62 REPERTORIO AMERICANO el libro de Juan Ruiz no puede ser entendido sin multitud de supuestos árabes; que es, si se quiere, una obra mudéjar, e incluso que presenta algunas analogías turbadoras aunque de menudo detalle, con el libro de Ibn Hazm (p. 52. De las numerosas comparaciones realizadas por Castro que abomina de ellas, como dice en nota, en alguna página de su libro entre trozos en su opinión evidentemente contaminados por el conocimiento de Ibn Hazm, muchas son suprimidas por el traductor, por parecerle insignificantes o forzadas. Las para él representativas son solamente cuatro, y de esos paralelos, admite dos que, en últi.
mo término, no son definitivos, pues tocan el lado más humano, accesible y vulgarizable del Collar (p. 55. Hasta el tipo de alcahueta, dice el traductor del Libro de las banderas de los campeones estaba ya perfectamente caracterizado en la España musulmana. y remite al lector a La alcahueta, de Abu Chafar Ahmad Ben Said, número 65 de sus Poemas arábigoandaluces.
Las conclusiones de García Gómez son fundamentales para los actuales estudios del multiforme poemario de Juan Ruiz, sobre todo si se toma en cuenta que ni Félix Lecoy, ni Maria Rosa Lida profundos caladores del Libro de Buen Amor inciden en este aspecto de las raíces de la obra.
El estudio preliminar, del arabista a que nos hemos referido, nos deja en tremeda les de incertidumbre e hipótesis. Para él el precioso libro de Ibn Hazm debió de circular muy poco; es libro aristocrático y muy difícil, y se halla separado del Buen Amor por verdaderos abismos de diferencias espirituales (p. 55. Vemos, pues, que la erudición, una vez más, no nos puede dar la clave y sólo aporta opiniones en cierto modo contradicto.
rias. Sigamos cualesquiera de los caminos indicados, sea por Castro, sea por García Gómez, o procedamos eclécticamente, sirviéndonos de la traducción comentada.
Siempre, como al principio, volveremos a encaminar nuestra mente hacia esos momentos. cómo llamarlos. en que dos cerebros, dos escritores, sin contacto de ninguna laya, ni siquiera el estrictamente temporal, ante las páginas blancas, en noches desveladas, recurren tal vez a los mismos hados inspiradores, y llegan a pensar y a escribir casi igual milagro que sólo el arte logra sin perder ninguno el sello de su poderosa, indestructible originalidad.
Santiago de Chile, enero de 1953.
QUÉ HORA ES. Lecturas para maestros: Nuevos hechos, nuevas ideas, sugestiones, incita.
ciones, perspectivas y rumbos, noticias, revisiones, antipedagogía.
Atención al baile. Por Agustín NIETO CABALLERO (En El Tiempo, Bogotá, noviembre 16 de 1952. El mundo parece que está resuelto a la marcha de la parihuela, inspirado este romper en la hora presente toda noción de nombre en el pasitrote de redoble y el moritmo y armonía. Las generaciones nue. vimiento de hombros que lo caracterizaba.
vas, tan buenas y malas, tan humanas, co Estos bailes modernos hay que aprenmo las anteriores, viven, sin embargo, en der a mirarlos como se aprende a mirar un ambiente en el que todo conspira para un cuadro futurista. éste hay que darle estropear sus sentidos, y por ello no es vuelta con la imaginación para adivinar aventurado pensar que a la larga serán qué fué lo que quiso pintar el artista. Así muy distintas de sus precedesoras.
con estas danzas.
Ahondando en nuestra conversación le hice observar a mi interlocutora la tristeza que invadía a todos los danzarines. Nadie parecía darse cuenta de lo extraordinariamente divertido que resultaba lo que esta ban haciendo. No había espejos en el salón pero bastaba que unos a otros se observa ran para que, por poco espíritu jocoso que tuvieran, estallaran en carcajadas. No obstante todos los que tomaban parte en este concurso de gestos y ademanes, parecían más bien participar con toda solemnidad en un rito que no podía ser tomado broma. Una dama contraía los ojos como si hubiera perdido sus gafas, otro se llevaba las manos a la cara frunciendo el ceño en un rictus que clamaba por la asistencia de un dentista. Otra daba la impresión de aca.
bar de levantarse del suelo después de un accidente de automóvil, en el cual le hubieran fracturado un omoplato. Había otra que por propia iniciativa se hacía ella mis ma la respiración artificial. Otra parecía atacada de un acceso de tos ferina desde los tobillos hasta el gracioso moño ajeno que llevaba sobre la cabeza y que amena zaba volar por el espacio a cada estremeci.
miento. Otra, víctima al parecer de un có lico renal, hacía esfuerzos sobrehumanos para dominar el dolor.
