168 REPERTORIO AMERICANO En 1918 le nació a Costa Rica un novelista de entraña (En el Rep. Amer. es a su no Ese que llaman Pueblo: Fabián Dobles no habría podido encontrar mejor expresión para dar nombre gran novela. EL pueblo! Dos palabras que llevan en si sabor de pena profunda y de caldeada rebelión para el hombre honrado con sentido de justicia. Vocablos con sugerencias folklóricas para el snob, simple buscador de emoción estética.
Términos espectivos con que labios de obnubilados mentales, salpican la conversación para epatar a otros más tontos. Ese que llaman pueblo es uno de los inúmeros eslabones cosmorama tico sangrante de la extensa cadena de miserias humanas Ahí aparece retratado, en cuadros vigorosos, el pueblo costarricense (angustia callada, rencores afónicos, fatalismo ancestral, supersticiones, esporádico y valiente rebelarse, aspiraciones truncadas, corazones que cuando se dan, se dan todos enteros, lacras, bajos fondos. Fabián pone un calor sincero cuando dice que ahora siente menos el martirio de nuestro pueblo porque se ha acostumbrado a palparlo. Que ya se le ha hecho familiar el dolor de tanta miseria. Es vertiginoso el sucederse de escenas desgarradoras en el Patronato de la Infancia (El que quiere ver, las ve en cualquier parte) que no hay sensibilidad capaz de sufrir en cada caso. En esta novela no hay relato de algo experimentado en carne propia.
Ojo sensible que conmovió su alma; oido atenFabián Dobles to que supo auscultar y manohabilísima que encontró la expresión exacta para tanto penar. Por Amighetti. 41. No, Fabián Dobles, Ud. no se ha endurecido por vivir en contacto fraternal con el sufrimiento del pueblo. Ud. lo quiere, siente su tragesente, lo hace pecar contra la flexibilidad de dia, lo compadece. se rebela. Lo que cree endurecimiento, no es sino dolor paliado porque expresión. bien, el olvido de reglas sintácticas sencillas, oscurece el pasaje.
sabe compartirlo y darle cauce contándolo en El escritor se mueve con soltura intuitiva, no páginas admirables.
Aquí. dónde no. exubera material humaestudiada, entre sus personajes. Es muy perspino en desesperación silenciosa y que se ofrece naz la mirada psicilógica de Juan Manuel, Chuta Miranda, Reyes Otárola. Betty Roespontáneo a la mano acendrada que quiera tomarlo. Pobres pueblos a quienes los mezquinos mero. con qué brillo aparecen! Qué fuerza los anima! Si los he sentido convivir conmigo! Con de todas las clases, no conceden ni el derecho habilidad, cuántas maderas habría podido hacer de tener sus mismas taras!
Estilo llano, carente de ambicomientos inacyo, sugeridas por lectura tan sustanciosa!
cesibles. Abundantes las imágenes espléndidas: Conmueve el protagonista Juan Manuel con Aquel día, el brazo del muchacho tenía su bondad clarísima y con su alto sentido de otras tantas cosas nobles. He oído el tono suave la fuerza de un torrente y el cuchillo, el filo de su voz concitada cuando un automóvil made un dolor vengativo. se zambullo como una proa recta en la tó un perro: Eso debían castigarlo. Un perro vale tanto como uno. No hay ley? Pregunta noche.
ingenua del que ignora hasta qué punto está en Las dos mujeres, a la luz de las candelas que alumbraron el momento, parecían dos sendescomposición la sociedad que ni de los humatimientos hechos estatua viva.
nos se preocupa y que, en el caso insueto de Era un jaguar buscador de rastros tener leyes buenas, no las cumple. Al hablar didos (Jesús Miranda. de la generosidad de su amiga Mercedes Retana, en juicio laconico y sugerente, vacia toda Puñetazo atrevido en el vientre mismo de la maraña de la selva (Jeremias Leiva)
su ternura de campesino bueno. El grito Mujer tan güena. Casi como mi propia viepoderoso y longitudinal de los ja monos congos, hacía ángulo recto a las lianas Admirable el cariñoso tender lazos de amisy a los árboles barbudos.
tad entre gentes queridas. Lico Anchia unió junto a la revuelta e impetuosa cristaleria del río San Carlos.
a los amplios de corazón Reyes Otárola y Mercedes Retana. Es sabroso echar sobre un amigo un pedazo de los cardenales que dejan los golpes.
