Víctor Raúl Haya de la Torre

362 REPERTORIO AMERICANO Beba cerveza SELECTA De malta y lúpulo.
y es Indoamérica un futuro de justicia económica.
Con las mismas verticales orientaciones principistas del Partido, se ha manifestado en su múltiple actividad intelectual. Jamás ha tenido que retractarse de un juicio. Nunca ha tenido que dar los virajes cinematográficos de nuestros fantaseadores tiopicales. Siempre ha ofrecido el ejemplo magnífico de su rectitud, de su realismo. Lo que causa admiración es que un hombre ocupado en la incesante acción política de Partido, pueda sacarle tiempo al tiempo es robo al descanso, al sueño, a la distracción para la labor formidable que sig.
nifican sus obras. Sus últimos libros, han visto la luz en momentos de intenso batallar revolucionario dentro y fuera del Perú. Sus frecuentes artículos en las revistas de Indoamérica, coinciden con trabajos políticos sobre la realidad peruana. Nadie como este infatigable creador y productor, ha fundido de manera más cabal la función del intelectual con la función del político. Intelectual y político, hay que decirlo, de una época urgida de acción transformadora. Con lo cual no ha hecho más que fundirse con los imperativos de nuestro espacio y de nuestro tiempo. Honradez de un hombre que se enorgullece de tener una fé; un puesto de lucha en la sociedad y un lugar de honor en la vanguardia que construye Continente unido!
Tanto critiquillo rastrero que anda por América tratando infecundamente de denostar al a. a. al aprismo y a los apristas, debía volcarse de manera responsable a la pública refutación de las obras de Haya de la Torre, de Luis Alberto y de tantos otros mpañeros. El círculo, la capillita y el articulejo son indices acusadores de impotencia. Pero si la cuestión ha de quedarse siempre en mera palabrería, que sigan esos señores hablando.
Mientras tanto, y he aquí la significación extraordinaria de Luis Alberto Sánchez, nosotros seguiremos actuando.
Que si ejemplo no se pierda, que su obra nos sirva de guía, es la ambición de los que.
en Luis Alberto Sánchez, saludan a la América que surge, a la América questra.
ALBERTO ARREDONDO Habana, junio de 1937.
פון las academias y por extensión de las es categorías del espíritu. Da pavor hacer el cuelas en sus diversas ramificaciones. Los recuento de los cerebrales que en el hemandarines tienen unos mismos gustos y misferio de la inteligencia han puesto la por tanto sus obras son producidas para mano sobre sí mismos para libertarse de la ser comprendidas en su grupo de pro existencia. Es un estado de alma que se pia selección. Acaso no corresponde la ha visto aparecer y dominar las altas cumclasificación de mandarinista Virgnia bres del espíritu en otras horas de la vida teWoolf: su obra cae entre los gustos del rrestre, entre los judíos que vieron derrumgrupo mencionado, pero logra difundirse barse sus deales y amenazadas sus creenen todas las capas sociales de preocupa cias, entre los romanos de la decadencia, ción artística. Es universal. El mismo Con y aun en períodos que sin poder ser calinolly cambia de sentir analizando «Las olas. ficados como decadentes sufrían el choque (The waves) y reconoce la amplitud del de mbios súbitos y profundos en la apreempeño que separa a estas obras de las es ciación de los valores vi ales. Son las grantrechas fronteras del mandarinismo. des inteligencias las primeras en percibir La muerte de Virginia Woolf es un gri el abismo que media entre un mundo y oto de alarma y un símbolo de momentos tro, y las primeras en negarse a aceptar trágicos de cambio en la manera de entender los cambios humildemente o a adaptarse a el universo. De tres años a esta parte la ellos en obedecimiento a cálculos viles.
vida empieza a ser un fardo para ciertas SANÍN CANO.
En el balcón de los recuerdos Un negro estupendo (En el Rep. Amer. Virginia Woolf. Viene de la pág. 360. fiuída por tan graves doctores de la frase caut va sin pedirle al lector más esfuerzo que el de ordinario se usa para entender el habla de los menesteres y frecuentaciones cuotidianos. Analiza sin excesiva minuciosidad y penetra muy hondo en el cerebro de sus personajes con la voluntad atenta a no imponerle al despreocupado confidente de sus revelaciones la obligación de contemplar los huesos, la sangre, la piel desgarrada en los complicados procesos de la trepanación. Cyril Connolly, crítico penetrante y acerbo, clasifica a Virginia Woolf entre los mandarines del estilo, con marcada intención de disminuir los méritos de su forma literaria. Hay que tener presente como en materias de arte la tendencia al mandarinismo es universal y tal vez orgánica. Todo artista se cultiva a sí mismo voluntaria o involuntariamente dentro de un haz de principios que suelen coincidir con los eguidos por algunos obreros del arte sus contemporáneos.
El literato no escribe para determinado grupo de escritore, pero en la mayor extensión de su actividad tiene tal vez la vista fija en ellos. De ahí nace el mandarinismo, fruto natural de los cenáculos y Estábamos en 1887. Mi escenario representa un refulgente salón de baile en San Miguel; barrio en ese entonces el más festivo y resonante de esta capital. Algunas de aquellas damas. mulaticas casi todas, de caderas sandungueras y sonrisas provocadoras. ostentábanse orgullosas de brazo con mozos de nuestra élite social para quienes el tonel de cerveza, abierto desde el atardecer, parecía no haber encontrado su llave de contensión.
Yo era del apretado grupo de los mirones en la puerta principal, y comentaba con los otros los incidentes que entre danzas, vals y polka, ocurrían en el salón del baile, con brotes, a veces, de posible reyerta.
Súbito para mí, resuenan las doce campanadas de la media noche. Forzoso es abando.
nar mi puesto de primera fila, para recogerme al severo hogar paterno. Con dos violentos empellones me abro paso y emprendo la marcha solitaria de mi regreso. Mas, he aquí que a poco andar, siento las pisadas sigilosas de alguien que me viene a la zaga. Me alcanza.
Se me pone a la derecha. Háblame. Que le parece, amigo, esa animación que se trae Don Lorenzo Fajardo con su baile sin ningún dique en la bebía. no cree Ud. que ahi se va a almai un repeipero. Sin contestar palabra, examino de soslayo a mi interlocutor. Es hombre de color bien obscuro; y por indumentaria trae cachucha negra, chamarra y pantalones de fuerte azul, cachimbo en la boca y en la mano derecha creo divisar, medio oculta, una corta chambra de trabajo. Anjá! Ud. no me quié contestai. Quizá no le ha gustao mi frescura de llamarle amigo; pero, oígame: No crea que ha sio poi parejería, sino que cojotro en los campo, titulamo asina a cuaiquiera que topamo en nuetra verea, aunque no sepamo su nombre. No, señor, le dije, eso no es nada. Bueno,. antonse tenga la bonda de desime su gracia. Se lo pido humildemente. Me llamo Fabio Fiallo. Aaah. Ud. e el poeta Fabio Fiallo. Sí. El mesmo que escribió uno velso el año 1886?
Si. Manífica con el velso tan tremendo. En ello, sia andaise con reparo ni miramiento pa naide, acaba Ud, con to el mundo: los menitro, los diputao y jata con el Gobierno. Milagro que no le trujiera algún diguto serio. Yo cuando lo vide pensé que a lo meno iría Ud. a parai en Chirona. Por qué. Pué po tó eso que Ud. dise contra las autorida.