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REPERTORIO AMERICANO 313 Darío o el hermano verso. Del libro: La flecha en el arco. Ensayos. Ediciones Ercilla. Santiago de Chile, 1940) Matias Errázuriz БА XENCE pués domaría a cera, y traía unas epístolas de presentación para Lastarria, Barros Arana, Amunátegui y Vicuña Mackenna los histcriadores consagrados, como que ya tenían una obra enorme e imprescindible. Lastarria, el leader pipiclo que se enfrentó al peluconismo era llamado el maestro en algunos de nuestros países. Darío presentó las cartas de recomendación del general Cañas, muy conocido en su casa, y creyó llegar a París al tranquear sobre las piedras bravías del Santiago de aquel entonces: casas de huéspedes del ciclo blestganiano; cascuas con zaguán, cochera y mojinete; riacho desmandado y con nombre indígena y uno que otro palacete con columnas y cariátides de yeso que dejaron maravillado al autor de la Canción del oro: el hombre venía rectamente del Momotombo a Santiago.
Ingresó a La Epoca, diario de un millonario del cual pudo ser el poeta, el Horacio o el Propercio. Pero en vez de Mecenas se encontró con el señor Mac Clure, director, que evidentemente le sirvió de modelo simbólico para el célebre cuento en que el poeta toca el organillo bajo la nieve para entretener a su señor, el rey burgués.
En La Epoca acampaba una especie de bohemia de guante blanco que cenaba alegremente, es decir, en buena compañía, en el viejo restaurante Gage; que en las tardes se trasladaba en victoria arrendada bajo los árboles polvorientos del Parque; que leía libros y diarios franceses y que iba donde Chopis, en los portales en que aún queda uno que otro espejito evanescente y cegatón, a admirar los primeros bronces Barvedienne llegados a Santiago.
Rubén ingresaba al país cuando empezaba a sonar la plata del salitre y el Chile orgulloso y pobretón iba a pasar o pasaba ya de la estrechez de pellejería en que creció a lo que te criaste a la riqueza y abundancia que según Plutarco, moralista, corrompió a la misma Esparta después de su triunfo sobre Atenas.
El poeta estaba encantado con la ciudad; pero crucificado sin tregua por la modicidad franciscana de la soldada que en forma de cuentagotas o recibos a caja le suministraba Cartagena, administrador del diario. Pero, a pesar de esa circunstancia molestísima y acaso para trascordarse momentáneamente de ella, el poeta solía sumergir sus escuálidos recursos en el Santiago tenebroso de los barrios excéntricos.
Rodaba y se le creía perdido para siempre; pero, afortunadamente, Ortiz, portero y baquiano, no tardaba en rescatarlo, restituyéndolo, deshe.
cho y arrepentido, a los pies de la Venus de Milo, que presidía con impasibilidad parnasiana los salones de La Epoca.
Cursaba el tiempo a que alude en la epistola en que se lamenta de lo amargo de su memoria chilena.
Tenía entonces veintiún años y le temblaba a las ánimas del purgatorio y al cobrador que lo urgia con la factura de su levitón romántico, eventos en que se encomendaba, tanto a sus devociones de creyente, como al contenido de la calabaza para el ron, importada por él desde las faldas en ebullición del Momotombo y el Ometepe.
Entre escapatoria y escapatoria, seguida de las afortunadas pesquisas de Ortiz, conserje criollo, se extendía generalmente una corta tregua de abstinencia en que Darío se devoraba fajos de Le Figaro, que llegaban a La Epoca, y los paquetes postales con los libros recién aparecidos de Catulle Mendes, Armand Silvestre, Lecomte de Lisle, remitidos a algunos de sus amigos.
No diviso qué de nuevo se pueda contar subre Rubén, si ya se ha dicho todo, cierto o no, justo o injusto, sobre su vida desgarrada, sus versos innovadores y su anecdotario pintoresco.
Todo; pero tal vez no se ha investigado lo bastante sobre la mixtura de razas que debió haber en el célebre bicaragüense con fisonomía de malayo, manos de marqués y silueta alta y fina: un complejo físico.
Plásticamente, tenía mucho del indio del Motobamba, pero parece evidente que también tenía una dosis apreciable si no preponderante de sangre europea, y llena, por consiguiente, de ancestralismos, porque, de otro modo, no se explica su entrada de sopetón y sin tanteos previos, a lo más delicado y abstruso de la poesía de las postrimerías del siglo pasado: entró a la innovación como a un campo propio, y, en consecuencia, no está suficientemente explicado el misterio racial del indio que aún antes de arribar a París con su levitón, su latín, su Azul. y su alcohol, que irrigaba zonas desconocidas de su espíritu, ya estaba familiarizado con todos los matices del modernismo finisecular.
