REPERTORIO AMERICANO 91 Compañía General Editora, Apartado 8626. México, México Algunas de sus ediciones: En pasta En pasta donde ya le conocían por su seriedad y corrección y no le era difícil venderla a buen precio.
En seguida Tamer se dirigía al mercado para comprar las provisiones que le encargaba Widad.
No estará demás que os diga, y esto para que conozcáis mejor el carácter de Tamer, que éste jamás acostumbraba a regatear el valor de su rústica mercancía, pues le agradaba vivir en armonía con todas aquellas gentes con quienes hacía su negocio, y tanto, que en muchas ocasiones prefería venderla a menos precio, con tal de no entrar en tratos con personas de dudosa moral.
Huía, por instinto del mal, pues en verdad carecía de toda malicia.
Era piadoso, quien sabe si con exceso. para que sepáis hasta qué extremo llegaba su bondad, os diré también que muchas veces cuando Tamer veía que su asno iba fatigado, le dejaba descansar todo el tiempo que era menester. En el fondo, se dalba cuenta de que aquel compañero de su vida y colaborador en sus trabajos, tenía derecho a ser tratado de la mejor manera.
Realizada la venta de su leña la compra de las provisiones para el hogar, Tamer, llevando cogidas las riendas del jaquimón y ccia las manos atrás, marchaba delante de su asno, rehaciendo lentamente el camino que le separaba de la aldea, a donde siempre llegaba al caer la tarde, antes de que la noche invadiera los campos con su marea de sombras.
Esta era la jornada diaria de Tamer. Los domingos los dedicaba con Widad, a las prácticas religiosas. Eran, sin duda, fieles fervorosos y sinceros.
Laura, por el Conde Alfred de Vigny.
En rústica 75 50 Ricardo Palma: La monja de la llave En rústica 00 50 La insuficiencia cardiaca. Por el Dr. Cristián Cortés Lladó.
En rústica 00 00 Tirso de Molina: Los tres maridos burlados 75 Heine: Eļ rabino de Bacharach 75 Margarita Urueta: El mat la distraía 0. 75 Dr. Ruiz Castañeda: Profilaxis específica del tifo exantemático Pasta 00 Rústica 00 José María Roa Bárcena: Noche al Raso (Cuentos)
Empastado 00 En rústica 00 Anna Katharina Green: El Doctor, su esposa y el reloj 75 Conde León Tolstoi: Sergio, el anacoreta 75 Con el Admor. del Rep. Amer.
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En pasta Libertaré a mi amado del servicio militar, si yo tuviera dinero viviría en Alejandria tendría siete palacios aunque esto fuera un capricho.
Mas de pronto interrumpió su canto, porque sinció que su dicha no podía ser completa ni perfecta sin Vidad, cuya sonrisa y sus caricias echó de menos. Diéronle entonces deseos de apresurar la marcha, y hasta estuvo a punto de cabalgar sobre su acho, dándole algunos azotes para hacer más rápidamente el camino.
Os sorprenderá que un hombre de sentimientos tan excesivamente sensibles como Tamer, pudiera pensar en tal cosa. Empero debo advertiros, a fin de que no os forméis una mala ideia de su sinceridad, que esto sólo fué una idea muy fugaz. es que tal vez el hombre demasiado feliz es un poco egoísta. Tamer se avergonzó muy pronto de haber siquiera penSado chi abrumar con el peso de su humanidad a esa santa bestia, que tan lealmente le acompañaba en sus rudas y penosas faenas.
Creo necesario explicar que en aquel puerto de Trabulos, como en todas las grandes metrópolis, pupulaba una gran cantidad de maleantes, que viven acechando a los incautos, para hacerlos víctimas de sus pilatumadas, o blanco de bromas y de burlas. como no es difícil imaginar, casi siempre se ensañaban con los cándidos campesinos que viven ajenos a esta clase de truhanerías bellacadas. si he insistido en poner de relieve las condiciones morales que adornaban el carácter de Tamer, ha sido precisamente para que no os extrañe que fue su persona la escogida por dos de estos hábiles ladrones para hacerle una de sus habituales y malignas jugadas, que en el caso de nuestro conocido tuvo proporciones deplorables.
