Civil War

50 REPERTORIO AMERICANO 95 El Superhombre de Cova (En el Rep. Amer. را پیار Perfil del Libertador (Tomado del natural por Roulin)
Si Cova no hubiese producido otro libro, éste solo que vengo de leer. le acreditaría de autor brilante, sincero y valiente.
Es el gran cariño que siente por Bolívar que le obliga a escribir sobre la vida y milagros del gran americano.
Y, por cierto, que es de Venezuela que han de salir las exclamaciones laudatorias de una vida tan gloriosa. Reconociéndolo así es como Cova pone en su libro de 442 páginas toda la emoción de su alma noble. Ante la vergüenza por los desafueros de sus compatriotas contemporáneos de su biografiado, se descubre, descalza y separa las ropas que tapan su pecho, para darse todo entero a Aquel que fué único.
El lo dijo: sólo tres majaderos ha tenido la humanidad: Jesús, Don Quijote y yo.
No se hace América con la fría diplomacia de depositar flores al pie de la estatua del Libertador, sino haciéndole justicia, iluminando a la humanidad presente y futura con obras como la de Cova. pesar de la emoción con que está escrito el libro, no se deja llevar nunca, el autor, por las apariencias. Buen buscador, se ha documentado sobradamente para decir de su ilustre compatriota, toda la verdad.
Si para conocer a fondo y con base freudiano a un personaje necesitamos conocer su vida privada, él echa mano a sus propias cartas que son documentos vivos y eternos de bondad, rectitud, nobleza, aristocracia y divinidad, porque, realmente, los hombres como él, sólo de Dios vienen a cumplir un mandato, y, como seres extraterrenos, desconocen a los hombres y acaban por ser víctimas de su inacabable maldad.
Cova sabe insistir en las cualidades del héroe que le hacían un ser privilegiado por la fortuna: rico, inteligente, mujeriego galante, despilfarrador, joven, fuerte, acostumbrado al lujo de las capitales europeas en donde son sus amigos los personajes más salientes de su tiempo, todo se había reunido para hacer de él el hombre mundano; pero una voz interna le dice que obre en campos en donde las privaciones, la enfermedad, la muerte, las inclemencias de la intemperie, la ingratitud acechan. él la escucha.
Hace bien, Cova, en aprovechar todas las oportunidades para darnos a conooer la ternura de aquel gran hombre, como cuando se refiers a su encuentro con el padre de su joven bella esposa, después de muerta ésta.
Hasta en los arrebatos de ira por los espafoles, como en el Monte Sacro, el autor respe.
ta la verdad y no quita ni pone rey. Qué hombre, por grande que sea, no ha cometido errores? Bolívar tuyo muchos, debidos a su delicadeza, y Cova nos los muestra, como buen historiador, aunque el respeto por el Gran Venezolano, le prive de ahondar en ellos. En cambio, se erige en valiente defensor suyo, cuando los perversos fariseos de la política, llenos de lodo, intentan arrojarlo sobre la vida del Libertador. lo bueno de la obra que comentamos es que no se limita a hacernos conocer globalmente la vida del Fundador de América libre, sino que también goza en hacer pasar por el escenario de los hechos a personajes secundarios, pero llenos de buenas intenciones y, algunos de ellos, de nobleza a ultranza.
Así, Miranda, el Quijote de la libertad de ambos mundos. el profesor Rodríguez que tanto influyó en la preparación intelectual del héroe; San Martín, el Mariscal de Ayacucho.
En cambio, figuras apocalipticas turban la se.
renidad y cortan la vida del Libertador, y Cova habla de ellos tal como eran, sin apostrofes iralecesarios: es hombre limpio y no quiere sentir el contagio de la vileza, y esto que fueron tántos los viles. Ante el fracaso de la primera República, el autor se detiene a considerar sus causas, que fueron las mismas, exactamente las mismas, que perdieron la segunda, española: excesiva buena fe, falta de lucha, mania de legalidad, permanencia, en sus puestos, de los hombres aferrados al régimen desaparecido. Reproducimos una parte del Manifiesto a los habitantes de Nueva Granada, en 1812, en el que Bolívar expresa su mea culpa. El más consecuente error que cometió Ve.
nezuela al presentarse en el teatro político, fué, sin contradicción, la fatal adopción que hizo del sistema tolerante. Los códigos que consultaban nuestros magistrados, no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del go.
bierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. Por manera que tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica y sofistas por soldados.
