REPERTORIO AMERICANO 273 Negra y eso.
es El colocolo. Qué va a ser, señor! Oye, Antuco, pásame otro traguito.
Por MANUEL ROJAS Volvió a circular el jarro lleno de vino caliente.
fría era la noche en torno y encima Está haciendo frio. Tú no crees en el colocolo?
del rancho de José María Pincheira, uno de los Debe estar lloviendo en la costa. No, señor, como voy a creer. Yo no creo últimos del fundo Los Perales. Eran ya más de Bueno, vamos a ver el vinito.
mas que en lo que se ve. Ver para creer, dijo las nueve y hacía rato que el silencio, montado Sirve, Antuco.
Santo Tomás. Quién ha visto al colocolo? Naen su macho negro, dominaba los caminos que Llenó Antonio el jarrito y se lo ofreció a die. Entonces no existe.
dormían vigilados por los esbeltos álamos los Vicente. Este lo tomó, aspiró el vaho caliente. Psch. Así que tú no crees en Dios?
copudos boldos. Los queltehues gritaban, de rato que despedia el vino, hizo una mueca de frui. Este. No sé, pero en el colocolo no creo.
en rato, anunciando lluvia, y algún guairao per ción con la nariz y empezó a bebérselo a sorbi. Quién lo ha visto?
dido, mientras volaba, dejaba caer su graznido tos, dejando escapar gruñidos de satisfacción. Yo lo he visto afirmó José Manuel estridente.
Esto está bueno, muy bueno. Apuesto que Si, con los ojos del alma. Son puras fanDentro del rancho la claridad era muy poco fué Antuco el que lo hizo. Es buenazo para pre tasías, señor! Las ánimas, los chonchones, el comayor que afuera la única luz que alli brillaba parar mixturas. Creo que se ha pasado la vida en locolo, la calchona, las candelillas. Ahí tienes.
era la de la una vela que se consumía en una tú: yo creo en las candelillas porque las he visto.
palmatoria de cobre. En el centro del rancho ha. No protestó Pincheira lo hice yo, y si. No estés payaseando! exclamó asustado bía un brasero y alrededor de él dos hombres no fuera porque lo cuidé tanto, Antuco lo ha Antonio.
emponchados. Sobre las encendidas brasas se veía bría acabado probándolo. Claro que las ví.
una olla llena de vino caliente, en el cual uno de Rió estruendosamente Vicente Montero. De. ver, cuenta.
los emponchados, José Manuel, dejaba caer pe volvió el jarrito y Antonio lo lleno de nuevo. Se lo voy a contar. O, e, Antuco, pásame queños trozos de canela y cáscaras de naranjas. sirviéndole esta vez a José Manuel.
otro trago. Esto se está poniendo como caldo murmu. Bueno, cuenta. cómo te fué por alla. Así tan seguido se pierde el tañido!
ró José Manuel Bien; dejé los animales en el potrero y des ¡No lo hicieron para tomar? Tomémoslo. tan oloroso. Déjame probarlo dijo su pués me entretuve hablando con las amistades.
entonces.
acompañante. Cómo está la gente?
José Manuel Antonio se echaron a reír. No, todavía le falta, Antuco. Todos alentados. Ah, no! Ahora que me. Este diablo tiene más conchas que un gala ¡Psch! Hace rato que me está diciendo lo acuerdo, hay un enfermo.
pago!
mismo. Por el olorcito, parece que ya está bue. Quién. Bueno, cuenta.
no. Taita Gil. Pobre viejo, se va como un ovi. Espérense que mate este viejo. No. Acuérdese que tenemos que esperar al llo.
Se bebió el último sorbo que quedaba en el compadre Vicente, y si nos ponemos a probarlo. qué tiene?
jarro, lanzó un sonoro jah! y dijo: cuando él llegue no habrá ni gota. Quién sabe! Allá dicen que es el colocolo Cuando yo era muchachón, tendría unos. Pero tantísimo que se demora!
el que lo está matando, pero para mí que diez nueve años, fuí un dia a la ciudad a ver. Pero si no fué alli no más, pues, señor. Te pensión. Le han pasado tantas al pobre viejo, a mi tío Francisco, que tenía un negocio cerca nía que llegar hasta los potreros del Algarrobi tan seguidas!
de la plaza. Allá se me hizo tarde y me dejaron llo, y areando. Por el camino, de vuelta, lo ha. Bien puede ser el colocolo.
a comer. Después de comida, cuando me vieron brán detenido los amigos para echar un traguito. Si, un traguito. Mientras el caballero le estará atracando tupido al mosto, nosotros estamos aquí, escupiendo cortito con el olor. Déjame probarlo, José Manuel. Bueno, ya está, condenado; me la ganaste.
Toma.
Metió José Manuel un jarrito de lata en la olla lo sacó chorreando de oloroso humeante vino, que pasó a su amigo, el cual, atusándose los bigotes se dispuso a beberlo. En ese instante se sintió en el camino el galope de un caballo; después, una voz fuerte dijo. Compadre José Manuel. Listo! gritó Pincheira, levantándose, seguida a su compañero. No te dije, porfiadc, que llegaría pronto. Que llegue o no, yo no pierdo la bocarada. se bebió apresuradamente el vino, quemándose casi.
Frente a la puerta del rancho, el campero Vicente Montero había detenido su caballo. Baje, pues, compadre. bajarme voy.
Desmontó. Era un hombre alto, macizo, con las piernas arqueadas, vestido a usanza campesina. Entre, compadre; lo estoy esperando con un traguito de vino caliente. Ah, eso es muy bueno para matar el bichito! Aunque ya vengo medio caramboleado.
En la casa del chico Aurelio casi me atoraron con vino.
Avanzó a largos y separados pasos, haciendo sonar sus grandes espuelas, golpeándose las polainas con la gruesa penca. la escasa luz de la vela se vió un instante el rostro de Vicente Montero, oscuro, fuerte, de cuadrada barba negra. Después se hundió en la sombra, mientras los largos brazos buscaban un asiento.
Manuel Rojas en Seo