Uno de esos días en que Tamer regresaba a su casa, se le ocurrió tomar una de las amplias avenidas, que rodeando la ciudad, empalmaba con el camino hacia la aldea. Marchaba ese día Tamer sintiendo en su corazón un agradable estado de gratitud hacia la vida, que le permitía trabajar, gozar del amor de su esposa y disfrutar de una relativa holgura que alejaba de su espíritu todo pensamiento triste. Ese día las gentes de la ciudad habían sido más generosas que nunca. Con amable espontaneidad habíanle pagado por su leña más de lo que él buenamente esperaba. Tamer sentía que todo lo circundante lo acariciaba: la luz del sol, el canto de los pájaros, la suave brisa, el rumor de los árboles y el grato aroma que venía de las huertas y jardines.
Sintió entonces, súbitamente, un deseo de csaltar, una canción que cuadraba bien con su excelente estado de ánimo. Era como si el alma cuisiera florecer expresando esa felicidad de vivir que jugueteaba en su espíritu. Iba pues, distraídamente, arrullándose con sus jubilosos pensamientos, sin deseos de entretenerse, como solía ocurrirle, en mirar el movimiento de las gentes que iban y venían por el camino. No Supo cómo se encartró cantando una alegre copla que decía así: que frente a él, inclinaba la cabeza simulando humildad.
Imagináos cuál sería el asombro de nuestro amigo al constatar tan absurda metarnorfosis.
Un violento estremecimiento lo sacudió desde los pies hasta la cabeza. Movió la cabeza como para alejar una pesadilla y luego se restregó los ojos, creyéndose víctima de una alucinación. Largo rato quedóse estupefacto, hasta que al fin pudo articular trabajosamente. Quién eres tú?
La voz del redomado pícaro, resonó con acento lastimero. Yo soy su asno y su esclavo, mi buen amo.
Aquella singular respuesta turbó aún más el espíritu del buen Tamer que balbuceo. Pero. cómo te has podido transformar en un hombre. El pillo entonces aparentó hallanse abrumado por tha terrible congoja. Mi historia es muy dolorosa y extraordinaria. Me da vergüenza contártela, pero te debo lealtad, porque has sido humano y bondadoso para tratarme durante el tiempo que te he servido y eso me obliga a confesarme contigo.
Tamer estaba cada vez más pasmado. Un tumulto de ideas estrafalarias le embrollaban la cabeza, mientras el tunante seguía en su comedia. Yo, mi buen amo, he sido un crapula, un borracho y un desvergonzado. piensa tú cuán.
ta será mi pena al recordar que tengo una madre que es una santa de cuya bondad cia abusé hasta lo infinio. Cuánto, cuánto me laconsejaba, tratando de inducirme hacia el buen camino! Pero todo fué inútil, puees mi perversión llegó un día hasta el extremo de maltratarla, insultándola y diciendo toda clase de blasfemias en su presencia. Pobrecita. Tú, mi buen señor, no sabes, cómo ella sufría con todo esto, mientras yo en medio de mis borracheras y necedades me mofaba de ella ridiculazaba sus buenos sentimicitos.
Has a cue un dia aquí la voz del ratero se hizo temblorosa, como si ya el pesar le abrumara demasiado mi conducta fue tan cruel y villana que mi santa madre perdió toda ilusión de regeneración. Enloquecida de desesperación, me maldijo pidiéndole a Dios que me transformara ch el animal más manso y sumiso. De.
bió ser tan conmovedora su súplica que Dios tuvo a bien oírla, convirtiéndome instantáneaEntretanto, dos astutos pillastres, observaban desde lejos al buen campesino, que sumergido en sus pensamientos, marchaba lentamente, llevando a la zaga a su asno.
Uno de ellos le dice al otro, haciéndole un gesto de maliciosa complicidad. Quieres que le robe el burro a ese palurdo sin que él siquiera se dé cuenta. No cneo que sea tan fácil hacerlo en la forma que dices le replicó su compañero. Ya lo verás. Acompáñame y haz lo que te diga. Convenido.
Sigilosamente, el pícaro se aproximó al asno y con esa expedición que sólo saben tener las gentes de su calaña, desató las riendas, enuregándole al otro, la buena bestia e indicandole por señas que se alejara en sentido contrario. En seguida se colocó la jácuima en la cabeza y siguió tras de Tamer reemplazando al burro.
Caminó en esta forma hasta cuando calculó que ya su compañero estaría bastante lejos.
Entonces se detuvo bruscamente. Tamer tiro con fuerza de la rienda sin tomarse el trabajo de volverse a mirar hacia atrás, pero notando resistencia, se volvió, encontrándose con el pillo y pacien