La influencia eclesiástica tuvo una parte muy considerable en la sublevación de los lugares y ciudades subalternas; y en la introducción de los enemigos en el país, abusando, sacríle.
gamente, de la santidad de su ministerio, e favor de los promotores de la guerra civil, porque la impunidad de los delitos era absoluta.
Más de un siglo después nosotros habíamos de decir lo mismo de aquellos hombres de la Segunda República española que habían jugado infantilmente con la confianza de todo un pueblo. Otra equivocación fué la respuesta a los desmanes del advenedizo Monteverde con el reto de guerra a muerte. Claro que hay que poner a su favor, el recuerdo presente de las vejaciones cometidas por sus enemigos en la persona de los suyos. Aquí también luce la acuanimidad del autor, pues da a conocer criherios en pro y en contra de tal determinación.
Otros los callaban; pero Cova es veraz y esto le da un valor que ni él mismo puede apreciar.
Otra equivocación, y esta sí que no la cita, es el no haber aprovechado para sí, con la diplomacia que poseía aquel gran hombre, a los llaneros del Sur: cuántos crímenes horrendos hubiera evitado, mandados cometer por aquel aborto del infierno, el malvado asturiano, personificación del espíritu de Loyola, Boves, el nefasto.
Aún sin conocer el paralelo que Unamuno traza entre Bolívar y Don Quijote, sale de nosotros, instintivamente, la comparación entre el personaje real que aureola Cova y el imaginario de Cervantes.
Da a la célebre Carta de Jamaica. la importancia que en realidad tiene, y consigue, una vez más, convencernos de la portentosa personalidad del Libertador, pues a sus muchas cualidades unía la de ser un verdadero vidente.
Páez, el siniestro, sabe apropiarse de la acometividad de aquellos llaneros de Boves, ahora al servicio de la causa que le sirvió para lograr puestos que no merecía y luego, ayudar a martirizar al Mártir por autonomasia. Lo raro de Bolivar es que era un buen psicólogo, pero no malfiaba de aquellos que sabía malos.
Sobre Páez, había dicho: Siempre será una máquina de sus consejeros y las voces de mando sólo pasarán por su boca, pero vendrán de otra voluntad. Acerca del perverso Peña, le decía al astuto Santander: que por ningún pretexto vaya a Venezuela para que la patria, usted y yo, no tengamos algún día algo que dlorar.
Si hubiera sido más suspicaz, hubiese evitado el tener que apurar el cáliz de la amargura aquel 25 de Septiembre.
En cambio, poseía la tenacidad de los predestinados, y a pesar de tantos reveses, de tanto ir y venir, él se siente incansable, y tan pronto está en Jamaica, como en el continente; refugiado en Haití, como en los llanos de la Guaya en la parte cimera de los Andes nevados, o ante los halagos de las damitas de Quito. Verdaderamente, es el superhombre americano por autonomasia, que hace escribir a Cova su mejor obra. He arado en el mar. Famosa frase, que encierra toda la tragedia de aquella alma atormentada, frase sólo igualada por aquella del Mártir del Gólgota: Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado.
El autor cierra el voluminoso libro con la reseña malvada que de la muerte del Héroe hicieran hombres infimos salidos de la nada por obra y gracia de él.
Hace bien, así resulta más santa, más divina la persona de Bolívar, destinado a dar a la Amé.
rica hispana, la libertad que España no sabía administrar.
LORENZO VIVES SUSCRIBASE ESPAÑA PEREGRINA. publicación mensual de la Junta de Cultura Española, en México, Precio del cuaderno: 00.
El año (12 Nos. Van publicados números.
Con el Admor, del Rep. Amer. Cova. El Superhombre. Vida y obra del Libertador. Caracas, 1940.
Puntarenas, Costa Rica, de diciembre de 1940.