54 REPERTORIO AMERICANO Que tú la generosa ciudad del pensamiento que sabes de cultura del pueblo universal, con pluma incandescente, estilista y sagrada defiendas siempre el verbo, no con ficción o espada, diciendo en la hora justa fundamental.
la voz Compañía General Editora, Apartado 8626. México, México)
Algunas de sus ediciones: Con dicho patrimonio avanza en el progreso esta ciudad conciencia hecha toda de luz; se aparta de las sombras; adquiere la armonía y siempre en los senderos de ia sabiduría con el discernimiento va su gloria y su cruz. 75 En pasta 00 00 Ciudad: por ello trazo el verso que enaltece y mis estrofas riman el canto que te doy; y porque es florecencia tu étnico conjunto de pueblos y de razas; y es tu crisol trasunto la herencia que en ti superan hoy.
Laura, por el Conde Alfred de Vigny.
En rústica 75 50 Ricardo Palma: La monja de la llave En rústica 00 En pasta 50 La insuficiencia cardiaca. Por el Dr. Cristián Cortés Lladó.
En rústica 00 En pasta 00 Tirso de Molina: Los tres maridos burlados 40. 75 Heine: El rabino de Bacharach 75 Margarita Urueta: El mar la distrαία.
Dr. Ruiz Castañeda: Profilaxis específica del tifo exantemático Pasta Rústica José María Roa Bárcena: Noche al Raso (Cuentos)
Empastado En rústica Anna Katharina Green: El Doctor, su esposa y el reloj Conde León Tolstoi: Sergio, el anacoreta 00 00 la sangre y 75 75 Con el Admor. del Rep. Amer.
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Que mi narrar se liegue a la flor con que cubres a la tumba marmorea de ternura y calor; el poema aprisione el sutil crisantemo con su manto de púrpura, lila blanco supremo con el cual a tus muertos los arropas de amor.
Mi mujer y mi monte Diocio de un colono Por GEORGES VIDAL Que cuente que en los montes el volitar de nubes a tu duelo más noble lo secunda también; fué que el gris de las niebias circundando las testas de tus altos volcanes atalayas enhiestasmustió por las cumbres de algún rezo el Amén. Véase la entrega anterior)
11 ¡Oh, ciudad. yo quisiera estampar el instante sutilísimo y flébil de aquella ocasión en la pátina seda que en el mármoi se adhiere; y ya que no en palabras, mi melodía sugiere las más sentida nota que ileva el miserere como un hilo de pena que enreda en mi canción.
Que vaya hasta el símbolo desde rojo que pinta el dentro de dos blancos batiendo el esplendor de vid de tus arterias, en río caudaloso que vivifica el Germen en tu país fastuoso bajo el azul marino que enfranja el Tricolor con pendón tan bello que es sombra de ti mi. misma otorgas en la lucha paz y tranquilidad; y no contenta, exprimes tu vida gota a gota para darnos el néctar que mi ambición agota: ia más excelsa prenda que tienes: Amistad. más de mi mujer, hay en la hacienda cuatro vacas, tres terneros, dos caballos, diez chanchos, gallinas, pavos lo que es muchos animales.
Los caballos se rascan los flancos en los árboles nuevos que acabo de trasplantar y la planta en consecuencia se muere.
Las vacas pasan los cuernos en los alambres de la cerca, luego voltean pacientemente la cabeza, de un modo regular y torpe, hasta que el alambre cede. Enseguida van a pisotear mis cafetos y arrancar los plátanos nuevos.
Los terneros aprovechan mi ausencia para venir a echarme en mi cuarto. Entonces chupan mis libros y se orinan en mi ropero.
Los cerdos negros, divertidos y atareados, son insuperables en los daños. Revuelcan mi huerta, se comen los pollitos, se roban la comida del perro, agujerean los sacos de maíz, la tierra removida del umbral la vuelven charco infecto, me llenan de niguas, roen las sogas y las monturas, mascullan mis botas y se dejar. degollar por los leones.
No hablaré de las aves, gallinas, y pavos a los que he tenido siempre una aversión profunda. Me ha ocurrido batirme cuerpo a cuerpo, boca a hocico, con mis chanchos. Con las aves, me bato a revólver. Al día siguiente tengo la impresión de que como carne de monte.
Fero he notado un acuerdo tácito entre Socorro y este bajo pueblo. Basta que yo vuelva la espalda para que las gallinas se metan al cuarto, el ternero esté en mi cobija, los cerdos en la cocina y las vacas en el corredor. Refunfuño varias veces sin resultado. Ayer, furioso, cogi un palo y expulsé con fuerza a los intrusos la vez corregi a Socorro de tal modo, que todavía esta mañana le dolía sentarse.
Pero con este castigo me he ganado, creo, su amor y su estimación. Por la noche ha venido, con la grupa dolorida, a frotarse en mi, y a pedirme que me la coja. Esta es la primera vez.
En todas las latitudes, respecto de las mujeres, los sistemas de seducción son los mismos.
12 Empeñado en destruir un hormiguero, he visto salir del bosque a Manuel y a Cristina, la hermana menor de Socorro. juzgar por la prenda del vestido que el muchacho trataba de ponerse, sin dificultad podían colegirse las actividades a que se habían entregado. Cristina, al verme, sonrió por lo bajo, como sonríe iempre que la hallo en casos parecidos, lo que ocurre muy a menudo. He dicho ya que Cristina comerciaba con una carne que a lo sumo tenía quince años. en la región, creo no hay quien no conozca sus pechitos provocativos y la falda roja que tan mal guarda sus secretos. Es más bonita que sus hermanas y más coqueta. Perturba y es perturbadora. Los indios en ella no aprecian más que el sexo transeunte. Se equivocan. Vale más la muchacha: es capaz de hacer sufrir.
Manuel trata de aparentar molestia pero en el fondo, está muy satisfecho de encontrarla. Angelina. le pregunto. El se adelanta, medio serio, medio risueño. Las mujeres se acuestan juntas, el azogue como que se ha equivocado, eh! eh. Me aparto, pero con cierta sorpresa he advertido que el pañuelito de seda que Cristina lleva atado al cuello, se parece, si no me equivoco, al que no ha mucho le di a Socorro.
Entro. Socorro. por qué le has dado a tu hermana el pañuelo que te regalé?
Socorro sacude la cabeza. No se lo he dado. Es pecado dar algo que me hayas regalado.
Entonces. Entonces, fué que se lo vendi. Socorro, sin temor y sin reproche, alza hacia mí las joyas de inocencia que son los ojos de la mujer.
Asi ciudad soñada, si el verso es de tu agrado entrégalo a los vientos que corren tu nación; que en él va el homenaje del hombre americano al más cumplido pueblo: costarricense hermano, rebelde como el fuego pero alma y corazón.
CON Moore. Cottrell North Cohocton, Y, co sigue Ud. upa suscrición a est. Semanario 13 Un dolor en la ingle me impacienta y me