REPERTORIO AMERICANO 255 COD LOCC 22 dece 20eu Etica librera sus senos se hacían temblores, remolinos sus caderas, dos brasas rojas sus, labios y sus ojos dos hogueras.
Como era la despedida de su noche de doncella, sonaba alegre la cumbia en la madrugada fresca.
Cumbiera, cumbia, cumbiamba, cumbiamba, cumia, cumbiera. Ay, Zamba Caderona!
menea tu cadera iajé. MOISÉS CASTILLO Nuestra misión no es la de vender sienipre a todo trance un libro. No, nuestra tarea es por el contrario, vender al cliente únicamente el libro que mejor le puede servir.
Librería Lehmann Agricultura Arqueologia. Arte. Astronomía Panamá, agosto de 1941.
Son apuntes. En el Rep. Amer. en la con El llanto del futbolista Se acercan las tres de la tarde, todos los enfermos que podemos hacerlo nos trasladamos a los corredores para ver la entrada de las visitas. Una masa humana pugna por alcanzar las galerías, las escaleras, los salones; es una invasión, yo tiemblo por los enfermos graves, y no dejo de pensar en los sanos que llegan, siempre me parece que algunos se quedarán con un miembro roto o sufriendo un desmayo.
Las sillas de ruedas son en este recinto tan corrientes como las bicicletas afuera, calle libre. Cada uno naneja la suya, y formamos una reunión de privilegiados a pesar de la reciente operación, del asma caprichosa, y sobre todo, de los miembros inmóviles o ausentes.
Entre los muchos que somos, ha logrado interesarme un futbolista muy joven y una sola pierna, teniendo la otra en candidatura, como el dice. Era un hábil zaguero, en las peripecios del juego sufrió una caída insignificante, pero vino la infección y hubo que amputar. Ahora se trata de salvar la otra pierna también afectada, y hay pocas esperanzas de conseguirlo. El lo comprende y se lo dice a todo el mundo, con una alegría falsa y una risa estruendosa que sabe a llanto.
La novia fiel nunca falta a la visita, le trae dulces y frutas, que comen alegres, ccaversadores. Cuando el insiste en que perderá la otra pierna, y hace sonar el grueso cascabel de su carcajada, ella junta los labios y el verde obscuro de sus ojos arábigos se torna casi negro y se vitrifica con las lágrimas que no deben asomar.
Una tarde, él le decía con su habitual cruel risotada. Cuando me corten la otra pienia, sé que no volverás, pero yo no me a flijo por brincando como un zajo te iré a buscar donde quiera que estés, y me reiré tanto de tus nuevos amores, que o te hacés Hermana de Caridad, o tenés que hacer la caridad de seguirme queriendo!
que ya tiene veinte años, pero yo creo que exageran; para mi esa criatura acaba de salir de sexto grado. tal vez de un cuadro del Ticiano, cuando menos, del jardín grande, ese de las rosas de seda, que sólo de noche y con múltiples precauciones para que no me vea.
las hermanas ni los jefes, he podido coger y tengo en mi cuarto para alegrar mi soledad.
Ella también llega con frecuencia a visitarme, es linda y buena, juntas bordamos y leemos después de las dos, cuando queda libre. Se distingue entre todas por su tipo delicado y su gran belleza, aún cuando es la de menor estatura. Seguro por similitud en esto último, es que se entiende tan bien ccamigo, y una tarde obscura, toda de lluvia y de frío, me contó su historia, corta, romántica, vulgar, pése al hechizo de su cabellos rubios y a la dulzura de sus ojos zarcos llenos de pureza.
No vino de retablos ni de jardines, vino del campo sencillamente, fué estudiante aplicada, inquieta, y quiso dedicarse a la enfermería. La familia lo encontró muy razonable, no tuvo contratiempos, todo se lo allanaron. Los médicos se disputaban sus servicios, los enfermos la pedían para que los asistiera. Ella era feliz, estaba tan satisfecha con su popularidad!