Sería de un interés innegable la realización de un estudio documental, es decir, cienRubén Darío tífico, sobre la genealogía rubeniana, y me (Dibujo de Miguel Petrone)
permito señalar el tema, tanto más novedoso cuanto que lo crítico y lo anecdótico sobre Darío parece agotado. tan agotado, que al hacerlo comparecer en esta sala con sus ojos de cribir versos nostálgicos, libros profundos o arastrólogo y su sombrero de ocho luces, más tículos furibundos contra los tiranos empenala de la madrugada a que era tan adicto, ten chados y presuntuosos que alardeaban en todas dré que hacer no sé qué malabarismos para no partes del continente en plena ensayología punrepetir lo que he contado al amor de los re zó. Sarmiento, por su parte, daba puñetazos, cuerdos y de la letra de molde.
clavaba las uñas en el álamo de la mesa bruto soltaba terno tras terno sanjuanino conSantiago del Nuevo Extremo y menos mal tra Rosas; contra Bello, clasicista y codificaque no le pusieron del último extremo. ha dor; contra Lastarria, escritor y pensador, tenido siempre una especie de imán para la gen contra Jotabeche, punzante y nacionalista.
te de tierras. La única manera de pa En cuanto a ponarama, Santiago era lo cosarlo bien aquí es ser extranjero, decía don rriente en los poblados indo barrocos de entonMarcial Martínez Cueros, anglófilo, locuaz, ces: balcones volados para ver el paso de ias cultísimo dotado de una ironía tan certera procesiones o de los soldados victoriosos; placomo personalísima.
zoletas con una fuente o un pilón; rejas cca Viene de lejos en la cronología y la idiosin un gajo de palma bendita, más la Cañada, el cracia nacionales esto del imán, y clian puente del corregidor Zañartu y una que otra do en tierras de Martín Fierro andaba detorre con campanas de cobre coquimbano.
gollando con música de candombe don Juan En 1841 y diez años despues, al finalizar la Manuel de Rosas, aquí llegaba a una de mula lo fecunda administración Bulnes, se producen remás espigado del espíritu y del reformismo de cios encontrones a sable, lanza y fusil de chisla otra banda: Mitre en busca de historiales pa; pero triunfó loa y otra vez cl centralissobre San Martín, la Emancipación y la Expe. mo organizador, olvidado, desgraciadamente, de dición Libertadora; Sarmiento, maldiciente la cultura y el bienestar de la masa, y Chile genial, y Alberdi con sus Bases constituciona continuó siendo durante más de medio siglo, la les diseñadas a la sombra provincial de los chi persona de respeto del continente. Se admirimoyos quillotanos.
nistraba con un rigorismo que habria escarmenAfluían emigrados de todas las latitudes del tado ejemplarmente las habilosidades q11c continente en sangre: de Colombia, revolucioempezaron a aparecer con la opulencia de la naria y dialéctica; del Ecuador maravilloso, re victoria y el salitrazo, y al amparo de la paz cién disgregado de la vasta concepción boliva pública, propicia al trabajo y las cosas del esriana; del Perú virreinal; de la Argentina la píritu, afluían los perseguidos de todo el conceada por Facundo; del Uruguay acosado por tinente confiagrado por la anarquía. Llegaban Oribe.
con un equipaje muy sumario; pero llenos de El Chile seriecito y austero de la organiza esperanzas y de brios combativos, y hace más de ción, lograda con unos cuantos pesos, pero se medio siglo, también llegó Rubén Darío; pero veramente administrados, era una especie de no en calidad de insurrecto ni de rebelde, sino casa de huésped del continente convulsiona en plan de andanza bohemia.
Había llegado do, y las puertas de cuarterones de entonces hasta el la fama del progreso y la pujanza chivieron pasar una serie de celebridades en fu lena y arribaba con la maleta y los bolsillos vaturo hipotético, porque eran muy duros aque cíos; pero con la cabeza llena de sueños. Vellos tiempos. Entraban en silencio a sus cuar nía de Centroamérica, tierra eslabonada de voltuchos enladrillados y con techo de colihues; canes; le asomaban sobre los labios gruesos encendían un velón de sebo y se ponían a es y ansiosos los bigotes mandarinescos que desen