REPERTORIO AMERICANO 307 El Político (En el Rep. Amer. Véanse las partes anteriores en los Nos. 14, 15, 16 y 19 del tomo en curso. Beba cervera SELECTA De malta y lúpulo. os is, a XI Evita el político los debates acerca de los graves problemas que exigen para su resolución o siquiera para su planteo una orientación definida, el norte de un principio social, político, económico simplemente constitucional. Porque en estos debates aparecen purtos de vista diversos, posibilidades de división en los grupos de opinión pública. Todo lo cual parece hostil al político. Quien difiere de su afirmación es, por lo menos, un potencial enemigo. él quiere amigos a todo trance. Eso demanda su realismo.
Por ejemplo: Hay en la Constitución de la República disposiciones que no sintonizan con las necesidades sociales de nuestra época.
Ninguno de los políticos tiene el atrevimiento de iniciar reformas siquiera sean graduales, para evitarse las Asambleas Constituyentes. Ni la reforma favorita que es la prolongación del periodo presidencial la sugiere el político en ello interesado. Espera o sugiere que sea alguno de sus paniaguados quien haga el sondeo de la opinión. veces son los diputados quienes inician ese movimiento, cuando en ello les puede ir prolongación de su propia canongia. Porque son realistas.
Otro ejemplo: El sistema tributario no se contempla con franqueza por el político, pues que sabe que eso es entrarse en breñas y jarales que le desgarrarán sus carnes y su toga. Y, por supuesto, recua la tributación indirecta porque es el asno del consumidor quien lleva la carga sin coces ni rebuznos. La vida se le encarece al consumi.
dor, pero éste no ve el sacrificio patente. Su jornal, su salario, su estipendio o su honorario se le disuelve apenas toca sus manos, más no aparece el responsable de esta volatilización alquimica a distancia.
Otro ejemplo: los barones del café, beneficiadores o exportadores, debería el Estado imponerles una alta contribución en razón inversa de los precios que ellos pagan a los pequeños productores y de los salarios que asignan a sus empleados y jornaleros. El político no se atreve a hacer esto, porque en los países donde existen estos barones ellos son y han sido por largo tiempo el invisible Gobierno de la República; porque suelen ser quienes adelantan el dinero para las campañas políticas. por la misma razón existen tantas propiedades de tierras improductivas. Sus propietarios esperan el correr del tiempo que les acrecienta el valor por el mero aumento de la población y de la riqueza social. El político no se atreve a imponer tributación a estas propiedades. Se atrae la oposición de sus dueños. el buen político ha de ser hombre de muchos amigos y sin adversarios. de esa suerte, las fortunas más considerables, a veces las más sutiles, se escapan de la tributación directa con facilidad, porque suelen ser fortunas lejanas y de valores que no pueden o no quieren confesarse. elogia el político a quienes pagan elevadas contribuciones, pero no ensalza a quienes en la realidad la soportan, los asininos consumidores que no se organizan para su defensa.
El temor de hacerse adversarios, de internarse en controversias peligrosas para su popularidad, real o en perspectiva, les corta las alas para originar iniciativas, ya en las relaciones exteriores, ya en las actividades profundas en el interior. Respecto de los problemas y situaciones internacionales las más de las veces se limitan a ser observadores, o a los rutinarios telegramas de pésame o de felicitacio.
nes. En sus discursos, no van más allá de la expresión del deseo de fomentar más aún, si cabe, las buenas relaciones que felizmente existen.
En asuntos del interior, el político vive al día. Circunscribe sus conversaciones o sus actuaciones a los proyectos que aparecen en la prensa o sobre la mesa del despacho. se hace el político la ilusión de que ese asunto es de trascendental importancia, y lo sopla para inflarle mayor volumen. Las más de las veces, el mismo o semejante asunto ya se ha resuelto en el país o en alguno otro país vecino.
Por eso en los periódicos aparecen innúmeros proyectos que se ofrecen al público tan ostentosamente como si fuesen la entrada en la tierra de promisión.
Los más de tales proyectos no se han concebido ni gestado en los círculos gubernativos, sino allí donde hay intereses de orden moTal o material concernientes a los objetivos sobre que versa el proyecto. Sería injusto, sin embargo, no apreciar su pronta adopción cuando los méritos de tales proyectos justifican esa receptividad. cuando son de grande utilidad, la adopción redime a muchos políticos de su esterilidad y falta de preparación para el desempeño de las funciones para que fueron elegidos o nombrados.
Carecen los más de los políticos de los talentos y cualidades del líder. En cambio se organiza en camarillas para la defensa o para el asalto en la campaña que ha de venir. como no hay visión de los hechos que se desgajan de los principios cuando se les aplica la voluntad de fertilizarlos, no amanece entre los políticos el líder.
Por otra parte, quizás a causa de que carece de las virtudes y cualdidaes del líder, se entrega con facilidad a sus amigos, sin pasársele por la mente que mañana éstos serán sus adversarios, cuando ya sus intereses no sean los de él. Pero no se entrega el político por abundancia de generosidad, sino porque no sabe alzar los valladares en torno de su ser moral, como hace el hombre de excelencia, a quien por su altura no se acercan los que desearían leer su pensamiento.
No puede ser líder el político que se desvive por complacer hombres de las más diversas propensiones intelectuales y morales y sociales, para alcanzar lo cual se descoloran o afectan el tornasol falaz que seduce las miradas de los igualmente incoloros; pero que desvía a los hombres de definidos tintes políticos, o de carácter ya bien templado por el fuego de la vida.
Fenecido el poder que administró, el político se destierra por algún tiempo, o se refugia en su relativa soledad, con los pocos agradecidos de ayer y los amigos personales de siempre, porque los había ganado en el ejercicio de su hidalguía o de sus otras virtudes personales que sirvieron y que pueden volver a servir para enfocar la atención yoluble de las masas. Porque éstas, como las amantes que riñeron hace dos o tres meses, vuelven a pensar en los amados, como si nada hubiese ocurrido. piden al político que vuelva a ser su ídolo de cuatro meses: ellas gustan del carnaval eleccionario; rara vez se dan cuenta de la trascendencia de lo que van haciendo.
Oyen hablar de una causa, su causa. Para ellas la causa es un hombre o un nombre, nada más. Salvo cuando ya las han instruído sistemáticamente para saber que quieren un cambio que mejore su situación económica o que se les dé escuelas, puentes, cañerías o caminos.
En las pequeñas naciones el político, en tesis general, no es perverso ni tiene la dureza de corazón que suele ser distintivo del líder. En torno de él se aglomeran los parientes que suavizan las agresivas decisiones, que causan finalmente el desmoronamiento moral del líder, a quien arrastran necesariamente al nepotismo.
Sin la sinuosa y hechicera intervención de las mujeres en la política administrativa, fueran en las pequeñas naciones más rígidos los líderes. BRENES MESÉN Costa Rica, noviembre, 1941. Se trata de la filosofia celigiosa de Kant. Su fundamento es la idea de que la virtud ha de tener recompensa. Pero modernamente se ha discutido bastante, sobre todo por Nietzche, si la idea de la recompensa tiene valor moral, e incluso se ha dicho que la afirmación de que la virtud debe tener recompensa constituye una moral de la propind.
Pero aún en el caso de reconocer el valor moral de la recompensa, aún en el caso de estar convencidos de que la virtud debe tener su recompensa. no es justo, entonces, que también el vicio reciba un castigo. No habrá, pues, que postular también un infierno o, por lo menos, un purgatorio. A, Messer, Historia de la Filosofia. Rev.
de Occidente. Madrid. 1927.