Otro día hablaremos de los cuadros que hacen parpadear a los estupefactos visitantes de las exposiciones, y hablaremos lue.
go también de los versos que riman lo mis.
mo, y lo mismo dicen, si se leen de arriba abajo o de abajo arriba. Hoy queremos li.
mitarnos al baile, aun cuando tratar de lo uno es como ocuparse de lo otro, porque el pintor, el poeta y el danzarín estridentistas parecen, en efecto, ser una misma persona. Tienen al menos un impresionante parecido de familia.
Pero concretémonos a la danza y a la música que la acompaña.
Como nota de color no hay, ciertamen.
te, nada como estos bailes desarticulados que en el Africa del Sur y la América del Norte lanzan al mundo en cada nueva estación. Excelentes parecen también como ejercicios de entrenamiento para la lucha libre, el boxeo, el salto de garrocha y la carrera de relevos. Qué imita este joven que se convulsiona frente a la niña que le hace gestos mientras retumban las disonancias del jazz. Es un auto que avanza con las cuatro llantas desinfladas. Es un trompo de lata en sus últimas vueltas. Es una botella de remedio en los momentos en que el paciente cumple con la orden de la etiqueta que dice: sacúdase antes de tomarlo? De todas maneras se hace evidente que para gesticular de este modo no se necesita, y antes puede ser inconveniente, estar en su pleno juicio.
Entendiendo de esta manera los nuevos bailes resultan en extremo interesantes. Al principio los mira uno con el ceño frunci.
do y el corazón en un puño, pero en dando con la clave de su significado, la austera mirada del imparcial observador se con vierte en sonora carcajada. Qué es esto. pregunté yo con inocen.
cia bautismal, temiendo que se tratara de un envenenamiento general, y que lo mismo habiendo comido de idénticas viandas, comenzara de pronto a hacer las mismas impresionantes muecas. La persona que estaba a mi lado al oír mi pregunta, respondió tranquilamente: Es un merengue, doctor. Pero acaso, me atrevía a insinuar, un merengue puede producir tamaña in toxicación? Sobra agregar que la ilustrada dama se compadeció de mi ignorancia, y con gesto maternal me explicó que el me.
rengue era una danza mucho más sabrosa que cualquier golosina, y que ya vería yo cómo el fandango y la safra y el lumbalú acabarían por reconciliarme con el bello ritmo que a través de los espacios nos lle.
gaba desde Africa con esa extraña y soporífera cadencia que sólo el negro posee.
Tenía razón la buena dama que me ins.
truía. Tan pronto como cesó la música, o lo que por tal se oía, todos los danzarines quedaron tranquilos, no diría yo que ale.
gres, pero sí resignados de haber terminado su faena. Volvieron a la mesa a conti.
nuar el banquete interrumpido por el merengue, y pude notar que sólo yo me sen.
tía eufórico en aquella fiesta en la que se Algún erudito etnólogo me ha informado que el mambo, divertimiento cumbre. tuvo su origen en la danza guerrera de una tribu mozambique. El hecho de que los danzarines den la apariencia de llevar los huesos rotos se debe a que así caminaban los negros después de una pelea, y nos ocurre pensar que los blancos lo harían de la misma manera al recibir un mazazo en la cabeza.
Anteriormente se denominaba un baile semejante a éste, pero más acompasado, En un comienzo los padres, sobre todo las madres de familia, se sintieron alarmadas con estas nuevas danzas que traían toda la apariencia de una grave enfermedad. a sus niños ya les dió el mambo. se preguntaban unas a otras. Mas como en estas épocas son los hijos los que en frecuen.
tes ocasiones dan enseñanza a sus padres, pronto padres y madres se sintieron atacados por idéntica dolencia, y aun cuando por obvias causas no lograron la misma agilidad en lo que se ha llamado el disloque musical del esqueleto, rivalizaron con los chicos en sus más fieros gestos. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica