IRepertorio Elmericano SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA Tomo XXXVIII San José, Costa Rica 1941. Sábado 29 de Noviembre Año XXII No. 926 No. 22 En este número: Caso. Rector Honorario de la Universidad La formación literaria de Darío De la Vida y de la Muerte (1)
Mi Señor Don Quijote!
Testimonios Noticia de libros Andesia Pedro Juan Labarthe Poesías Julio Jiménez Rueda Norberto Pinilla Lorenzo Vives Fco. Villalobos Rojas Varias firmas La marejada de los muertos Una muerte que es un símbolo La presa del huérfano Explicación parcial del cuento El Libertador La absurda invención de José de Soiza Relly Simiente Enamorado Cuesta Sanin Cano Graciany Miranda Archilla Eduardo Uribe Joaquín Gallegos Lara Mario Santa Cruz Marshall Nunn Alicia Prado Sacasa Mensaje a Venezuela Rómulo Nano Lottero Caso, Rector Honorario de la Universidad (En el Rep. Amer. Hace unas cuantas semanas, la Academia de Profesores y Alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras aprobó una iniciativa presentada por uno de sus miembros, el Dr. Oswaldo Robles, para que elevada al Consejo Universitario se le diera al Dr. Antonio Caso la categoría de Rector Honorario de la Universidad. Semejante honor le concedió la de Salamanca a su Rector Emérito don Miguel de Unamuno. No sería, por lo tanto, la primera vez que una institución de la naturaleza de la nuestra concediera un grado honorífico a persona que se ha distinguido desde su rectoría.
Es más, debería existir la categoría de profesores meritismos o eméritos que conceden algunas universidades de Europa a sus profesores que se han distinguido por una larga docencia o por una labor de investigación pacientemente realizada a través de los años. Tal sería el caso, en México, de don Ezequiel Chávez, don Fernando Ocaranza, don Agustín Lazo, don Roberto Esteva Ruiz y tantos otros que llevar años y años de enseñar en las distintas facultades de nuestra Universidad.
Un acuerdo como el tomado por la Facultad de Filosofía y Letras habría sido inmediatamente conocido y comentado en la prensa. Se le habrían dedicado artículos de encomio, se habría exaltado la personalidad del favorecido.
Los tiempos no son, sin embargo, propiciosa las cosas del espíritu y una resolución de esta naturaleza no se conoce ni en el círculo de las personas interesadas en asuntos de enseñanza.
Fuera de las seis o siete personas que concurrieron a la sesión de Academia, ni los profeSores y alumnos de la Facultad de Filosofía conocen semejante proposición, ni ha llegado al Consejo Universitario, y si ha llegado no ha sido aun discutida, ni la prensa se ha dado cuenta de ella, ni ha habido oportunidad de exaltar la figura de un maestro de varias generaciones como lo es don Antonio Caso. Culpa es de ello de los tiempos de política a raz de tierra, de auge de los deportes, de árido y seco materialismo. Tiempos que ponen a un boxeador sobre un filósofo y a un artista de cine sobre un poeta.
Muchos de los estudiantes y buena parte de los maestros ignoran por ejemplo quién fué, o qué hizo uno de los rectores que acaba de morir los que lo saben tienen una idea equivocada de él por haber intervenido en una de las épocas más confusas de la Universidad. Tal ha sucedido con don Roberto Medellín.
Del propio don Antonio Caso, fuera de sus dor, Caso cautivó a los estudiantes de entonces con su temperamiento, su elocuencia, su vigor intelectual. Su huella fué profunda en los espíritus juveniles y podría rastreársele aun en muchas inteligencias que han tomado por diversos caminos. Epoca de brillantes profesores fué aquella en la Preparatoria y en Altos Estudios, recientemente fundada! Pedro Henriquez Ureña y Alfonso Reyes, antes de intentar su aventura diplomática contribuyeron eficaz.
mente a moldear las inteligencias de los jóvenes que realizábamos nuestros primeros pininos literarios en revistas que tuvieron por vida el breve espace un matin.
Terminada la Preparatoria seguimos al Maestro en su brillante docencia en la Univesridad Popular. Plantel de cultura al servicio del pueblo, regido, primero por don Alberto Pani, después por el Dr. Alfonso Pruneda, asistidos, por Vicente Lombardo Toledano como Secretario. Se daban las conferencias en una sala larga y estrecha, ubicada en los altos del teatro Díaz de León, por la barriada del Carmen. Estudiantes, maestros, gente de pueblo llenaba aquel salón decorado con fotografías amplificadas de viejos escritores, del siglo pasado o reproducciones de grabados de figuras de primera calidad en nuestras letras en los anteriores. Ahí disertó don Antonio Caso sobre un tema que produjo honda impresión en su época: La existencia como economía, como desinterés y como caridad. Tiempos de lucha los que siguieron, trágicos para los habitantes de la ciudad, poco propicios para el desarrollo de toda actividad intelectual. Entraban a la capital las distintas facciones en triunfo aparente.
La lucha por la vida era tenaz y difícil. En alguna ocasión el maestro Caso estuvo en serio peligro de sufrir accidente que pudo costarle la vida. El intelectual refugiado en su casa, no tenía más remedio que esperar tiempos mejores para dar a conocer la obra que pacientemente, iba elaborando. Los discípulos de antaño íbamos ahora a la casa del maestro y en recuerdo de aquellos tiempos tormentosos ocupan lugar eminente las veladas que pasamos en su estudio, leyendo y conversando, oyendo siempre la palabra cálida y efusiva que oyéramos por primera vez en el Aula Justo Sierra de la Escuela Preparatoria, en la primavera del año 1913.
Fuimos testigos, más tarde, del brillante triunfo que obtuvo don Antonio en Buenos Aires. Embajador nombrado para agradecer las repúblicas Hispano Americanas el nombraAntonio Casa discípulos, pequeño es el grupo que sabe lo que ha hecho por la enseñanza y el eminente papel que representa en la intelectualdad de todo el continente de habla española y cómo es uno de los que arcan ruta en el mundo de habla española.
Pronto van a cumplirse treinta años ¡casi una vida! que fué profesor mío de Lógica en la Escuela Nacional Preparatoria. Substituía a don Porfirio Parra recientemente fallecido.
Buen número de los estudiantes de cuarto año habíamos querido adelantarnos a estudiar las disciplinas filosóficas que se cursaban en quirto y por ello tuvimos oportunidad de escuchar las lecciones del autor de la Lógica inductiva y deductiva. Don Porfirio Parra, positivista declarado, en el último año de su enseñanza expresaba sus deseos de no arrancar de los corazones juveniles las bellas flores de la ciencia. El contraste entre el nuevo profesor y el que había abandonado la cátedra para siempre no podía ser más acusado.
Declinaba el uno, poderoso dialéctico no era, sin embargo, brillante en la exposición; fogoso joven gran oraa