De Chicago llegó un nuevo profesional, de extracción humilde y pletórico de ambiciones.
Tan pronto vió a la rubia le tomó cariño y se hicieron novios. Los días felices que pasó con él, ya en el trabajo ya afuera en teatros paseos! Llannitas azules y puntilos de oro pasaban por sus ojos de color indefinible, cuando recordaba aquellas horas. Un idilio de pocos meses, un drama de muchos años.
La rica heredera ganando la partida que no empeñó, un joven anónimo convertido en notable especialista, dos miembros importantes para la sociedad distinguida. allá, al pie de la cordillera, cuando los labriegos volvieron de su trabajo, llevaron al cementerio del pueblo una diminuta caja blanca. Mientras las simples y bondadosas mujeres del campo, cuidaron a la madre, a la pobre muñeca rubia, que tuvo que olvidar y volver al oficio, escondiendo la pena bajo la abnegación. ahora, sostiene lucha desigual con aquellos distinguidos exponentes de la cultura moderna, buscadores de lances, desflecadores de ilusiones, elegantes profesionales tan a menudo apartados de su verdadera misión.
JU El quemado Siento repugnancia de hacer esa visita, sin embargo, pasaré mañana tan pronto como la enfermera me avise que puedo entrar. Tendré que dominarme para mostrar una cara complaciente cuando tengo el asco metido en el cuerpo. Ese olor a carne descompuesta, llegando a mi cuarto noche y día, me tiene tan susceptible, que a veces aborrezco a mi vecino, y otras, soy un bálsamo para su largo martirio. Ya puede venir, yo le avisé y está muy agradecido, mandó buscar flores, pidió una colcha bien blanca y mucho, mucho desinfectante. Pero si no es viejo, ni antipático, todo lo contrario, negros los hermosos ojos, la barba endrina cubriendo las cajutas pálidas mejillas, y una espléndida sonrisa llenando de luz el cuarto número 5, el cuarto de mi vecino El Quemado.
Es una macolla de ilusiones, un fulgurar de esperanzas. Tiene veintiséis años, una mujer y dos hijos. Tres meses hace que está tendido inmóvil con el pecho en una sola llaga, mordido por agudisimos dolores. Medio año todavía le falta, según el médico, para abandonar el hospital. Mezcla de moro y cristiano, es manso y ardiente, fatalista y religioso. Quiso narrarme el percance.
Cuidaba las máquinas de una planta eléctrica, una vez llegaron juntas la tempestad y la noche, alevoso el rayo se lanzó sobre las infatigables trabajadoras, y él se vió en un torrente de luz, que era fuego y dolor y fué sombra insondable después. De los días que siguieron sólo recuerda el penar. Al principio creyó en la muerte y tocó sus frías delgadas manos, se iba con ella inconsciente, iudefenso. Pero los días se bebían la niebla, y una mañana le vió la cabellera al sol, oyó los pájaros, aspiró la brisa, y más profundo que el dolor, bajo la carne ulcerada y nauseabunda, notó el revenar de sus luchas y de sus esperanzas. Desde entonces la luz se quiebra en su dentadura fuerte y blanca, sonrisa expresiva que esconde la impaciencia que ya lo consume. Seis meses! Si cuento los días, me resultarán demasiados, por eso repito siempre, seis meses, para que se gasten pronto y poder volver a mi casa, con mi familita, y volver a las máquinas, a las infatigables, a las que me dan la vida, y tienen derecho a darme también la muerte ALICIA CASTRO ARGUELLO Hospital San Juan de Dios, en San José, Costa Rica, y en 1940.
eso, Una menudencia No se lleva las tres yardas de tela el wiforme de la enfermera rubia que es el querer de todos en el hospital. Sus compañeras dicen DER Distinguida y fina Cerveza GAMBRINUS es siempre la Jour