312 REPERTORIO AMERICANO Poesías de Samuel Lillo (Sacadas del libro: Campanario de Humanidad. Santiago de Chile. 1938. La ventana (Por Pablo Burchard CABALLOS NIÑOS Como una burla sangrienta, medrosos, saliendo van.
frente a la escuela rural, están las caballerizas en tanto, desde un balcón, sólo ve el señor feudal del rico señor feudal.
sus caballos de carrera Con gruesas mantas abriga los caballos un gañán, orgullosos galopar, nadie mira a los pequeños y en la escuela los pequeños temblando de frio están.
que, en un desfile fugaz, Aureo grano, verde alfalfa entre el polvo del camino, a los caballos les dan; desamparados se van.
mientras que nadie en la escuela Despierta de tu egoísmo a los niños les da un pan.
oh! ciego señor feudal, Sentados sobre cajones, que va brotando en los niños la llama de un nuevo afán; que hacen de banco escolar, con los yertos pies descalzos, y piensa que, de repente, hundidos en la humedad, la hora puede llegar oyen ceñudos y atentos, en que ellos sobre tus potros las palabras de verdad se atrevan a galopar. y llevando sus harapos con que el maestro andrajoso sus almas quiere animar.
como bandera triunfal, pasen sobre tus sembrados Suena afuera una campana.
pisoteando tu heredad, Cesa el trabajo escolar; hasta tumbar con su empuje y en el palacio de enfrente tu vieja casa feudal.
llega la hora de pasear.
Abren los palafreneros Aún puedes tú contenerlos las puertas de par en par; y sus sueños realizar: salen los potros piafando es tan poco lo que piden ansiosos de galopar; y tanto lo que tú has, brillan sus ancas robustas, que no has de quedarte pobre, como espejos, al andar si, como crisitiano, das las mantas de tus caballos, También los niños hambrientos, los mendrugos de tu pan como un rebaño cerval, y algo de amor al maestro arrimados a las tapias, que da el pan espiritual, ROMANCE DSL CURA Con la sotana taida ¡Qué solo y triste el camino!
en la cintura arrollada. qué callada la montaña!
va el cura sobre un jamelgo pero el cura no va solo, trotando por la montaña.
su fe y su amor lo acompañan.
Lleva sólo para abrigo ¡Qué frios soplan los vientos en los hombros una manta.
y qué dura está la escarcha. qué fué de su manteo El cura no siente el frío, de gruesa y sedosa lana?
lleva en su pecho una llama Pregúntaselo al mendigo que ha fundido, tantas veces, a quien lo dió esta mañana.
las injusticias humanas ¿Y dónde están las sonoras más heladas y más duras blancas espuelas de plata que el hielo de las montañas.
que en el día de su santo ¿Qué importa que sople el viento sus amigos le obsequiaron?
o que el aguacero caiga?
Se convirtieron en dos El cura sigue impaciente muletas para una inválida, por la sierra solitaria en un libro para un niño hasta llegar junto a un rancho, y lo que sobró, en la caja ante cuya puerta, llama de cuatro tablas de álamo una mujer blanca y triste para que a un muerto enterraran.
armada de una guadaña.
ROMANCE DE LA LAVANDERA Una vieja lavandera, y un hijo idiota y lisiado, encorvado el cuerpo magro, porque el otro que tenía lava unas ropas ajenas por excepción limpio y sano, en las aguas del remanso.
por una mujer liviana, En el limpio cristal, miran un día se lo mataron.
sus ojos ya acostumbrados, Desde entonces, ella sola como un paisaje al revés, es el sostén de su rancho: el cielo y el sol abajo.
madre para su marido Como ese cuadro invertido, y padre para sus vástagos.
también su vida ha pasado. De dónde saca esta sierva todos sus sueños de niña del dolor y del trabajo al revés se realizaron: la fuerza que alienta su alma En vez del marido amante y da vigor a sus brazos?
que tanto había deseado, Del tesoro que hay oculto es su compañero un ebrio en su corazón cristiano suelto de palabra y manos.
y de la dulce esperanza No tiene como otras madres que ella tiene de que al cabo hijos que sirvan de amparo, se ha de cambiar al paisaje, sino una hija ladrona y en lugar de ver abajo sólo de un sol el reflejo, terminados sus trabajos, habrá de quedar tendida de cara al cielo mirando con los ojos del espíritu que sus dolores limpiaron, el sol de verdad que arriba brilla para los humanos.
CARIDAD El niño era blanco y rubio y limpio como una flor; harapiento era el mendigo todo miseria y dolor.
En su bolsillo el pequeño ninguna moneda halló, y con el rostro encendido, llena el alma de emoción, con gesto de caballero, la mano al mendigo dió.
Alzola el pobre a sus labios y, en un impulso de amor, cual se besa una reliquia, la manecita besó.
Bendito el niño que así la caridad comprendió.
Más valioso que el dinero que en su bolsillo no halló, fué su gesto cariñoso que, como un rayo de sol, en la noche del mendigo dulcemente penetró.
SAHARA La vida es un Sahara caravana es la humanidad; locura es pretender que todos puedan atravesar el cálido arenal.
Aunque todos seamos peregrinos y corramos en pos de un mismo ideal, no somos ni podemos ser iguales: a unos nos preparan para el viaje y a otros, sin bagaje, los echa en las arenas el azar.
Por eso, los que vamos confiados y seguros, al andar miremos en redor y socorramos a todos los que sufren y se quedan en la senda fatal: demos agua al sediento y a los exhaustos, pan y alentemos los débiles de espiritu que creen que nunca han de llegar a la línea que corta las arenas y detrás de la cual abierto está el divino país, en que comienza la vida de una nueva humanidad. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica