortiz no tiene, como si didad de sus principios y la constante inquietud jéramos, una cámara aparte en sit vida interior inquisitiva de su espíritu científico. En nada (sentimental y cerebral) para elaborar su obras.
hallaba Ortiz un apoyo inconmovible para las El ha escrito siempre por algo y para algo; siempre movido por alguna pasión, algún amor, leyles. Tuvo que venir la biología, con sus forEstación perdida midables descubrimientos, para que se sintiera, o algún odio (porque hasta este hombre bona(En el Rep. Amer. por fin, un tanto seguro, en ese mar cruzado chón y comprensivo, tolerante y sencillo, puede corrientes que es el pensamiento filosófico.
da odiar, si se trata de alguna de esas estupiA Tenemos, pues, a la vista, un hombre de culdeces, fanatismos, intransigencias y mentiras (En mi hermosa e imposible New York. tura científica. Pero esto nos daría una imaque pueblan nuestro pobre mundo. Ordiz ha gen equivocada de él. Ya he hablado de la senhecho de su leer y escribir un ministerio de cillez y humanidad de Ortiz, tanto en su vida ciudadanía. Lele para escribir y escribe para Una hoja amarilla del otoño. como en sus escritos. Su cultura no ha matado educar, y educa (siempre desde su cátedra li esta noche mi sombra toda arde, nunca en él esa vena viva de humor y buena bre y personal) para que todos podamos ser hombría; al contrario, la ha nutrido y animado.
justos. No puede haber justicia sin cultura y hoja grande crujiente de ecos de oro.
Para él, la forma está siempre en el fondo; el no podrá haber cultura verdadera mientras la vestido está en lo que lleva. La emoción sale que hemos heredado siga plagada de mitos, de esta noche mi sangre toda fondo, siempre a la superficie; asoma hasta en la defalsedades, de dogmatismos y de cursilerías.
finición (que pensamos tendría que ser seca)
Toda la obra de (Femando Ortiz está canaliza arde toda, hoja sola en paz, tocada de un término lexicográfico. Quien quiera wer da, paralelamente, en esta doble dirección: por de aire de enmedio un ejemplo simple de lo que decimos, no tiesensitivos ojos.
un lado, destruir las mentiras; por otro, criclar, na más que hojear, por ejemplo, su Catauro de sobre base firme y científica, las propias verCubanismo. Nadie, que yo slepa, había consedades.
Por el aire final, apenas solo guido poner en un diccionario una intención exAhora Ortiz publica un nuevo libro; un litralexicográfica tan oportuna. El está siempre bro suyo. Esto es lo primero que hay que novienes al paraíso igual y trdes presente, hasta cuando define el significado de tar: la formidable personalidad del escritor, en una hoja dorada del otoño una palabra. Diríamos que hasta en eso hacid medio de la vagueldad de los temas: su unidad política: su política, que es la de enseñar, la de en la de hombre y de estilo, en medio de la diversimano que salva lo más hondo iluminar, desde abajo, desde los hechos vivos, dad de materias y motivos. Ortiz no se pierde de estación y amistad, de sombra y luz, nuestro entendimiento.
nunca; está con su voz, con su humor, con su Por eso gusta Ortiz cuando escribie, no imtoho, presente siempre, no importa lo que tray me la dejas, súbito tesoro.
porta lo que escriba; por eso pone vida, e inte. esto es lo que da vigor, animación, juventención, y sentido trascendente (trascendente, tud, actualidad y vigencia a todo lo que hace.
Viste otro otoño tú, cobre oro rojo.
aunque sea cuotidiano en todo lo que escribe. No importa cuál se el tema, visto por Ortiz Ahora tenemos a la vista Contrapunto Cubano ha de ser, para el lector, algo siempre nuevo.
Yo olvido el día verde y sol azul del Tabaco y el Azúcar. Es un libro de interpre.
Lleva el hombre muchos años de lucha y de con luna azul y noche heliotropo.
tación histórico económico de estas dos plantas, estudio; su cabeza está completamente blanca cuyas hojas y tallos entretejen toda la vida cuy por su espiritu han pasado, en eco resonante, bana. Es, primero, un ensayo; y después una las más violentas, retorcidas, contrapuestas Yo, el anhelante de los nortes otros, exposición, comentada, de documentos. Un lec(contrapunteadas) corrientes pasionales e ideotor no avisado creería, por el título, que se tralógicas que recuerde la historia de nuestra ciquien traía a la ausencia de su sur ta de un libro sólo para especializados; en towilización. Pero él está aun ahí, tal como es, una hoja cobriza del otoño. do caso, para ser leído obligadamente. esto firme en su flexibilidad, seguro en su comprenslería un error. Ortiz no tiene un solo libro que que un día, fuera yo de tiempo propio, sión, claro en su pensamiento y abierto en su no pueda leerse con agrado y emoción, aun corazón. Los sabios de su edad no suelen ser me habia de volver tu mano, tibia cuando el tema no nos interese especialmente.
asi; suelen caer en alguna especie de infanti de luz de enmedio y diamantinos ojos.
Pero su capacidad de humanizarlo todo, de lismo o de engolamiento profesoral. Nada de ilustrarlo todo con ejemplos vivientes y aun esto le ocurre a él. Cada nueva conferencia, dramáticos, ha sido acaso superada en esta su cada nuevo libro, aparecen con un frescor y JUAN RAMÓN JIMÉNEZ última obra. Aquí, tabaco y azúcar, son como una juventud que superan, no ya a los de su Miami, Fla. 1940.
dos personajes reales, con las grandezas y las