70 11 REPERTORIO AMERICANO 29 da, la han secado con brasas. Entonces, reli.
giosamente, la madre ha recogido la placenta y la ha puesto en el hoyo que con cuidado tapó. nada más. Han descolgado a Socorro, cuyo cuerpo se balanceaba sangriento y obsceno, y la han acostado. Mañana, volverá a sus quehaceres sin ique lo parezca.
Media noche. Salvo la madre de Socorro que duerme junto a su hija dormida, todos se han ido hace rato. La luna llena baña los campos con claridad inquietante y fría. Los mil rumores nocturnos del bosque se confunden en un rechinar parejo que a veces quiebra el grito de una bestia degollada. He entrado al rancho y examino atentamente a la criaturita que tal.
vez sea hijo mío. De pronto, una fuerza me empuja, oscura y dominante. He cogido mi som.
brero, me he puesto el revólver a la cintura, he desqolgado el poncho. Sin ruido, he ensillado mi caballo, colgado dei perchero mi cobertor, De la cachimba he sacado algunas bocanadas febriles y he atravesado los potreros al galope espontáneo del animal. El sendero es un hilo blancuzco que se hunde en la montaña, y ese hilo ya me ata a lo desconocido. En lo alto de una ladera, me he detenido para acariciar con la mirada la finca adormecida que no veré despertarse más. Cantaba un gallo en un árbol y el ganado volvía hacia mí los hocicos rumiantes.
Hace frío. Adiós, Socorrito, adiós. Far away farm, Costa Rica. La muerte del poeta (García Lorca. Del librito Raíces de Esperanza. Poemas. San José, Costa Rica. 1940. Esta noche, en el rancho del padre de Socorro, se festeja a San Pedro. Cuatro hombres han conducido al santo, en jira por la región, deteniéndose una noche en cada rancho.
Se recoge una limosna en todas las paradas, y el total de las limosnas se remite al obispo.
En el rancho, se ha levantado un altar. Le sirven de marco palmas gigantes, flores y cintas. Anden las candelas. Todos de rodillas y con la cabeza descubierta. Lorenzo con voz ronca invoca a Dios padre y a sus santos innumerables En coro responden los otros. Ave.
ces, empieza un canto que haría rechinar los dientes a un sordo. Con tal que Dios no oiga tal cosa. Tendría derecho a fulminarnos!
Como no sé ni arrodillarse ni orar y como no quiero maltratar a estas gentes de bien, me he pasado en la cocina, donde fumo mi cachimba y me tomo una taza de café. De pronto, Cristina se escurre de la sala común y se viene junto a mí. Me hace la señal de silencio y me coge de la mano. Me dejo llevar. Me saca por detrás y en la oscuridad me conduce a un corredor Creo que tiene intencionez amorosas y la cojo por el talle. Se desprende y me hace comprender que de eso no se trata. Bueno, de aquello es poco lo que comprendo, pero no importa. Sigo. Le hemos dado la vuelta al rancho sin ruido y volvemos a la sala. Al través de la pared de maderos, se ve muy bien el interior iluminado Cristina se agacha y me indica que haga lo mismo. Obedezco. Me dice que vuelva a ver. Veo. Entonces veo de rodillas, juntitos, a Luis Morales y a Socorro. Nada anormal. Ambos cantan mal la misma canción. Pronto me doy cuenta de que, no obstante los ruidosos homenajes al Eterno, Luis oculta la mano debajo de las enaguas de mi mujer y noto, al mismo tiempo, extraños temblores en los cuadriles de Socorro.
Me levanto y me alejo de puntillas. Cristina me aguarda y me examina con curiosidad. Creo que aguarda un pequeño escándalo, lo que rompería de un modo amable la monotonía de la velada. Pero sonrió como quien acaba de saber algo bueno. no sale de la sorpresa sino en el bananal, al contacto de la yerba húmeda bajo su carne desnuda.
Luces verdes de la luna cortada en las bayonetas; tú, soñando con las voces de tus aguas con estrellas.
Granada, era una estampa goyesca!
Cerebro de maravillas navegado de quimeras. toda la gitanería de luz y sangre en tus poemas. Casitas de cal y canto, verdes lunas de las sietras, torerillos con espadas, caballeros con espuelas; silencio de los jardines y cantos de las veredas. Federico, tu guitarra vaga, sola, por los trigos: cinta verde, cinta negra, entre espantos amarillos, Gritos, tiros tumultos, alborada de cornetas. reflorecía la sangre de Marianita neda. Granada, era una estampa goyesca!
La rabia de los traidores como loba de la sierra se comia tu corazón de luz y de hierbabuena. Granada, era una estampa goyesca. Bajo la sombra rosada de tu gentil primavera, los grillos crepusculares nacían a la luna nueva.
Tu madrugada tenía chopos y nubes espléndidas y tu noche de caballos de azufre, entre las tinieblas, golpeaba los corazones con la terrible certeza ¡Las bocas de los fusiles contra tu cabeza negra. la Muerte allá en la luna, tocando su pandereta!
30 ¡Granada, era una estampa goyesca!
II Trascurren los días y se parecen. La finca prospera, el vientre de Socorro se engruesa y comienza a aperezarme esta tierra en cuyas arrugas nada se me oculta. La montaña me ha estrechado en sus brazos. El bosque me es familiar como el regazo tibio de una esposa.
Ninguna sorpresa me espera, ningún descubrimiento profundo. Lo que antes me parecía el medio de libertarme hoy me parece el instrumento de sujeción. El viento estival me trae, como en ramillete, el perfume acre de la costa y el deseo de tierras nuevas.
Poco a poco, cuando me rodea se ha vuelto extraño. Mañana, me será odioso.
El vagabundo se estira y bosteza en mi bajo el cielo del mediodía.
García Lorca, García Lorca, qué fresca tu agua en la alberca, con luna y con olivares, con amapolas y estrellas!
te dará Federico, tu guitarra vaga, sola, por los trigos: cinta verde, cinta negra, entre espantos amarillos.
Federico, tu guitarra abandonada en los trigos: racimo negro en la patra, pájaro negro en el higo y luto de las cigarras.
III Cuando vuelva el miliciano. ah, Granada redimida. por almohada su bandera enternecida. las niñas andaluzas con sus pupilas de llanto tejerán con brisas verdes el laurel de tu descanso.
Vendrán de Fuente Vaqueros los niños y los ancianos, y tendrás sobre tu piedra los azahares valencianos. te lavarán la sangre con nieve de Guadarrama, capitanas españolas, madres de tu nueva patria.
Cuando vuelva el miliciano, oh, Granada redimida. su bandera enternecida plegará con suave mano bajo tu hermosa cabeza de gitano!
CARLOS LUIS SÁENZ 31 ப Socorro ha dado a luz una casita muy fea destinada a hacerse más tarde un hombre. Muchas le han ayudado en el trance. Cuando llegó el momento, a Socorro la han colgado de las manos de una de las vigas del rancho. Dos mujeres le han abierto las piernas al extremo de que yo creía verla dislocarse. la madre.
del vietre doloroso de la hija ha sacado el hi jito.
Mientras tanto, dos mujeres abrían un hoyo en el suelo, debajo de los troncos en que Socorto solía dormir. Como la tierra está húme.
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El año (12 Nos. Van publicados números.
Con el Admor. del Rep. Amer.