Peregrina, el tisico, Julián Villegas, niños tris Los pájaros hunden la flecha de su vuelo tes, figuras que pasan ante los ojos del lector emocionado, en el largo desfile de héros anónien el corazón de las copas de los jocotes y los mos que libran batallas cruentas.
guapinoles camineros, buscando recogimiento.
El lirismo de Fabián Dobles alcanza lo suDe tanto en tánto figuras atrevidas y pleo blime en la invocación fraternal que hace al pronasmos dan un nuevo color al relato. Las pala tagonista y que comienza. bras malcriadas y vernáculas hacen más pinto Eres tú, Juan Manuel, que has oído el llarescos los cuadros. Ni la crudeza de los térmi mado de tus raíces.
nos ni de las escenas, arredra al autor. ve. La emoción debe haber embargado integraces, el conocimiento gramatical demasiado pre mente el alma de Fabián, al escribir páginas tan conmovedoras, tan llenas de calor humano.
Aplicada con cuidado la lupa adleriana a los distintos personajes, revelaria como de profunda la penetración psicológica del autor. En la figura de Ernesto Moreel hombre. esfinge con sentimientos de inferioridad hay novela grande en potencia.
Es el caso del homosexual que sublimiza su desviación, dando a su vida un sentido curioso: carga sobre sí mismo la responsabilidad que pesa sobre su amigo y que éste ha eludido en su descenso rápido hacia la sima. Ausentes las complicaciones de carácter puramente sexual.
Interesantísimo también el caso de Blanquita, la niña a quien causas ambientales convirtieron en masoquista precoz.
Pasajes excelentes de Ese que llaman pueblo recuerdan páginas inolvidables de El Roto, pero hay otros que superan en intensidad dololorosa y en belleza, el libro crudo y lacerante de Edwards Bello. El tabaran evoca otro ibro grande y fuerte, Yama de Kuprin. qué decir del sencillo engarce de un relato en otro que me recuerda al hondamente querido Panait Istrati?
Magistral capatación del paisaje costarricense ha hecho Fabián Dobles. Se sienten las vivencias infantiles prolongadas y el amor siempre vivo en el estro pristino del poeta fino que hay en él. Magnífica la descripción de Zarcero y el párrafo en que se sirve del paisaje para explicar el cambio sufrido por Jesús Miranda, el hombre a quien devoró la soledad.
Páginas adelante, cuando Chuta y su familia abandonan el viejo lar, dice. Cuando subía el sol, iba la familia dejando atrás el jabillo, el ronrón, el ceibo, el jobo.
Ya no se veía el pequeño repasto. Allí se quedaban los troncos rectos y delgados, hundidos en la altura como un flechazo. Ya no verian más aquel roble gigantesco, enorme COZ que daba la tierra en la mejilla húmeda del cielo, ni la trepadora agobiante ahorcando la cintura de la selva. Gritaba la oropéndola. cantaba el curré en las cumbres verdes, adornando las lianas antiguas. En los riachuelos que iban cortando las ruedas de la carreta, los pececillos escapaban sorprendidos. la vereda hendia la oscuridad de la montaña, como una daga embarrealada y negra, en tanto que bajo los cascos de los bueyes el fango lastimado gruñía como un zahino herido e indefenso. Oyeron por última vez el horizontal alarido de los congos, y los monillos colorados los despidieron desde las ramas de los árboles, con piruetas y una lluvia de palos secos.
En obra de tánto sentido social, no podía faltar la crítica certera. Son excelentes los cuadros en que pinta nuestras ridiculas fiestas civicas. cómo se ríe el autor de la filantropía a tambor batiente! La señora de la promesa hecha en la Plaza de Toros y doña Caridad de Sotomayor, son especímenes grotescos del género animal dama caritativa. Escena pletórica de la vida por su crítica de escalpelo es la de los conchittos Juan Manuel y Reyes Otárola, cuando pasan por calles llenas de gente. Suscitan comentarios que reflejan muy bien pensares y sentires de nuestro medio. Las distintas personas piensan. La anquilostomiasis, pensó. el médico. Dos labriegos. Dos votos Hay que hacer una compraventa. Un par de colones por todo. un diputado. Buena gente. Dos misas. un cura. Pasa a la pág. 172. escon