Repertorio Americano SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA Tomo XXXVIII San José, Costa Rica 1941 Sábado 26 de Abril Año XXII. Nº 911 7 En este número: Tao o el Gran Camino Pasionaria Fidelidad Son apuntes Carta a un poeta japonés Historia de un retrato de Rubén Darío Rafael Alberti Un pacifista irá a la guerra Juan Marin Manuel Navarro Luna Dchuang Dsi Alicia Castro Argüello Rabindranath Tagore Mario Santa Cruz Fernando Luján Alejandro Manco Campos Max Jiménez y la Exposición de sus cuadros en Nueva York Momentos de vida y de literatura Eduardo Innes González Página lírica Alfonso Mejía Robledo María Luisa Vera Florence Hall Gacetillas El estilo lógico de los grandes filósofos José Lasaga y Travieso Las dos alternativas Sanin Cano Las crónicas de Ortiz Echagüe Emilia Prieto Tao o el Gran Camino (Es copia. Envío del autor.
Shanghai.
China. Novbre. 1940. Para Tao, el zenit no está alco, ni el nadir está bajo; ninguna fecha es pasada, ni trozo alguno del tiempo ha envejecido (El Maestro. Chuang Tsé)
un Tao es el camino de la verdad última y primera en los ejercicios espirituales del taoísmo, es la clave secreta de su filosofía, el arca santa de su doctrina. Tao es el Todo y la Nada, el punto en que el individuo entra en comunión con el Cosmos. Tao es el retorno a la Naturaleza, la madre común de donde todos hemos nacido, la suprema negación de todos los valores: la afirmación de la inutilidad de todas las cosas.
Cinco siglos antes de Cristo, en los mismos años en que sobre las gradas marmoreas del Acrópolis o bajo la sombra de los olivos jónicos, Sócrates plantaba las bases de una moral para todo el Occidente, acá en un remoto pueblo del pequeño estado de Chu, en mitad de la China semi bárbara y feudal, Lao Tsé enseñaba una doctrina de renunciamiento, negación y abandono, una filosofía que parecía ya traer un cansancio de milenios sobre las espaldas. El verdadero sabio. decía el viejo Lao al joven y doctoral Confucio que se encaminaba ya a grandes pasos hacia la gloria, habla poco y desecha los honores mundanales; el sabio busca su Camino en la Naturaleza.
De nada valen libros y ritos, ceremonias y oropeles académicos: Tao no puede alcanzarse por la razón ni el estudio, sino por la contemplación y la mística iluminación.
El mundo real no es el que nuestro sentidos perciben; éste no es sino un miraje, una barrera que es necesario salvar. Toda acción, todo anhelo, toda ambición, perjudican al conocimiento. La Naturaleza tiene sus ritmos, de los cuales la vida humana participa atómica e ineludiblemente.
El patriarca taoísta Yao, al despedirse de sus hijos para el viaje. en la novela Moment in Peking de Lin Yutang, les habla de esta manera: Vida y muerte, crecimiento y decadencia, no son sino leyes naturales. Dicha y adversidad no son sino las consecuencias naturales del carácter personal de cada cual. Así pues, aún cuando el despedirse, ya sea al partir en la vida o al través de la muerte sea triste, de acuerdo con los normales sentimientos humanos, yo os pido considerar este hecho y aceptarlo como una simple parte del Camino. Ustedes todos han crecido ya y se enfrentan a la vida en una actitud juvenil: si logran ver claramente la Vida en su evolución natural, no van a afligirse demasiado por En el taoísmo no cabían dioses ni se levantaban altares: el templo único era el de la Naturaleza. En siglos posteriores, la secta creó Dios: el Emperador de Jade (Yü Huang) o, como los occidentales suelen tambien Hamarlo: Emperador de Perla (Yü Huang Shang Ti. Bajo influencias seguramente budhisticas, le nació también al taoismo, una trinidad. el San Kuan o los Tres Maestros. Pero todo esto hubiera dejado indiferente al fundador, en cuya alma soplaba a veces la tempestad huracanada de un Nietzche oriental o fermentaba otras veces el ansia panteística de un Rousseau agigantado por los paisajes de China.
En el taoísmo caben, sí, los espíritus. por eso arraigo tan hondo en el alma del chino: son los kuei que pueblan toda la vida emocional e intima de esta raza. Pero allí estaban ellos, como hechos. como simples fenómenos. de la Naturaleza, como formas vitales, inferiores casi siempre a la del hombre.
Todo lo que es natural, está de acuerdo con la armonía cósmica y no puede ocasionar suLao Tsé en su búfalo, con el rollo del Tao en los frimientos ni desorden. La causa de todo trasbrazos.
torno nace de las apetencias y ambiciones del (Grabado chino antiguo)
hombre: la verdadera paz sólo se alcanza cuando se es capaz de renunciar a todo, sin ambicionar más nada. Aquellos que sueñan lo que os voy a decir. No quiero ver lágrimas en el banquete. escribió Chuang Tsé, el más en vuestos ojos cuando os diga que voy a famoso exégeta de Lao, despiertan en la dejar esta casa. No seais sentimentales: no lamenthción y la pena. Aquellos que suehay ningun padre que, tarde o temprano, no ñan en la lamentación la pena despiertan diga adiós a sus hijos. Volveré al cabo de diez para unirse al festín. Esto es una paradoja.
años, si todavía estoy vivo. No tratéis de bus Mañana un sabio se alzará para explicarla, carme; volveré yo hacia voscitros. Habréis pero ese mañana no será sino cuando diez oído hablar de gentes que dejan a sus familias mil generaciones hayan transcurrido. Sin empara hacerse ermitaños. No hay más que dos bargo a ese sabio podréis encontrarlo cualquier actitudes ante la vida: la de entrar en el día, al voltear la esquina. Así se expresa el mundo y la de salir del mundo. No os discípulo en su ensayo sobre la Relatividad.
asustéis de estas frases. He sido feliz junto a Porque en la médula del taoísmo hay también vosotros y a vuestra madre. He cumplido todas fuertes entronques dialécticos. Oigamos: Tomis obligaciones humanas: ahora estoy listo das las cosas no son sino una. Lo que nosopara el reposo. No creáis que mi empeño es tros amamos es el misterio de la vida; lo que hacerme un inmortal. Tal vez no me entende aborrecemos es la corrupción y la muerte. Períais si tratara de explicar mi conducta: voy ro, lo corruptible, a su vez, se transforma en a encontrarme a mí mismo. Encontrarse a sí misteriosa vida, y esta misteriosa vida, de nuemismo es encontrar el Camino y encontrar el vo torna a la corrupción y a la muerte. Se Camino es encontrarse a sí mismo. Y, ya sa diría escuchar a Claude Bernard, a Lavoisier, béis que encontrrase a sí mismo es ser feliz. a Herbert Spencer, a Darwin y a Hegel, en Yo no he encontrado todavía el Camino, pe un salto de siglos, perorando por los caminos ro he alcanzado un atisbo de las sendas del polvorientos del estado de Chu, en el Reino Creador y trataré de obtener una mayor com Medio, cuando Europa aguardaba todavía un prensión. En esas palabras está magistral Medioevo y un Renacimiento y un Siglo de mente condensada todo la doctrina de Lao las Luces para llegar a estas verdades.
Tsé.
Al proyectarse en el plano político y so