314 REPERTORIO AMERICANO BRIXENCE Laguna (Por Agustin Abarca)
Cardiff, se amontonan los fardos de lana y los sacos blancos en que amortajan los corde.
ros frigorizados. Oscilaciones en el mercado de la lana. Be.
jó un punto. Subió un punto! La South Ame.
rican vende sus acciones a la New Zeland. El pasivo de la Pacific Ltd. pasa a manos del grupo financiero del Lloyd Bank! Miles de chilotes Barría quedan sin trabajo o ven achicarse su ración para el invierno. Centenares de chilotes Barría pagarán en vano sus pasajes de Chiloé a Magallanes; no habrá trabajo para ellos. Entretanto, los grandes especuladores, en sus rascacielos de Buenos Aires, en Wall Street o en la City, fumando sus pipas fragantes, discuten de sobremesa si la mujer irá a Cannes o Biarritz, si el hijo que hoy juega golf en Calcuta comprará media docena de poonies para la temporada europea, o si la hija que viaja por Suiza con un amante italiano, cantor y ardiente, renovará su avioneta en Paris, antes de partir para la Ciudad del Cabo.
La pampa inmensa, con su cielo gris, con sus vientos enloquecedores, con sus nevadas funambulescas, guarda su crueles secretos: los puesteros que quedaron una noche aplastados por el musgo blanco y quebradizo como extraños submarinos humanos bajo océanos de nieve. Los perros heroicos y los nobles caballejos que se hundieron en la turba traicionera por apiñar una oveja extraviada. Los indios que por comer una cabeza de oveja perdieron la suya, aportillada por la Winchester de un capataz enérgico, como todos.
Ganaban libras los cazadores de cabezas humanas en la Patagonia. Hace poco ha muerto en un hospital siniestro y sucio, en el último asilo de los vivos que van rebotando de peldaño en peldaño hasta caer en la huesera, uno de aquellos hombres que practicó el deporte de cazar ganado humano. Por cada cabeza de oveja desaparecida, una cabeza de irdio! Esa era la ley en toda la zona que se extiende a lo ancho de la Patagonia, desde Puerto Natales hasta Río Gallegos. Esa también la de los señores de horca y cuchillo que dominaban desde Rio Grande hasta la Sierra Irigoyen y el Lago Fagnano, en Tierra del Fuego.
Murió de un horrible cáncer en la boca y es siguro que cuando su alma se desprendió para viajar por las tinieblas, un coro de cien indios descabezados, la escoltaba para mostrarle el camino del infierno.
Mr. Mc. Fadzen no ha sido de ésos, pero conoce estas historias y ha estrechado la mano de sus protagonistas. El no es cruel y eso precisamente se lo debe a que no ha leído tan to la Biblia como sus colegas de las otras estancias.
JUAN MARÍN En una estancia de la Patagonia (Es uno de los trágicos pasajes de la novela El Infierno azul y blanco Claridad. Buenos Aires. 1937. Paralelo 53 Sur) Editorial Ahora Mr. Mc. Fadzan se dedica a reponer sus fuerzas y prepara sus valijas para embarcarse dentro de poco con rumbo a Inglaterra.
Pero el reemplazante que la Compañía debe mandar desde las oficinas de la City no llegó cuando se le esperaba, y la faena de la esquila y matanza, se le vino encima con su avalancha de hombres y preocupaciones.
Los galpones están llenos: unos con hombres y otros con ovejas. Se trabaja desde el amanecer hasta que el sol se pone. Los ovejeros traen los inm nsos piños a través del Uano y los conducen a los corrales. Los perros jadeantes, con ojos de inteligencia y expresión casi humana, correatean en el cortonio de los piños, amedrentando a los animales con sus ladridos y con sus rápidos mordiscos en la patas traseras. Los caballitos, ágiles, incansables, aunque de pequeña talla, galopan sin darse tregua. Gritan los hombres. Las mujeres preparan el rancho en la cocina. En los galpones, las tijeras y las máquinas de esquila abren y cierran sin reposo sus mandíbulas metálicas.
Caen los grises bellones, se juntan, se acumulan hasta formar pirámides. Los aprensadores los cogen más allá. Los enfardadores concluyen la obra.
Jogleses jóvenes, de grandes anteojos enmarcados en carey rostros adustos, circulan examinando cuidadosamente las lanas y tomando notas en sus libre as. Más allá están los galpones de matanza. Todo ha sido reguilado y estandarizado. No se pierde un átomo de tiempo. Caen las cabezas atónitas de los corderos, con los ojos aterrorizados frente a la lámina de acero que relampaguca fugaz antes de hundrise en su gargant. El garfio iza los cuerpos decapitados, que un riel conduce frente a lo descueradonas: artistas de cuchillo, hábiles artifices del escalpelo, con dos o tres arabescos dejan el cuerpo desnudo. Cae el cuero como un enorme guante viejo. Otros hombres de rostro severo pasan con sus timbres y sus lupas, examinando las cames: las hay de diversas categorías. Londres fija los precios de ellas. Londnes y Buenos Aires los de las lanas.
Allá abajo, junto al muelle, esperan los faluchos que llenarán las bodegas de los grandes barcos ingleses. Aquel cordero que todavía palpitante y estremecido, esián descuerando semivivo, será roast beaf de un comerciante de Leicester Square, en su breakfast suculento o de algún fisiopata del Hospital San Bartolomé, en su frugal lunch del mediodía Los animales son chilenos, los trabajadores son chilenos, chilena es la tierra, pero los dueños son ingleses. Vastas concesiones, las más extensas del mundo, mayores que las de Australia, más grandes que las de Nueva Zelandia, han entregado estas riquezas a los hombres rubios y taciturnos, a cambio de misérri.
mos platos de lentejas. Los que trabajan reci.
ben el sueldo de tres meses, que es lo que dura la faena, y con él han de vivir el año en.
tero, con sus mujeres y sus hijos, en ese Magallanes y ese Chiloé que no permiten ander en cueros, ni seguir regímenes vegetarianos.
Los afortunados accionistas, los directores y gerentes de las sociedades anónimas a quicne se han dado estas tierras, pueden vivir en Londres Los meses, invernar en Niza y Montecarlo, escapar al otoño en una temporada por Egipto y embarcarse en verano en un trasatiantico para turistas, en crucero por los cinco ma.
res del mundo.
El chilcte Barría es uno de aquellos que vie.
nen a ganar un salario de tres meses para subsistir un año. Centenares de otros chilotes Ba.
rría, vienen como él, desde la Isla Grande, del Aysen, de Llanquihue y de Magallanes mismo.
Trabajan a reventar, duermen sobre jergones, sin quitarse las ropas, comen la sopa amarga y la galleta salobre. Tienden luego sus manos como mendigos frente a la ventanilla del cajero y se ven con sus quinientos pesos para la vieja y para ellos, a mariscar o pes.
car la presa de pescada insípida, para la olla, en las playas de Quehchi o Quellón. Mientras tanto, en los muelles de Glasgow y de New Castle, en los galpones de Liverpool y de SUSCRIBASE ESPAÑA PEREGRINA. publicación mensual de la Junta de Cultura Española, en México, Precio del cuaderno: 1. 00.
El año (12 Nos. Van publicados números.
Con el Admor. del Rep. Amer. STECHERT Co.
BOOKS AND PERIODICALS 31 37 10th T. NEW YORK, Con ésta Ager cia puede Ud conseguir uno suscrición a este semonorio. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica