DemocracyHitler

EXTERIOR: EDITOR: García MONGE.
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SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA En Costa Rica: Suscrición mensual 00 El suelo es la única propiedad plena del hombre y tesoro común que a todos iguala, por lo que para la dicha de la persona y la calma pública, no se ha de ceder, ni fiar a otro, ni hipotecar jamás. José Marti.
Giro bancario sobre Nueva York Afanes totalitarios Reparto del mundo OM (De Argentina Libre. Buenos Aires, 14 III 1940. Anexión de otra provincia Hitler. En defensa de la minoría alemana aquí residente, vengo a tomar posesión del Paraíso. Heil. Por Bagaria)
En Las Mil y una Noches se cuenta el caso ejemplar de uno de esos hombres que se dejan llevar por su destino a través de rutas desconocidas y encuentra, después de haber sufrido pasmosas vicisitudes, en un paraje selvático, a un anciano lastimoso, inmovilizado en la red de raíces que lo envuelven y aprisionan. Movido por la piedad, lo liberta de los impedimentos que lo sujetan, le necorta las cejas que le ocultaban la luz y le ofrece el brazo para guiarlo hacia un sitio más hospitalario.
Pero el extraño personaje, que parecía débil e inerte, le suplica que lo alce en sus hombros porque el desfallecimiento no le permite dar un paso. el temerario viajero lo levanta, lo acomoda sobre sus espaldas y se dispone a colducirle por las sendas accesibles del bosque.
No bien se sintió instalado, el viejecillo inválido se transformó súbitamente en un individuo de mano recia y empezó a jinetearlo con furor.
El salvador, sorprendido, no tuvo más remedio que aguantar el dominio de su inesperado jinete hasta que una circunstancia fortuita lo libró a su vez de esa esclavitud. Esa fábula de Las Mil y una Noches. hecha para distraer a los niños del Oriente, encierra una lección que no tomaron en cuenta los estadistas que se reunieron en Versalles al liquidarse bruscamente la guerra, estallada en 1914, con la rendición de los ejércitos germánicos. pesar de la aparente rigidez del tratado de paz, de las condiciones teóricamente rigurosas que se impusieron al Reich, los países vencedores, que se habían desangrado y arruinado en una conflagración provocada por los Imperics Centrales, comenzaron a compadecerse de la situación en que quedaba Alemania. Ya no erapensaban el pueblo dócil y sojuzgado que el emperador, con sus consejeros prusianos y su militarismo prusiano, sacrificaron en homenaje a un idea! anacrónico de hegemonía. Ese pueblo, nos decían llorosamente los humanitaristas, formaba una nueva nación, una democracia fresca y ardiente, deseosa de vivir en la tranquilidad. La república alemana, confeccionad técnicamente en Weimar, debía reempl zar la estructura carcomida de la monarquía medioeval y los Estados democráticos del occidente de Europa no podían desconocer la necesidad de fomentar con su contemplación benévola el florecimiento de esa flamante sociedad. Cómo no creer en la regeneración de un país si es inmoral y poco caritativo negar la regeneración aislada de las personas. Los hombres de estado se conmovieron, pues, y facilitaron económica y políticamente la rehabilitación de Alemania. En la Liga de Ginebra, en los ministerios de Paris, de Liidres, de Washington, se trabajó durante años en el restablecimiento penoso de la virginidad de Alemania, que en adelante respetaría los tratados, detestaría el espíritu bélico y colaboraría con dodos en la fabricación de worden apacible en el mundo. Políticos y diplomáticos de Berlin, de Londres y de París se abrazaban en Ginebra, firmaban pactos en Locarno, jugaban al golf en los prados calvinistas de Suiza y se deleitabain en su obra restauradora, sin que faltara en su deliquio el esquema de una federación de nacionalidades europeas.
No obstante, algunos síntomas habrían debido llamar la atención de los gobernantes desprevenidos. Qué significación real tenía la propaganda nacionalista y reivindicacionista de los Cascos de Acero. Quiénes eran y qué proyección podrían alcanzar los que urdieron el golpe de von Kapp? Ese golpe fracasadocosa de nada lo ideó, según se decía en los periódicos de Paris, un pintor de paredes que presidía un grupo, también cosa de nada, en una cervecería de Munich. Lo cierto es que un día, esa Alemania rehecha, que libertaron de sus pesadas deudas, se encaramó en las sopaldas de Europa y empezó a jinetearla con la decisión con que el anciano de Las Mil y una Noches montaba y espoleaba a su benefactor.
Cuando los franceses y los británicos advirtieron las consecuencias de su falta de previsión, ya no era tiempo para descargarse del fardo que les agobiaba.
Aquel señor Adolfo Hitler que organizó el truncado levantamiento de von Kapp, que hablaba en su libro de la conquista del continente, de la anexión de tierras, de pangermanismo y de irredentismo agresivo, gobernaba la Alemania vagamente camuflada en Weimar, y se disponía a realizar sus propósitos de caudillo belicoso. otra vez se confió en que semejante programa se quebraría con la nesponsabilidad práctica del gobierno. De este modo permanecieron las grandes potencias en una expectación lánguida, azorada y tímida, mientras el aullante jefe de Munich desenvolvía sus planes. Ya sabemos lo que sucedió. La inclusión de Austria y la destrucción de Checoslovaquia, tenían que desembocar fatalmente en la invasión de Polonia, y lo que se pudo evitar en 1935 con unos cuantos gritos un poco más altos que los del señor Hitler, se debe contener ahora con una guerra que ha comenzado en setiembre de 1939 y sólo podrá terminar con la derrota del hitlerismo, la anulación de las fuerzas monstruosas que desencadena, con el aniquilamiento de lo que representa como sistema y como tipo de humanidad, como sentimiento catastrófico de la historia. Mas el señor Hitler, al igual de Guillermo II, proclama en sus discursos y lo repiten sus voceros, que el mundo ha de esperar una paz dictada por su voluntad, una paz germánica. Aspira, dijo al emisario del presidente Roosevelt, mister Welles, a que se aplique en la Europa Central la doctrina de Moroe, en idéntica forma en que se usa en América bajo el auspicio de los Estados Unidos.
Esas ideas del Fuehrer se aclaran y puntualizan en un artículo aparecido en Die Woche. a fines del mes de febrero. Nadie imaginará que una revista berlinesa pueda darse el capricho de opinar independientemente y enunciar teorías de política internacional sin someter su tesis a la probación de las oficinas censoras de la cancillería. En ese ensayo curioso se diseña la repartición del globo terrestre vez producida la victoria de las armas teutónicas. Ni siquiera están excluídas en esa distribución fantástica las naciones americanas y nosotros, además de las Islas Malvinas, obtendríamos las de Shetland del Sur y la tierra de Graham.
Conviene recordar que durante la guerra pasada los geógrafos de Wilhelmstrasse se entretuvieron en dibujar mapas apriorísticos basados en el triunfo de los soldados del kaiser. en una de esas cartas futuristas que no tardaron, afortunadamente, en resultar de una saludable comicidad, se veía una parte del Brasil y otra de la Argentina, transferidas a la influencia de Alemania y convertidas en una colonia. Esta vez los órganos germánicos intentan atraerse la simpatía de los nacionalismos, justificados o forzados, que fermentan en las diferentes regiones del mundo. Hemos de creer, pese a esa proposición, que los nacionauna o El Fuhrer a Marte. Anda, acércate más si te atreves. Termina en la página anterior. Por Bagaria. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica