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REPERTORIO AMERICANO 365 las Palabras Liminares (iinolvidablesi) y querida (a la que se considera como sím le conmigo Luego, al despedirme. bolo de la poesía y la libertad ideales. En Abuelo, precio es decíroslo: mi esposa es la se gunda etapa, el acento patético es grade mi tierra: mi querida de Paris. en la do para la palabra esposa (elemento básico primera etapa, el acento patético es despec de la familia, fondo sólido de la vida: lo protivo para la palabra esposa (a la que se pio, lo del hogar, lo de mi tierra. y es, si considera como elemento prosaico, moral, no despectivo, al menos alegre. jugueteo. burgués. y es sagrado para la palabra pasatiempo, placer y agrado pasajeros.
Tres meditaciones contemplando a la bestia (En el Rep. Amer. Primera Príncipe cruel a las órdenes del destino. Leroux.
expresión del alma americana en los albores de este siglo. Citemos otra vez a Unamuno:. los hispano americanos se ven por a fuerza de las cosas, obligados a anhelos y vislumbres, a tentativas rebuscas.
No es el suyo decadentismo, aun cuando lo parece; es incipientismo. No es un ocaso, es una aurora; pero como no rom e el día, el poco observador puede creer que se acerca la noche. Lo que yo veo en usted (en Darío. es un escritor que quiere decir en castellano cosas que ni en castellano se han pensado nunca ni pueden hoy en él pensarse.
La misma idea se va precisando en Andrenio: no es que Rubén Darío sirviera como de mediador plástico entre la lírica francesa y la castellana.
Fué algo más; Rubén aportó algo, aportó mucho que no sólo era genio personal; que además de ser cosa Rubén Darío era americano y español, y por tener este elemento común y genérico, se impuso tanto en Amé rica como en España, a despecho de las resistencias clasicistas. Esto tra una exuberancia, una como alegría interna o plétora vida que se traduce en imágenes, en rimas, en cabriolas.
Todo es múltiple, abundante en esta poesía.
Toda ella tiene algo de tropical en el sentido de reflejar una orgía de calor, de luz, de colores, de prolificación de brote ardiente y activo de vida. Es la juventud de las literaturas de América, unida a las influencias físicas del medio, que marcan su sello en los ingenios y trazan ruta a la historia, y es también pompa y aparato de nuestra lírica del siglo de oro vestida a la moderna, un compuesto de elementos personales, americanos y españoles. El hecho e que Rubén fué el primer escritor plenamente hispanoamericano, como los que él cantó alguna vez, como los cantara Heredia el francés; pero un conquistador de retorno, venido de América a España. No ha habido influencia comparable con la suya ni de literatos americanos en España pi de un literato de América en todo el Nuevo Mundo. Toda la lírica joven de America es Rubén Dario y en toda la lírica nueva de España se puede descubrir la huella leonina del autor de Prosas Profanas. La América española ha producido filósofos y gramáticos como Bello y Cuervo; poetas como Caro, Heredia y el mismo Bello; prosistas como Montalvo y Rodo; pero hasta Darío no había producido una figura que fuese, más continental, producto de la ra a, y en su esfera, mentor espiritual de ella. No es que Rubén Darío superase a esos ingenios de América en todo ni por todo. Es que era otra cosa: un creador, una fuerza renovadora.
Es decir, la nota cálida que viene a dar nuevas vestiduras y a resucitar el idoma. el reverso de la medalla: las imágenes en desconcierto, las desafinaciones, la dulzura empalagosa, la hinchazón, las depresiones palúdicas, los matices amarillentos de la anemia tropical. Digamos la verdad para ser creídos, descubriendo las manchas fatales del criollismo Alfonso Reyes ha explicado con sutileza y donaire la transformación íntima del poeta: el francesismo o el casticismo de Rubén Darío pasa por dos etapas. En la primera, la crítica lo considera como un caso agudo de galicismo. En la segunda, lo consideramos ya como un caso excelso de españolismo evolutivo, de casticismo en marcha. Todo se reduce. a la diversa dosificación de acentos patéticos que se aplique a una conocida frase del poeta. Abrid las Prosas Profanas por Oscuro, turbio, con la Muerte en las manos y el Odio en la mirada, moviéndose, terrible, en horizonte denso, con la sangre hasta el cuello y el corazón podridos con las manos en getras filudas contraidas, con la garganta ronca, inmisericorde, y la voz con espinas, cargando sobre su alma, en crimen y en angustia madurada, cien millones de muertos y gritos y alaridos; haciendo que a su paso el suave sol se nuble, las flores se marchiten y las fuentes se enturbien; matando a las palomas y manchando, como un reptil viscoso, la tierra, el aire, el alma de los hombres, la risa de los niños, el rubio trigo bueno, el dulce pan sagrado, los cristos y los cirios: así, en cieno, en pestilente pátrido charco sumergido, sobre la tierra triste, precedido de un aliento de muerte, de bandadas de arañas inmundas, y gusanos y hienas, avanza el Supremo Embajador de la Muerte, y la noche se hace a su paso, los relojes se paran, los niños enloquecen, furiosa nube envuelve la mañana tranquila, los labios se contraen, los navios se hunden, y solamente un coro de lobos lo saluda.
