José María Zeledón

198 REPERTORIO AMERICANO Ultimo anhelo En el cementerio de La Chacarita.
intuición bañada de realidad y del moralista una intuición impregnada de racionalismo.
Pero quien puede darnos una intuición del acto heroico que nos permita compenetrarnos con él, es el poeta, para quien el pasado y el porvenir no tiene secretos. Sólo él es vidente y puede, en un arranque de suprema inspiración, vivir con el héroe y cantar su epopeya hasta el grado de intuir las propias emociones del héroe y expresarlas, aun cuando el poeta sea incapaz de tener para con sus semejantes el más pequeño movimiento generoso, cuando se le considera simplemente hombre, sin ese otro atributo que lo hace creador de belleza. Concluirá en la próxima entrega)
dulce paz, opuesto al del historiador en un sentido; en tanto que éste último toma el hecho humano en su individualidad para revivirlo, el primero busca la esencia, la causa primera, lo que es eterno.
El moralista relaciona el acto heroico con el concepto de bien que en cada cultura prevalece.
En todas las teorías de la conducta existe siempre un principio que sirve para calificar los actos. De acuerdo con un concepto determinado los actos humanos serán buenos o dejarán de serlo. Para el moralista el acto heroico es el acto moral que mejor cumple su fin dentro del concepto del bien. Caso señala como perfecciones posibles del moralista: enseñar, fundar y vivir la moral, e indica una cuarta sublime, morir por el bien.
El que muere por el bien, ya no es un moralista, sino un héroe. Al moralista le basta para serlo, cumplir los tres fines que señala el maestro; cuando traspasa los límites de lo humano llega a ese mundo de superación en que el hombre forja la historia. Sócrates fué más que un moralista perfecto. fué un moralista y además un héroe.
El filósofo, el historiador y el moralista enseñan lo que es un héroe, dando fundamentos distintos del acto heroico, ya que cada uno mira el fenómeno desde un punto de vista diferente y cada uno al darnos un conocimiento no nos entrega sino parte del mismo; ninguno lo da de manera total.
Se puede obtener del filósofo una intuición metafísicamente iluminada, del historiador una Cuando esta lucha que es mi vida llegue a tener digno final (ojalá sea dando cima gallardamente a algún afán)
en este humilde cementerio que con sus olas besa el mar y con sus brisas el estero llena de fresca bajo la sombra de un almendro me agradaria reposar.
En tosca tumba ornamentada por un gigante caracol en cuyo cuenco resonara del infinito la alta voz. cómo soñata con las cosas que cautivaron mi emoción: el firmamento inmensurable donde un anhelo superior bate sus hélices potentes en incansable aspitación; las ilusiones cariciosas que en la onda amarga del dolor posan sus alas de gaviotas abrillantadas por el sol, las blancas velas que aparecen en el confn, desde el jarrón del horizonte, como pétalos de una escondida, inmensa flor. cómo soñara por las noches, al melancólico claror del plenilunio, con las cosas que más amó mi corazón: el cielo azul, pleno de estrellas, y el mar, cantando su canción. Cómo escuchara los bramidos de la furiosa tempestad al recibir los latigazos e su Señor, el vendabal. Cómo pensar a que mis pobres huesos, bañados por el mar cuando las olas salten locas en una sed de inmensidad sobre las tumbas que dormitan en el silencio de su paz, han encontrado al fin la tumba de mi poético anhelar. Cómo se hiciera entonces uno mi corazón, con el del mar. Versos nuevos de Billo (Para el Rep. Amer. Costa Rica y mayo de 1940. Carta para Pin Mi nieto de diez años que ya quiere ser grande.
Un montón de duras rocas que forman recio peñón.
Himno de la Escuela José Martí Oh, Pin! Tu fotografía me trajo gran alegría y al mismo tiempo dolor; tu postura de hombrecito que en la cara lleva escrito el horrible sanbenito del trabajo abrumador, me ha dejado pensativo; y recordando un motivo de mi infancia triste y sola arrollada por la ola del trabajo sin amor, he encontrado en tu figura llena de triste dulzura fidelísima pintura de mi vida sin albor.
No te adelantes, chiquillo, a la punta del cuchillo que nos aguarda, Pincillo, para herir el corazón cuando la infancia declina y envueltos en la neblina de la tarde mortecina de hombres tomamos el don.
No, mi chiquillo adorado, si con mi cuerpo cansado por las penas encorvado pudiera yo detener el curso de tu existencia, en perpetua adolescencia te haría permanecer; porque el dolor de ser hombre no es dolor, tiene otro nombre que tú no debes saber.
La Escuela redime, la Escuela liberta, la Escuela es impulso de superación.
Por eso es que ostenta feliz nuestra escuela el nombre glorioso de un libertador.
Martí fué un maestro de niños, poeta.
conductor de pueblos a la redención.
Su lira dió cantos de eterna belleza, su espada dió rayos fúlgidos de sol.
Martí fué el apóstol más grande de su época, puro en su palabra, valiente en su acción.
Vivió su enseñanza con unción profética y murió por ella frente al opresor.
Sigamos su ejemplo los que en esta escuela vivimos el culto del Libertador.
Martí será el guía, Martí la bandera.
Martí, Martí el noble y heroico blasón.
La Escuela redime, etc. etc.
JOSÉ MARÍA ZELEDÓN ¿Por qué tan hombre te has hecho oh, mi Pin, si no hay derecho a llevar dentro del pecho mal herido el corazón cuando la infancia divina nuestro sendero ilumina y a los lados salta y trina el ave de la ilusión?
No, mi chiquillo adorado, por broma te has disfrazado de hombre. Tú no has reparado que al tomar tal posición sobre tu espalda colocas una carga como pocas: Goza tu niñez hermosa, confórmate con ser rosa sin querer ser otro cosa mientras dure tu niñez; que aunque quieras o no quieras. ojalá nunca lo fuerasserás grande alguna vez.
La Escuela José Martí de San Rafael de Heredia abrió un concurso para la letra y música del Himno de la Escuela. Fue aceptado el que presentó nuestro poeta José María Zeledón Billo. 1º de Mayo de 1940 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica