370 REPERTORIO AMERICANO Dr. GARCIA CARRILLO ELECTROCARDIOGRAMAS METABOLISMO BASAL CORAZÓN. APARATO CIRCULATORIO Consultorio: 100 varas al Oeste de la Botica Francesa TELÉFONOS: 4328 y 3754 grande para soportarla, pero por encima soplaba el loco viento caliente. Bajó por el camino del huerto y entró derecha en él. El pelo enmarañado le azotaba la cara y el viento le retorcía furiosamente la ropa contra el cuerpo o quería arrancársela. Las ramas de los manzanos se frotaban y su rumor le parecía a Elaine el suspirar hondo de los violones; y las ramitas que se partían estallaban en un vivo acompañamiento staccato.
Ay qué pronto venía la primavera este año.
No mediaba febrero todavía y ya la nieve se deshacía de prisa, y en algunos sitios Elaine podía sentir que la tierra debajo se volvía suave. Por la mañana el mundo sería charcas grandes y blando fango; los coches levantarían el agua por la charca que había sido camino orilla del pasto. El soplar del chinook anunciaba la venida de la primavera a los valles de Pacífico del noroeste.
Cuando llegó al final del huerto, Elaine se ahogaba y se sentó a descansar sobre un caño del sembrado de frambuesas. La luna navegaba con tremendo pasar entre las nubes. Con aquella prisa no tardaría en caer por detrás del granero. Si, bien sabia Elaine que no era que la luna navegara entre las nubes sino que las nubes flotaban ante la luna, pero. Ya respiraba otra vez y el temor y la tristeza le habían vuelto a cojer el pensamiento. Dios mío. pidió, si Madre se tiene que morir, que por lo menos no se muera hasta que los manzanos y los tulipanes den su flor, y que no se muera por la noche.
Le parecía poca cosa lo que pedía. Al principio había querido engañarse pero ahora no dudaba que su Madre se iba a morir. Ya to.
dos, hasta Jimmy, lo sabían, aunque ninguno se lo mentase al otro. Todos esquivaban mirarse y procuraban seguir haciendo lo de siempre.
Elaine sabía también que nunca podría volver a ser feliz en la vida. No podía pensar, era imposible que su Madre no siguiera donde estaba. Recordó, punzada de remordimiento, que los domingos por la tarde no la había dejado dormir la siesta más de media hora porque todo se quedaba tan solo mientras ella dormia.
Pero ahora no le era posible estar mucho tiempo con ella. La vencía la tristeza y tenía que huir como esta noche. Siempre temía que su Madre fuera a decirle algo importante, cualquier consuelo tal vez, una cosa solemney definitiva de la Muerte, de Dios o de la Salvación, y sabía que no lo podría aguantar. Tenía mucho que preguntarle a su Madre y ansiaba decirle algo hermoso para que se lo llevara adondequiera que se fuese. Aunque era mejor seguir hablando de la escuela, de la ropa, de los amigos, como si todo siguiera lo mismo.
El viento echó la luna bajo una nube oseura y desató una gran confusión en el macizo de frambuesas. Elaine se levantó. La aterraba volver a la casa doliente y acostarse sin sueño a escuchar la noche, pero le dolían las piernas y estaba agotada. Volvía despacio mirando las chispas azules que salían de las copas de los algarrobos del paseo cuando los alambres ligeros obligados por el viento rozazan las ramas. Un instante otra vez, contagiada de la noche, sintió un inexplicable escalofrío. Tal vez animara un poco a su madre saber que la nieve se deshelaba. Se detendría un momento a contárselo antes de acostarse. Ya está ahí la primavera, Madre. El chinook está soplando esta noche. De veras, hija. sonrió Anne débilmente. Sabes, hija mía. Elaine se echó a temblar de que su Madre siguiera. Qué era lo que luchaba por decirle. Cuando yo era una muchacha. La cara de su Madre se puso blanca, cerró los ojos y manzanos y alrededor de los edificios donde sus dedos empezaron a revolotear sobre las se había acumulado en profundos montones; sábanas. Luego no volvió ya a hablar a rin el agua corría por todas las cunetas y todos guno ni parecía reconocerlos.
los caminos. El sol del día era brillante aunEl Padre los mandó a todos a la cama. Elai que el viento soplara todavía. Los estanques ne no podía dominar su temblor ni parar el rizados destellabam luz y las primeras colinas castañeo de sus dientes. Las sábanas le pa y los montes lejanos se destacaban reluciendo recieron tan heladas. Al fin se quedó quieta, blancos alrededor del valle. mediodía murió escuchando y esperando. Del cuarto de su Ma Madre.
