Democracy

158 REPERTORIO AMERICANO su (Párrafos de una interesante carta de Amparito Casamalhuapa, de quien en días pasados publicamos un vibrante discurso pronunciado ante la estatua del General Gerardo Barrios el año pasado, con motivo del aniversario del famoso militar salvadoreño. Este discurso. en el cual la profesora Casamalhuapa delató ante la conciencia del pueblo salvadoreño gran número de iniquidades cometidas por el gobierno de Martínez, sobre todo el escandaloso contrabando de drogas heroicas por altos funcionarios del Estado, obligó a la distinguida escritora a huir como cualquier prófugo de la justicia, pues ya antes se le había negado pasaporte para abandonar voluntariamente su país. De esta manera, las nuevas generaciones de intelectuales salvadoreños, se están viendo compelidas a llevar vida migratoria, porque ya les es imposible respirar el ambiente creado por la dictadura. Salvador y sabemos que tendrá a cargo más de una materia en la Escuela República de España, y en la Normal de Maestros, Sea bien llegado de nuevo a la escuela patria el profesor Morán. El ha unido siempre al claro talento, a la expresión ágil y a la preparación técnica, una devoción fervorosa al niño. Es un maestro por vocación. Es también un hombre puro y digno, que construye con su ejemplo. mejor todavía si llega al aula en instantes como este, en que las instituciones nacionales necesitan que la juventud se forje al calor de los ideales en que ellas nacieron. Debemos ir sustituyendo a los hombres de poca o contraria fe en la Democracia por otros capaces de entender el mandamiento excelso de la ciudadanía.
Hemos inquirido sobre el significado de esta nota, que aparece en la página editorial, porque Francisco Morán es conocido nuestro, como que estudió en la Escuela Normal de Heredia; y sabemos de su fervor por el niño de su devoción por la escuela. Pues bien, después de tanto inquirir hemos sabido, por medio de salvadoreños bien enterados residentes en Costa Rica, que a Francisco Morán, propietario de un colegio junto con otros dos magníficos elementos del magisterio salvadoreño, le estaba vedado, desde hace dos años, poner el pie en su propio instituto, por el pecado de no comulgar con la tendencia continuista del der crático gobernante salvadoreño!
Así andan las cosas.
Nota Ya para cerrar esta entrega, encontramos en un canje de El Salvador (Diario de Hoy, del de febrero. este comentario: Francisco Morán vuelve al magisterio Debemos informar con manifiesto agrado que el profesor don Francisco Morán ha vuelto al magisterio. Está ya impartiendo sus clases en el Colegio García Flamenco uno de los baluartes del pensamiento libre y democrático en El los viejos cuentos de su abuela y la canción monótona con que lo adormecía cuando era niño. Bah! Entonces era muy chico y se alegraba con ello.
Por una ventana entró un rayo de luz, e iluminó el rostro arrugado y pensativo de HanHin. Poco a poco, fué perdiendo la noción de las cosas que lo rodeaban. Se iba. muy lejos. Vióse en sueños caminando por un arrozal. Ah. Cuánta riqueza la de esos campos!
Cruzó caminos que se destacaban luminosos como si el polvo fuese luz. No muy lejos vió ante si una muche dumbre: rostros enigmáticos, figuras conocidas que le sonreían o alzaban el puño amenazador. Aquél, pequeñito y de rostro enjuto, parecíase a su amigo Tsin Lin; éste, tenia una extraña semejanza con Su Liang, el comerciante que conociera en un viaje a Fucheu. Y, cosa extraña! Sus figuras no impresionaban a Han Hin. Como si la niebla se las tragase, aquellas sombras se disiparon. Ahora veía muchas casas, hermosas was, destartaladas otras. Era la síntesis de su vida. Han Hin sentía su rostro inmóvil: nada podía emocionarlo ya. Su sangre parecía circular cada vez más lentamente, y un viento frío le comunicaba un cansancio extraño. Quería dormir, reposar un largo tiempo.
