Fascism

REPERTORIO AMERICANO 107 Página lírica (En el Rep. Amer. Tríptico heroico Que a su paso de Reina triunfadora, mi canto quiere ser como la aurora que en exposión de luz la senda traza; que mi estrofa es rutilante marco para su trono, y se convierte en Arco de Triunfo en el Gran Día de la Raza!
PATRIA Tu presencia (Inédito)
Patria, sublime amor de mis amores, tu nombre sabe a música increada y es como una caricia de la amada que se vuelve deliquios interiores.
Para acallar los intimos dolores de la ausencia que es senda desolada, yo te suelo llevar en la mirada, como se lleva un haz de resplandores.
Mi corazón, mi sangre, mis anhelos, todo lo que en la vida tú me diste y hasta mi propio honor yo te daría.
Porque bajo la comba de los cielos y por cima de todo cuanto existe, sólo a ti te contemplo, patria mia!
Alfonso Mejía Robledo Como un brillo celeste tu presencia me escuda, como un móvil ensueño tu mirada me anima; estoy solo, en el fondo de la trágica sima, tú me tiendes la gracia de tu mano desnuda.
Mi pobre alma sedienta con tu alma se anuda y al hallar se entre sombras a tu luz se aproxima, y a su lumbre amorosa mi dolor se sublima y se trueca en el ansia de una súplica muda.
Tú le diste a mi anhelo su perinclito rumbo, donde el bien flor de nácar es un ritmo presente, como el ritmo lejano de las olas sin tumbo. en la diáfana huella de tus pies compasivos, puedo hallar como signo de la aurora nacientela divina parábola de mis valles nativos. Dibujo de Amighetti.
San Salvador, 1940)
II El bosque se puebla de cálido arrullo si el rútilo insecto se clava en la sombra; mi alma así se llena de grato murmullo, si tu voz me nombra.
FE Lumbre de la noche Sordo se halla el bosque cuando no desfleca su luz el insecto que en la sombra vaga; sorda de igual modo mi alma se trueca si tu voz se apaga.
Las audaces galeras españolas, en sus magnas conquistas fulgurantes, a la América dieron los andantes caballeros de plumas y de golas.
Sobre el ignoto mar, firmes y solas, aquellas muchedumbres navegantes, alzaban en la lengua de Cervantes vivas preces a Dios junto a las olas.
Desde entonces la tierra americana sintió llegar a sus arterias grandes la civilización pura y cristiana. el mundo desangrado ha visto flotar sobre estas cumbres de los Andes el amoroso pabellón de Cristo.
Alfiler de oro clavado en la oscura veste de la noche, rutila el cocuyo; asi en la tiniebla de mi alma impura fulge el amor tuyo.
Lumbre de las selvas el cocuyo errante conmueve el imperio de la sombra alada, tal como conmueve mi pecho anhelante tu dulce mirada.
En la oscura noche de mi alma triste rompe las tinieblas el reflejo tuyo, tal como la sombra del bosque se viste con los resplandores que le da el cocuyo.
ALFONSO MEJÍA ROBLEDO María Luisa Vera (En el Rep. Amer. III AMOR Busco, soñado bien, el encendido fulgor de tus miradas soñadoras, lo mismo que las aves migradoras buscan la rama que guardó su nido.
Eres, amor, como el edén perdido que sueña mi ansiedad en lentas horas, donde escucho tus voces turbadoras que deleitan con música mi oído.
Con tu suave mirar mis pesadumbres se fugan en ligera caravana como al sol las neblinas de las cumbres. Para no olvidar la tierra, soy como res contra el Fascismo durante la Guerra Ciun haz de trigo, moreno, macizo y on vil. Sí, honró sus gotitas de sangre española dulante. Hay en mi algo de caña y de al ver el buen humor, el heroísmo austero y espiga, de surco y de granero, y en silencioso, la determinación valerosa de los esmis ojos cuajó el ardor del sol, y en mi pañoles que vivían en medio de bombardeos, piel la simiente de oro. Espigas, Ar frío, hambre, y muerte, sin combustible ni jacilla. México, 1932 bón. Pero ella no olvida por largo tiempo a los tristes niños de su patria para quienes manaAsí habla, y así parece, la admirable y simna es sólo tener el mendrugo de pan. ni a los páticamente inteligente poetisa intensamente campesinos que siembran el trigo y mueren de mexicana, María Luisa Vera. Esta hija del sol hambre, ni el ideal en un cuento suyo, Una y de la tierra que adora es una mujer torbellimaestra (ino será ésta su propia madre. no. La pasió de rebelión de su espíritu da a quien luchaba entre los suyos, ciegos aún, peesta delicada mujer trigueña una impresión de fortaleza extraordinaria. Desde muy pequeña, ro anhelantes, con un solo prestigio: ser de su raza; con un solo ideal: ir hacia la justicia.
nos dice, en contacto con la injusticia de los patrones se fué formando en su yo ese espíritu Arcilla, libro de pecado de su juventud. es rebelde que se advierte en toda su obra, como el primer tomo de poesías de María Luisa Vera.
en sus ojos ardientes.
Líricas, pintan el alma apasionada de mujer, Vive María Luisa en una pequeña casa ama cuyo canto del corazón enamorado transforma rilla, al fondo de un patio diminuto y bchito con todo en poesía delicada y viril. Del papel de sus arbolitos, rosas flamantes, guacamaya pi sus versos, de él, le vienen perfumes de flocara, y patos que son excelentes guardias noc resta y rumores de hada. salobres brisas.
turnas. Cómodo y sencillo el salón modernista, nórdicos piratas. Tiene sus horas inolvidaatractivo con los muchos libros y algunas pin bles de felicidad voluptuosa veces plena de turas de grandes líderes revolucionarios, hechas ti saturada de ternura. como las noches aen vivos colores por discípulos de Diego Ri quellas aleación de bronce y luna. Pero a vevera. Hospitalaria, graciosísima, María Luisa ces estoy hueca como ruinosa armadura. se conversa com sal, brio, y relámpagos de hondo me fué de pinta el alma por ir siguiendo tu pensamiento e intuiciones de fuerte emoción. ruta. en sus momentos de angustia sabe que Esta indoamericana entusiasta, sin embargo, ha se suicida en un sollozo un pedazo de la bía enorgullecido en España cuando pasaba me vida. Al fin de este tomo dice, renunciada: ses allá como delegada al Congreso de Escrito Desposeída de todo. ennobleceré mi estirpeY al punto vuelve mi ilusión temprana, con temblores de luz como las lumbres vuelven al despertar de la mañana.
ENVIO Entre el rumor de gloria que la aclama decir quiero a la Reina de la Fiesta que está mi vida en donación dispuesta por mi fe, por mi tierra, por mi dama; Que siempre ondea el inclito oriflama de mi país sobre mi torre enhiesta y el pabellón de Cristo en la alta cresta sus resplandores limpidos derrama;