220 REPERTORIO AMERICANO taron. Era un lugar muy solitario. Cerca de este árbol encontré el cadáver del Alcalde Rufino. Al alcalde Rufino lo habían matado sus enemigos. Ya hoy no se mata a los alcaldes. Los pueblos se han civilizado. Por qué no los alcaldes? Contaba el caso de la mujer que se había suicidado la misma noche que se celebraba su boda. ¿por qué no la habían matado en vez de suicidarse. Averiguaron bien la cosa. Todavía, al correr el tiempo, me encontré al correo de San Marcos, y entre otras cosas le pregunté. aquella maestra de San Miguel. Ah. me dijo, ya hace como un año que se murió.
Hay ciertas palabras que poseen un extraño poder de disolución.
Al oír éstas del viejo servidor del Estado, creí que se había abierto un abismo en mi imaginación y que allí se habían hundido muchas cosas. Se había hundido toda una época. Se habían hundido muchos destinos. Se había hundido un trozo de felicidad pasajera. Pero nada vi en la sombra.
Para evitar la conversación volví a preguntarle. qué tal el partido republicano. No sé qué me contestó el correo, y creo que no me interesó lo que dijo. Lo vi alejarse pequeño como era, con un andar reposado.
como de hombre que trata de no olvidar sus numerosos encargos. Lo vi perderse en la sombra de la calle semioscura de la ciudad, también tal vez para siempre. No lo volví a ver más.
Siempre he querido escribir esta humildísima página. Me parecía justo no rendir un homenaje de simpatía a una pequeña alma también humildísima, cuya alma fue una lamparita encendida en la mesa tosca de una escuela rural, en cumplimiento de un sagrado servicio para el hombre y que perteneció a esa legión de seres, acaso anonimos que en aquella época fueron como los pioneers de un movimiento de iluminación espiritual. Ellos abrieron el camino hacia una mayor empresa. Sus nombres tal vez hasta se han borrado en los cementerios, y sin embargo, fueron buenos y generosos. Hicieron el bien sin orgullo.
RÓMULO TOVAR San José, Costa Rica, agosto de 1941. romances inéditos de Claudia Lars (En el Rep. Amer. Del libro en preparación: Romances de Norte y Sur que editará Zig Zag, en Santiago de Chile. alza mi ciudad de siglos su algazara mañanera.
y la guara de colores con ansias volatineras.
Vieja ciudad de Don Pedro sin banderas ni veletas!
Entre dichosa y nostálgica.
Entre marina y campeta.
VIII (A Salomón de la Selva)
Un sol que nace maduro le vuelve de oro las piedras y ensarta prismas girantes en pelusillas que vuelan.
El cura y el monaguillo, el ruido de las carretas, veinte gallos y un canario antes que el día despiertan.
Se abren después los zaguanes y las ventanas de rejas para mostrar, al que pasa, fugaces enredaderas.
Sobre combas aromadas zigzaguean las abejas y en el chorro de la pila se lavan paños y trenzas.
Suben resinas silvestres en el humo de la leña y se endulzan las palabras con masa de bizcotelas.
León de Nicaragua. nunca vieron mis ojos tus calles.
En el horizonte fuiste vana promesa del aire.
Te levantaste, sin lineas, sobre pausa inolvidable, en la voz que alzó el temblor de mis rosas y mis ángeles, en la voluntad que supo, con música de mi sangre, hacer nuevo Pigmaliónsu Galatea triunfante.
Ciudad fendida en la costa olvidando lo que espera. Cuatrocientos ojos de agua te miran y te reflejan!
II y al fin clavó su inquietud en amor de tierra cálida.
En el rio del recuerdo El hondo cauce del rio al revés las ondas viajan.
tuerce con la mano blanca; No buscan el mar inmenso abre el ojo de la peña como las ondas del agua.
y el vientre de la montaña.
Suben en vez de bajar, Mueve ruedas imposibles, regresan a fuentes altas, dibuja cifras y mapas, y se pierden, lentamente, y traza líneas que vuelven en prismas de madrugada.
pequeñita la distancia.
Sobre el rumor del recuerdo En bahía de recuerdos la vela que zarpa.
la vela descansa.
Luces diáfanas revientan Cuando la lluvia de Octubre en cumbres recién lavadas; desnudas formas de niebla juega a doblegar las ramas; vuelven al día la espalda.
cuando ha llegado la noche En el vidrio del pantano por camino de fantasmas; cuando el tecolote mira bosques hundidos se alzan; libélulas de resorte con la pupila espantada y el gato de los rincones alargan vuelos de ámbar.
ronronea entre las faldas; Buscan nidos de calor con sandalia de silencio, los reptiles de la grama; sin quitar llaves ni trancas, las palomas se persiguen la leyenda de dos tierras y los bejucos se alcanzan.
entra y se sienta a mis plantas.
Sobre fuga de recuerdos vela de nostalgia.
Jinetes y peregrinos, bandoleros y piratas, El abuelo que, por indio, repiten, sin hacer ruido, tiene de barro la cara, aventuras y batallas.
lleva en la cabeza terca, El sol y la cruz se juntan, sombrero de Jipijapa.
la selva y el mar se llaman, Le conoce el horizonte, y el Cipe que nunca duerme ninguna bestia le engaña, reta a los duendes de Irlanda.
sabe las letras del cielo y el idioma de las plantas.
Por el hilo del encanto Su bota de cuero sucio polvillo de sueño baja.
con espuela que se arrastraSe esconde la maravilla quiebra el diente de la piedra, en aletear de pestañas.
se hunde, sin miedo, en la charca, El cansancio se reclina Tio Conejo es su amigo, sobre rumor de palabras.
porque le enseñó sus mañas, Querubines invisibles pero guarda su candor anuncian fiestas del alba.
en villancicos de Pascua.
Fuma puros de Copán, en las ondas que se pierden mece el deseo en hamaca, mi vela lejana.
cree en la virtud de la ruda, III usa amuleto y medalla.
Mi padre rompe el destino Pulsando el volcán y el río, con el plomo de su bala.
entre la playa y la sierraEn un signo de la suerte itguiendo, por cuatro rumbos, pone su alforja y su cama. campanarios y palmeras: Siete mares aprendieron con techos que se persiguen su canción en lengua extraña y calles que corcovean, Por eso ciudad perdida!
ninguna puede igualarte.
Eres intima y extraña.
Eres cercana y distante.
En arcones olvidados se ha escondido la leyenda que la polilla se come y que los niños encuentran.
Muestras, en lo verdadero, tus balcones y portales y tu catedral antigua con campanas y cadáveres.
Tienen eco los rincones, tienen chirridos las puertas, y están esperando sustos botijas y calaveras. Y escondes, en lo profundo, bandera de soledades y un pájaro de cenizas sobre una rama de jade.
Entre la ropa lavada manojitos de alhucema.
Racimos y moscardones sobre el mantel de la mesa.
Levedad de sueño tienen conocidas realidades, y en el despertar el sueño casi tiene formas reales.
En nubes de tarlatana y corazones de fiesta la Virgen de Candelaria vestida de lentejuelas.
Finas hilachas de nube.
Cielo de vivos esmaltes. los vientos, maromeros, entre plumas de azacuanes.
Alfombras de Viernes Santo hechas de serrín y arena.
Bajo el signo de Diciembre retablos y pastorelas.
Las monjas rezan maitines, las madres lavan pañales, las niñas juntan y anudan corazones y azahares.
El zipote de los trompos, el loco de las piruetas,