Democracy

184 REPERTORIO AMERICANO José Asunción Silva La ventura de América El Nocturno de Silva (Envio de Aura Rostand. México, En aquel tiempo las mujeres olian a rosa, na Salomé Ureña de Henriquez y en torno de un apego mayor al honor que a la vida y que ambos reunió la primera escuela normal para al amor. Con el descenso del salón en tertulia mujeres en nuestro continente y la Sociedad y la desaparición de ésta, desapareció también de Amigos de la Patria. La aristocracia que la flor de nuestra cultura. En todas partes abrió en San José de Costa Rica sus puertas triunfaron los matones, prosperaron las galleseñoriales al afrocubano Maceo, en El Salva ras de Santa Ana, por ejemplo, florecieron dor tejió laureles para el indio Gavidia, y las cantinas, los lenocinios. La poesia se conen todas partes se enorgulleció de halagar a virtió en entretenimiento de taberna; la groRubén Darío, el de las manos de marqués a sería se encumbró en el mando acaparando por pesar de su sangre chorotega o nagrandana. La completo la vida política; ni en la mayor dearistocracia, en fin, de quienes todo un siglo, generación de Roma se podría juntar césares cuando la barbarie irrumpía en oleadas inter tan inmundos y ruines como cuando se hace mitentes en los países americanos, lucharon a el catálogo de los Presidentes de nuestras Reultranza para que la nobleza no desapareciera públicas; y la democracia sufrió con todo ello, de nuestros pueblos, y perecieron ellos pero la porque el pueblo dejó de ser árbol que se nobleza no eleva y da flor en sus más altas ramas, para De esa estirpe eran José Mármol, y su doña convertirse en arrastrada planta trepadora que Amalia Sáenz de Olabarrieta, su Florencia Du sólo fructifica en calabazas y melones, cuando pasquier, su Daniel Bello y su Eduardo Bel fructifica.
grano, en la gran novela con que inmortali En aquel tiempo, pues, había salones; y zó nombre. de esa aristocracia eran también, en los salones de Bogotá, entre los encajes y como El Nigromante y Gutiérrez Najera y don los valses, entre el discreteo de labios y abaniVicente Riva Palacio y don Joaquín Casas don cos y el enjambre de miradas voladoras, hacían a reseda, a jazmin. Sus manos iban melancoJusto Sierra en México, José Asunción Silva aparte las discusiones graves, y se rendía cullicamente sobre el teclado del piano, o meneay los círculos que el poeta colombiano frecuen to a las recitaciones. José Asunción Silva imban con exquisitez al abanico. Sus pies pisaban taba. lo mismo en Caracas que en Bogotá. Silva, plantó allí una moda natural a nuestro medio: con suavidad al andar, y se mepinaban en el en cierto modo, pudo haberse visto retratado en al par que versos recitaba trozos de prosa, porbaile como iniciando vuelo. Entonces eran de los jóvenes que Mármol pintó con una ternura que la buena prosa de América fué siempre verse las cinturas menudas, los adorables pede juventud que sólo Platón tuvo antes que él. rítmica y poética, recitable. seguramente que fué recitación suya favorita aquel capitulo de chos lavantados, los hombros maravillosamente la Amalia de Mármol sobre la casa sola.
esculturales, los cuellos regiamente erguidos o, El salón era esencial a la normalidad de esa De ahí sin duda nació el Nocturno magnímás regiamente todavía, doblegados; las mearistocracia que, sin embargo, en mil ocasiojillas de sonrosado nácar, las bocas hechas a um fico, no menos propio suyo, por haber tenido nes dió fe de su capacidad heroica y en cien tan noble origen, que la miel es propia de la tiempo para sonrisas y suspiros, las brillantes campos de batalla demostró valor varonil y abeja que supo libar en flor hermosa y dulce.
cabelleras oscuras o doradas recogidas en rizos tumultuosos, los ojos, en fin, que eran esSALOMÓN DE LA SELVA pejos del alma y hablaban del corazón al corazón.