dre venían bajos gemidos y Elaine pudo oírla Cuando la pesadilla de los días siguientes, repetir muy claro y despacio, deletreándola la aquella confusión de gente que entraba y que palabra I R. Se conmovió toda al darse salía hubo terminado, Elaine, aliviada ya, bajó cuenta de qué terriblemente quería vivir sui otra vez por el camino del huerto. Qué bueno Madre. Había tenido siempre una resignación era estar sola. Ya no lloraría más, llevaría valiente para todo lo que ella creía que era la siempre la carga de tristeza que la rendia, la voluntad de Dios. Los designios de Dios ¿no dolorosa soledad y las preguntas sin respueseran siempre lo mejor, aunque Dios no ose dig ta. Cerca de la cañería, la luz del sol en una narse dejar a los hombres verlos por completo. cosita amarilla detuvo su mirada. Se acercó y Ahora que su razón y su dominio de concien se inclinó para considerar las perfectas hojicia le fallaban, inetutaba un esfuerzo gigante llas de cera de una flor anidada entre las hocontra la muerte. Elaine se puso a rezar fer jas verdes, casi en el suelo. El primer botón vorosa para que se hiciera el milagro que ella de oro. pensó. La planta ha debido estar sabía que no habría de hacerse.
creciendo bajo la nieve.
Por la mañana la nieve había desaparecido casi toda, menos algunas manchas bajo los Helen FOGEL QUIST No toda es nuestra (En el Rep. Amer. En uno de los últimos números de Repertorio Americano, publica el escritor hondureño, Ingeniero Medina Planas, un importante artículo inspirado en los de Ortiz Echagüe, quien visitara estas repúblicas de Centro América a principios del año que ya finaliza, y publicados por La Nación, de Buenos Aires.
Nosotros deseamos glosar el artículo de Medina Planas, aunque sea muy a la lijera, para acatar la advertencia del señor García Monge, muy puesta en razón siempre, especialmente tratándose de una publicación benemérita como Repertorio Americano, con cuyas líneas debemos ser avaros todos los que nos aprovechamos de su lectura. nosotros nos parece que Medina Planas demuestra plenamente, que no es imputable a estos pueblos el hecho de que a menudo se ven gobernados por presidentes despóticos y tiránicos, com la honrosa y bien señalada excepción de Costa Rica. Es injusto y cruel que se quiera aplicar a los pueblos de Centro América, el sofisma de que cada pueblo tiene el gobierno que merece. Es cierto que una tras otra se han sucedido las tiranías, eternizándose indefinidamente. Para citar un solo caso, el de Guatemala: después de los 30 años de Carrera, vinieron los 17 de Justo Rufino Barrios, los 22 de Estrada Cabrera y ya llevamos 11 del General Jorge Ubico. Pero el pueblo, privado de libertad y de justicia, no se ha conformado con la esclavitud y ha aceptado toda clase de padecimientos y ofrendado su sangre por conquistar su libertad, produciendo héroes mártires. pueblos de esta clase, merecen ser libres y desenvolverse al amparo de la ley y la justicia.
Vamos a seguir al escritor Medina Planas en su Exhortación a Charrúas y Atapascos. en el mismo orden en que expone los factores a los cuales pudiera atribuirse la endemia de muestras tiranías y despotismos. Comienza con lo que pudiéramos llamar factores naturales nos describe el itsmo centroamericano como lo hiciera un naturalista e historiador, para concluir afirmando que nuestros factores externos son, en lo general, muy ventajosos a los del continente sureño, y así lo prueba el hecho de que en remotos tiempos precolombinos se asentaron aquí civilizaciones como las de los mayas, huétares y chorotegas, posiblemente de mayor altura que sus contemporáneos los muyskas, incas y quechúas.
Luego, ni el aire, ni el suelo, ni el calor, ni la humedad, ni los vientos, ni los meteoros propios del itsmo, son culpables de que crezcan lozanos y robustos los tiranos en nuestros climas. Pero esa exculpación, no puede ser absoluta: aquí y en todas partes ponen su contingente en los hechos humanos, el suelo que pisan los hombres y el cielo que los cubre. Dejémole, pues, su parte de culpa, a nuestro clima tropical, y sigamos con Medina Planas. Los factores internos originarios son más o menos iguales a los de toda Indo América. dice, y en esta denominación comprende el factor raza. para concluir después de una larga exposición de hechos y consideraciones que apoya en opiniones autorizadas, que los criollos y mestizos se han producido como tipos de