Es Hitler. En su mano la vida de los hombres termina. Como el tayo, destroza la tranquila existencia y la dulce sonrisa. Es el amo de la sombra, el rey de la tiniebla. Los sapos, los vampiros, los negros alacranes lo aman. Es la Muerte. En su cerebro enfermo mora un gusano enorme y en sus ojos la odiosa mirada de una hiena oscura se derrama.
No tiene corazón. Bajo la pobre tabla de su pecho cobarde, de aliento mezquino, hay un nido de víboras. Nunca la sangre humana recorrió sus arterias.
Es el producto innoble de la sombra, del odio, de la oscura y nefanda violencia odia todo lo libre que en la tierra florece y en la vida sonríe. Principe cruel a las órdenes del destino. inhumano y oscuro, fiero y torvo.
La pobre tierra herida tiembla ante su imagen sucia y sus ojos de hiena.
La noche lo rodea. La hosca noche lo cubre. El mora en las tinieblas.
Nadie respirará mientras su vida dure.
Segunda Ab, si tan siquiera Hitler pudiera saber cuán agradable es tener en los brazos a una joven en flor. Albert Forster.
Nunca, en su vida triste odio y sangre podrida pudo el amor crecer, Nació en oscura noche. Donde pone su paso la noche viene y reina.
Jamás la luz del día visitó sus pupilas. Las hermosas mujeres, finas, dulces y sabias, le huyen y él las teme. Nunca en su vida triste un amor. Nunca la luz tranquila de los ojos amados, trayendo sabia calma.
Nunca la suave mano de la mujer amada sobre el párpado herido.
Nunca dos senos tibios para el cansancio diario y la honda amargura.
Nunca el contacto cálido de los labios queridos. Nunca en la noche larga la compañía tierna de un cuerpo femenino. Nunca. El odio solamente.
La soledad profunda de la noche. Los vampiros, los sapos, las serpientes.
La vibora que roe su corazón cobarde. Los lobos, sus hermanos, aullando en su noche perenne. El odia a las mujeres. No quiere sus caricias, no quiere su perfume, ni sus voces, ni el dulce sentimiento que une sobre la dura tierra a los seres humanos. Aborrece a los niños.
La soledad lo nutre. El odio lo consuela. Las víboras lo aman.
Un oscuro vampiro besa sus labios pálidos. Una hiena cobarde, maestra de crueldades, le acaricia el cabello y le lame las manos.
Inhumano. Perfecto producto de la angustia, del vicio y la tortura.
Jamás una sonrisa. Jamás un tibio aliento amoroso lo asiste.
Pobre dios de la muerte, en desdicha perfecta anegado hasta el cuello.
Pobre ser de la sombra, larva oscura en venenosos jugos nutrida, jamás una muchacha te iluminó los ojos y suavizó las manos.
Más infeliz y triste que cualquier desvalido, en tu casa, de acero y cristal construida, eres míseto enfermo torturado de envidias, impotente y amargo. Mientras gozas haciendo sobre el mundo la sombra, en el corazón puro de la gente sencilla, la que tú pisoteas, hay el sol del amor, la presencia perfecta de la mujer, su alma, su cuerpo y su caricia. Nunca en tu vida turbia amaneció la luz del amor que consuela, ennoblece y alivia. Cuando la muerte llegue a cegarte los ojos, una vibora grande te rodeará la frente.