Anti-naziJoaquín García Monge

1Repertorio Americano SEM NARIO DE CULTURA HISPANICA Tomo XXXVIII San José, Costa Rica 1941 Sábado 27 de Diciembre Año XXII No. 928 No. 24 En este número: Una nueva cuentista americana Primavera No toda es nuestra La especialización científica Uno más al Hospital Noticia de libros Juan Ramón Jiménez Helen Fogelquist Alberto Paz y Paz Rafael de Buen Francisco Luarca La fuga del loro Arturo Cancela El proceso de los jazmines Ysola Gómez La tarde y el esqueleto Roberto Fernández Durán Nuestra posición pro Puerto Rico libre as invariable Enamorado Cuesta De la libertad (2)
Lorenzo Vives Los escritores deben ser antinazis Campesina Jaime Bofill y Matas. Guerau de Liost. 1878.
1933. La urilización del laberinto Sanin Cano Indice del volumen XXXVIII. Autores y Asuntos.
Versos nuevos La voz del antepasado Honro a dos hombres Franco nos aconseja José Maria Zeledón Hilda Chen Apuy Carlyle Alberto Gerchunoff Helen Fogelquist Una nueva cuentista americana Sr. Joaquín García Monge.
Mi querido amigo: tengo el gusto de enviarle un cuento Primavera de la Sra. Helen Fogelquist, que hemos traducido del inglés para su y nuestro Repertorio.
La Sra. Helen Rasmussen Fogelquist nació en el Canadá, 1917. En 1920 la familia (escandinavoamericana) se vino a vivir a Spokane Valley, Wash. Estados Unidos. Helen se educó en la escuela pública de la comunidad y se graduó de bachiller en Whitman College, Walla Walla, Wash. 1937. Enseñó luego inglés dos años, el primero en la escuela superior pública de Garfield y el otro en la de Lynden, Wash. Er 1939 se casó con el Dr. Donald Fogelquist que es en la actualidad profesor auxiliar de español y portugués en esta Universidad de Miami.
Primavera es el primer escrito, que esta joven escritora da al público y lo da por mi deseo. Cuando lo leímos quedé primero cautivado por su línea recta (c! atidad, concisión, sencillez) y al momento por su penetración psicolójica, profunda y sin esfuerzo. Lo que describe me parece que lo estoy volviendo a ver en la misma realidad, lo que insinúa o deja caer me parece de toque delicioso. Entra y termina naturalmente. No es pesada ni larga. Es, pues, una cuentista verdadera.
La Sra. Fogelquist tiene otros cuentos igualmente auténticos y un Diario. La vclveré a enviar a usted otras traducciones de su bello trabajo. Va también una fotografía de la nueva escritora. Gracias por lo que le pido.
Suyo siempre.
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ (Nuestra nueva dirección desde diciembre: 618 Sevilla, 10 nov. 41.
Coral Gables. La Florida. Estados Unidos. Primavera (En el Rep. Amer. ELAINE no podía soportar un instante más aquel seguir en la mesa. Hacía demasiado calor en la casa y demasiado silencio, quitado solo el incesante tictac del reló de la librería detrás de ella. Todo el anochecer había esta do deseando ahogar también aquello con papel secante como había hecho antes con el timbre del teléfono y el moscardón de la puerta. El tictac parecía salirle de dentro de la cabeza. No la dejaba resolver sus ecuaciones de álgebra.
Se levantó empujando suavemente su silla hacia atrás y echó una mirada a su hermana que sentada al otro lado de la mesa hilvanaba el ruedo de su falda; pero Jean no alzó la vista. Por la puerta de la sala vió a su padre sentado donde siempre, leyendo el diario de la noche. La luz de la lámpara le daba en la calva y en el cuero de su butacón. Jimmy jugaba a sus pies disparando boliches a varios puntos del dibujo de la alfombra. Gateaba por el suelo guiando los ojos para apuntar mejor. Su cara seria evidenciaba que el juego que se había ideado lo absorbía por completo.
Jimmy estaba siempre con Padre en cuya presencia Elaine siempre se encojía. Lo admiraba profundamente y deseaba contentarlo en todo, pero no sabía cómo se las arreglaba que siempre enredaba las cosas delante de él. Esta noche, por ejemplo, le había derramado el café al ponerle la taza en la mesa; y cuando el le pidió que le trajera las zapatillas, no pudo dar con ellas, aunque bien a la vista astaban. como él le había dicho luego. No sabía por qué la sola idea de hablar con su Padre la recorría de onditas cálidas excitándola. Con su Madre era diferente. Siempre le había con tado todo a Madre, desde que podía acordars hasta ahora, es claro. Miró la cara de su Padre y se sintió de pronto invadida de ternura y lástima por él. Dió unos pasos hacia la pierta abierta, pero se volvió turbada al cuarto de su Madre. Entra, hija mía, siéntate aquí conmigo. No importa nada.
Elaine miró un momento la sombra vestida de blanco que andaba por la medialuz del fondo del cuarto y se sentó en el borde de la cama. Madre e te sientes mejor. Anne vaciló un instante y respondió Quizás. Tú estás mejor, Madre, de veras que pareces mejor.
Mientras hablaba deprisa, Elaine miraba fija a la ventana oscura por la que oía levantarse el viento. Cuéntame lo que has hecho en la escuela. Pues en la clase de música estuvimos ensayando una pieza nueva que yo sé que te va a gustar. Empieza bajo, suave, y luego va subiendo, subiendo hasta que parece.
Las chispas de dolor que vió en los ojos de su Madre la olvidaron de lo que parecia la música. El corazón empezó a palpitarle violento. Comprendía que tenía que irse. No debo quedarme. Madre. Buenas noches y que duermas bien.
Se inclinó cerrando los ojos y la besó lijera.
Anne tendió su mano con un gesto vago, Como para retenerla, pero Elaine se había ido ya.
Sin encender el pasillo Elaine encontró su abrigo, se lo echó por los hombros y se escurrió por la puerta de atrás. Soplaba recio el viento del suroeste. Es un chinook. pensó excitada. Antes de cruzar el corral ya tenía los pies mojados y las piernas salpicadas de la nieve que se deshacía. No era ocasión de pensar ya en los chanclos y, de todos modos, qué más daba. La tristeza punzante y preocupada había ido creciendo en lo más hondo de su pensamiento hasta que le parecía demasiado