Repentinamente, se encontró a la orilla de un río de aguas tranquilas. En la ribera opuesta había una pequeña pagoda. El quería pasar, pero no había barca. Luego, sin saber cómo, encontrose sentado en una barquilla que se alejaba rápidamente en dirección a la pagoda. Vio a sus hijos y nietos en la orilla abandonada que le gritaban para que volviese; pero estaba tranquilo y no tenía deseos de volver a sus hijos. Los miraba hacerse cada vez más pequeños, conforme su barca se alejaba. Llegó frente al templo. Salió de él un bonzo y lo condujo al interior de la pagoda. Dentro vió a un anciano respetable que le tendía una mano. Cuando estuvo cerca, observó que en el hueco de esa mano había una perla que despedia hermosas reflejos. Sin saber por qué, sintió que esa joya le pertenecía. Si. Era suya. El anciano le hizo señas para que la tomara, y le dijo. Han Hin: has sido un buen hombre durante toda tu vida. Trabajaste mucho fuiste siempre honrado; no sentiste envidia ni celos.
He aquí tu recompensa: una vida útil. Las puertas de la Gran Morada están abiertas para tí.
Han Hin hizo una gran reverencia y en silencio se encamino hacia la entrada del templo. No sabía donde estaba la Gran Morada, en poder llegar a ella. En la puerta encontró de nuevo al bonzo, quien lo tomó de una mano y lo condujo a una campiña llena de ciruelos en flor. Han Hin deseo tomar una de aquellas flores. Cuando lo hizo, encontróse muy ligero; toda fatiga desapareció. el bonzo dijo. Esa flor que has tomado representa la virtud. Ahora tienes en tus manos una vida útil y virtuosa, puedes emprender el camino a la Gran Morada. La encontrarás fácilmente.
Han Hin notó que ya no estaba en el mismo sitio. Pero, ante si veía un sendero que llevaba a una cumbre coronada de nubes. Sintió entonces una gran alegría y, silenciosamente, caminó hacia la mansión que había ganado en el mundo.
Eu el pequeño cementerio familiar descanso Han Hin, en un féretro de fuerte madera, con una sonrisa enigmática en los labios. Había llegado a la Mansión del Descanso.
El sueño de Han Hin (En el Rep. Amer. Este cuento obtuvo el 2º premio en los Juegos Florales Estudiantiles que organizó el Comité Estudiantil Pro Centenario de la Universidad de El Salvador, 1941. Han Hin estaba sentado fumando su pipa en la puerta de su casa. El humo lo envolvía voluptuosamente, y con él, los recuerdos volvían a su mente. Han Hin era muy viejo; ya se había cansado de contar las lunas que había visto en su vida. Ahora, después de una larga jornada, sentíase tranquilo, porque pronto iría a reunirse con sus antepasados. Sus hijos eran hombres, y a su alrededor crecían los hijos de sus hijos. Además, era feliz al pensar que su sangre se trasmitiría a través de ellos. En su juventud había trabajado mucho; hasta había viajado en busca de nuevos horizontes. Cuando tuvo cierta fortuna, regresó a la tierra natal y tomó esposa. Ahora, sentado en la puerta de su casa, sonreía al recordarla. Era menuda, con sus ojos llenos de misterio. Fué buena. No podía quejarse. Era hija de un amigo de su padre. Se fué como había llegado: silenciosamente, sin pedir nada. ahora, reposaba allá, en la Gran Morada.
Pronto la vería.
Han Hin dejó de soñar. Miró el cielo osourecido. Parecía que iba a llover. Lentamente, con pereza, se levantó para entrar en la casa.
Vió a su hijo menor que hacía cuentas, sentado delante de una mesa pequeña. Cerca de él, uno de sus nietos comía frutas secas. Han Hin siguió su camino, arrastrando con lentitud los pies. Era feliz. Todo estaba bien. No le quedaba ya nada que hacer. Tenía sueño. Pronto dormiría en el lecho de tierra que tenía preparado, en un rincón del cementero familiar.
Han Hinn sintió frío. Pero ahí estaba su lecho tibio, preparado por su hija Li fah. Apagó la pipa y entró en su alcoba. Recordaba ahora pero confiaba. Lo hallará el lector preocupado en el No. del tomo XXXVIII de este semanario.
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