El llanto de América para esas mujeres había hombres que mientras más lo eran, de mayor gentileza se precia(De El Nacional. México, 15 IV 41. ban. Hombres de manos casi femeninas, pero que manejaban con pulso firme la espada, la Estos días pasados, leyendo un página de Sa se le saltan las lágrimas. cunde por Amé pluma, las pistolas y las riendas del caballo de lomón de la Selva sobre el Nocturno de José rica y España el dulce contagio sensitivo, el fina raza; hombres que se esmeraban, ellos tam Asunción Silva, volvíamos a pensar en el tema gran consuelo de llorar.
bién, en el vestir y en el porte, usaban sedosas de las lágrimas, capítulo fundamental para la El romántico caballero judío, hijo de un inpatillas perfumadas y ensortijados bigotes, lu antologia americana. América, como se ha di glés establecido en Cauca, descubre a su vez cían chalecos vistosos, llevaban bastones de pu cho de Virgilio, tiene don de lágrimas. En y no lo ha notado la crítica una lejanísima insño de oro o de marfil. Como las mujeres la la temática de la poesia americana la gota piración de aquella Menina e mosa de Bernardevición de la pudicia, éstos tenían la religión de miel, el destierro y el regreso, los murmu dino Ribeiro que está en la base de toda lidel pundonor, de manera que se completaban; llos del bosque o soledad sonora. los ríos, teratura soledosa. Hace unos años, en meny en la sociedad que adornaban con su presen las aves de presa y las ornamentales (cóndores, saje a Colombia para el aniversario de la Me cia se sentía una afirmación de perfección, que águilas, buhos, cisnes y palomas. el amor a ría, señalábamos así esta posible fuente, digna se ha perdido, que a veces desesperamos de ha Francia, el otoño las princesitas modernistas, de una investigación más precisa. llar, pero que no está lejos de nosotros. los pianos y las marimbas, etc. correspon El capítulo de Keyserling sobre la tristeza En realidad, no tenemos más que desemba de un sitio de honor al tema de las lágrimas, iberoamericana por eso es grande. recoge razarnos de los modales, torpes o violentos, a partir del bravo Pantaleón: Quieres flo la observación que todos han hecho. La gade las actitudes importadas, que hemos creído res? Pues yo te las daré pero no llores! ma de nuestra tristeza recorre desde el senticonvenientes a nuestra época y que tan incómodos Salomón de la Selva descubre, en las pá miento trágico y nostálgico que galopa por las hallamos, para volver a ser lo que éramos. ginas de la Amalia de José Mármol, eviden serranías del Norte, hasta el aburrimiento detes coincidencias rítmicas y verbales con el solado que inunda las llanuras del Sur. LlueEramos la aristocracia de América. Una aris Nocturno de Silva: Eran las ocho y me ven lágrimas. Por todos nuestros campos se trocacia democrática, como la de Atenas que dia de la noche, y la luna, llena y pálida. han puesto a sollozar las guitarras. Pero, adePericles ensalzó: aristocracia, mejor que de Aquí están ya el pulso, la vena cadenciosa, el más de eso, Jorge Isaacs, el clásico del llanto sangre, de cultura; abierta a todas las clases, cuadro de luz y sombra del Nocturno.
se habrá contaminado de los soledosos portua todos los colores, fincada en el talento, en Pero aquel sollozo pegadizo que escucha gueses? Comenzaba asi Bernardino Ribeiro, allá la gracia, en el valor. Aristocracia que enal mos por todo el Nocturno no guarda tam por el siglo XVI: Menina y moza, me llevatecía por igual a don Andrés Bello, antiguo bién un parentesco evidente, de afinación me ron de casa de mis padres. Le hace eco el empleando modestisimo, y a don Simón Bolívar, lancólica, con el largo chorro de lágrimas que colombiano Jorge Isaacs, al comienzo de su de enriquecida alcurnia; a los jóvenes oficia hay en la Maria de Jorge Isaacs. María: Era yo niño aún cuando me alejaron les que besaban la mano a la Corregidora de Jorge Isaacs, maestro del lloro. De él hemos de la casa paterna.
Querétaro, a esta eximia dama, y al humilde escrito alguna vez. comentando sus cartas a Volvamos a José Asunción. Doncel hermoso Cura de Dolores a quien llevaban los secretos Justo Sierra, que la suerte trajo a nuestras y torturado, noble y romano el continente, los de ella. La aristocracia que juntó en Santo manos: tristes ojos de perro nazareno. Ardió entre los Domingo al insigne Hostos con la preclara do Jorge Isaacs toma la pluma y al punto (Concluye en la pág. 191. O